Difícil libertad
Por Esther Bendahan , 11 julio, 2014
Difícil libertad es un libro de Emmanuel Levinas que reúne artículos, sobre nuestro tiempo dice que es la hora donde el hombre justo se encuentra solo. Y es una soledad que no tiene referencias en nuestra historia. Si recuperamos los mapas infantiles con colores y señalamos países en relación a sus derechos, veremos que los países donde tienen plenos derechos la mujer y los homosexuales forman un escaso territorio del planeta, pero si pretendemos añadir zonas donde no haya pobreza nos caemos al mar. Hoy en el el periódico el País El Roto, en una ilustración magnífica, se ve la negritud sobre un mapa oscurecido bajo un militar de uniforme y el texto: cuando el militar se acercó al mapa se quedó en sombras toda la comarca, o algo así. Cada nuevo conflicto es diferente a su manera pero el daño es siempre el mismo, nada cambia, pero siempre es peor. La crisis entre Israel y Palestina, lleva desgraciadamente muchos años, aunque se quiere ver al otro en una guerra se es adversario. Lo difícil de este conflicto es que nunca es el mismo, cuando se avanza se retrocede. Y a pesar que de que hay un discurso establecido determinado de quien es la victima, que ha dañado la verdad, ya no se sostiene. La victima es la paz, la victima es el sentido común. Y ya no se puede entender sin tener en cuenta lo que sucede en el mundo del Islam. No es causa sino consecuencia.
Si tuviera las misma capacidades que El Roto dibujaría a Mahmud Abbas que podría ser el líder humanista que necesita su pueblo, diciendo que no es una guerra, porque ellos no tienen ejercito ni armas, mientras caen misiles en Tel Aviv. Misiles, no fuegos artificiales, pero quien es el adversario, el rostro que reclama ser el otro no debe ser a la vez el agresor. El Diálogo debe establecerse, ya es hora, desde cierta honestidad, y hablar de honestidad en la guerra no es cínico. Por eso se han establecido ciertas reglas internacionales, la guerra no debería ser, pero el hombre, que no puede impedirla, ha procurado ordenar incluso ese desastre. Proteger a la población civil corresponde al propio país, pero ¿y si no hay país?, y ¿si además se es un gobierno anexionado a Hamas, un grupo terrorista? El enfrentamiento se convierte en un problema ético. La moral de Israel es occidental. Y desde allí se establece un complejo sistema de respuestas y actuaciones incluso de indefensión. No podemos pedir no defenderse a nadie, quién es quien comienza, ya da igual. Lo que está claro es que se necesita un verdadero apoyo mediador que hasta ahora ha fracasado. Uno de los motivos es esa confusión terrible entre el adversario y el otro del que hablaba Finkielkraut, al que se añade un odio primero a lo judío que surge en cualquier conversación, en nuestro país, que miren en la página de Cayo Lara los comentarios de seguidores que se lamentan que no murieran más judíos en la cámara de gas, comentarios que la justicia española castiga, pero que aun así no dejan de producirse, porque en esa frontera hay algo mas que se esta debatiendo. En Egipto un programa de televisión adiestra a los niños a matar judíos y una abogada pide que los palestinos violen a las israelíes, lo pide una mujer. Al menos es lo que dicen los rótulos en inglés. Mientras en esa frontera hay una paradoja. Y la única solución posible es la del diálogo. Aunque el hombre justo está sólo, la justicia no debe dejar de ser nuestro eje central, aspiración, deseo.
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