Dimisiones y renovación en Podemos
Por Carlos Almira , 5 julio, 2016
Ayer el señor Pablo Iglesias y su «segundo», Iñigo Errejón, «analizando» ante los medios los malos resultados que han obtenido en las elecciones del 26 de junio, dijeron que había un cambio de ciclo. Utilizando un lenguaje figurado, militar, el primero de ellos aseguró que el movimiento que surgió del 15 M ya no puede ser el mismo, por la sencilla razón de que ahora está comprometido en las instituciones. Volvió a utilizar la expresión «social-democracia», en el mismo sentido en que lo hacen los social-liberales, a saber, como una marca electoral (y no como un concepto político serio). Aludió a los electores que prefieren un ritmo lento de cambio, entre los que habría cundido la abstención o incluso el voto conservador (¿al PSOE?). En fin, repitieron el viejo discurso de la primacía de la organización sobre el mundo exterior. La organización, que se debe preservar a toda costa en este caso, es Podemos. Y el mundo exterior, todas las razones objetivas (los recortes, la seudorepresentación democrática, la privatización de las instituciones, etcétera), que explicaban y justificaban un movimiento como Podemos. Hasta ayer.
Es como si, de pronto, con sus 71 diputados (compartidos), y un millón de votos menos en relación con las elecciones de diciembre, los líderes de Podemos se hubiesen preguntado: ¿y ahora, qué? Y se hubiesen respondido de inmediato: Ahora, nosotros.
Lo que, a mi juicio, deberían hacer, en cambio, es justo lo contrario: asumir su responsabilidad en bloque, por los malos resultados electorales que han obtenido, y dimitir; dejar paso a gente e ideas nuevas; y permitir un proceso de renovación, que volviese a ilusionar a quienes, hasta ayer, creíamos en ellos, o mejor dicho, en lo que representaban: no un PSOE bis, sino un Partido hecho desde abajo, distinto, capaz de volver a hacernos creer que la justicia social y la democracia son posibles entre nosotros.
Mucho me equivoco, o esto no va a ocurrir. La Historia está hecha de ocasiones perdidas. De reivindicaciones justas y buenas, que se quedaron y se quedarán en la cuneta. Es más. Empiezo a creer, con Schopenahuer, que cuando triunfa una causa justa y buena, esto no ocurre porque lo sea (justa y buena), sino sólo por las circunstancias. Los actuales líderes de Podemos (y de paso, algunos de los de Izquierda Unida, que puedan estar tentados en seguirles en este camino de aferramiento a las instituciones), deberían recordar al menos, creo yo, dos cosas: la primera, es que el «mundo exterior» es su única razón de ser, mientras que ellos son sólo el resultado, la organización de una respuesta acaso posible, a los crecientes problemas sociales y de falta de democracia en Europa; la segunda, es una hermosa frase del evangelio, que yo llevo conmigo desde niño: «¿de qué te sirve ganar el mundo, si pierdes tu alma?»
Señores Pablo Iglesias, Íñigo Errejón, ¿Echenique?, Carolina Bescansa, y demás: dimitan. Dimitan cuanto antes. Abran un proceso de renovación en Podemos. El 15 M se lo merece. Quienes salimos a las plazas nos lo merecemos. Estoy avergonzado del resultado de estas elecciones, no sólo porque millones de españoles han votado por Partido corrompidos hasta la médula mientras otros se quedaban en casa, sino porque ustedes no han sido capaces de mantener la ilusión en el nivel que se merecía. Y ahora no están dispuestos a asumirlo.
«Todo lo que veo me entristece», decía el poeta Li-Bo. Ni lo justo ni lo bueno, prosperan en ninguna parte, ni siquiera entre nosotros. ¿Pero es que hay aún un nosotros?
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