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Domingo, día para la poesía

Por Eduardo Zeind Palafox , 2 marzo, 2015

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Son los domingos onerosos días que deben arrostrarse con postura donairosa. ¿Qué haces, lector, para sufrir los domingos, que vacían las calles, desdibujan las sonrisas, angustian los pechos y hacen gastar a los mozos sus últimas monedas para complacer a doncellas que se irán con extranjeros a buscar mejor suerte llegado el lunes? Os diré lo que hago yo: recito poesías.

Recitar poesías en altas voces desdobla mi ser, sea lo que sea lo que signe la palabra “ser”, porque me escucho. Es nuestra voz un eco de nuestra conciencia y ésta la representación de nuestra voluntad, dijo el viejo Schopenhauer, filósofo alemán tan terrible como los domingos. Encuentro mucho parecido entre Schopenhauer y los domingos. Ambos son realistas, sumamente realistas. Deciros quiero, lector, que la poesía es realista. Mas como usa el metro y la rima nos parece expresión del romanticismo.

Harold Bloom, a través de un tomo negro, viejo, desgastado, casi descuadernado, afirma que los poemas valiosos son resistentes a dos cosas: a la crítica de la lógica y a la profecía. No es poesía la que no columbra el porvenir ni la que nos deja incrédulos. Mucho gozan las damas de los versos bien dichos, pronunciados con carácter, porque oyéndolos imaginan un “porvenir sentimental” con el recitante. Los hombres, por lo contrario, creen haber descubierto las leyes de la naturaleza cuando profieren versos en público.

¿Qué es menester hacer para que un poema, digamos, siga tremolando después de diez, de cien, de mil repeticiones? Es menester leerlo con ojos avispados, críticos, perspicaces, acostumbrados a los cánones estéticos que nuestra tradición nos heredó. En puridad, quiero decir que los versos se mejoran y perpetúan cuando son explicados por Aristóteles. Pienso que sólo hay tres o cuatro filósofos verdaderos, y son Aristóteles, Kant, Schopenhauer y Platón. Cierto o no lo que digo, poco importa.

El domingo, día sin teleología, nos emboza con sus crepúsculos sin razón, y con Freud nos recuerda que la vida es un andar buscando aventuras y motivos. Por eso Don Quijote de la Mancha, conocedor del undoso corazón humano y de las polvorientas soledades castellanas, dijo: “el remedio de las cuitas, el socorro de las necesidades, el amparo de las doncellas, el consuelo de las viudas, en ninguna suerte de personas se halla mejor que en los caballeros andantes”. En cualquier venta o castillo al que llegaba Don Quijote era bien agasajado merced al don de inventar, de animar vacíos, domingos, que poseía.

Aristóteles decía que invención, o “inventio”, era el arte de encontrar correspondencias, que es igual a formar imágenes. ¿Y qué es una imagen? Es la ordenación de un conocimiento sensible, escribió el esteta Baumgarten. Pondré un ejemplo que he obtenido leyendo un poema de Arturo Capdevila:

Con indecisa y temerosa mano,

la novia aparta de la casta frente

el ramo de azahar desfalleciente

que blanco nimba su perfil pagano.

¿Qué agudos tejemanejes hizo el autor para que nosotros, meros buscones de solaz, viéramos y oliéramos a la blanca mujer protagonista del poema? Permitamos que Aristóteles quite el cendal de nuestro entendimiento. Es seguro que Capdevila conocía el significado de la palabra “elocutio”, o elocución, y que la recordó al seleccionar las palabras de su composición, término que aplicado al poema hace saltar las palabras “temerosa”, “casta”, “desfalleciente”, “blanco”.

Escogí una palabra de cada verso porque éstos, explican los manuales de poética, que son metros, medidas, nos hacen percibir el ritmo de la elocución, es decir, sus compases. ¿Qué facha tendrá una mujer de tal hechura? Una florida, pagana. Las flores, comenta Schopenhauer, por carecer de conciencia muestran sus genitales, lo cual confirma su inocencia.

Capdevila confió en la “memoria” del lector, que hoy llaman «código cultural» los modernos, que bien sabe que las flores, velas de fácil movimiento, poéticamente son como las mujeres, creaciones naturales hechas para ser contempladas, como las estrellas. Las flores son las estrellas terrestres. ¿Alcanza conocer las categorías aristotélicas para escribir poemas? ¡Es domingo! ¿Por qué ningún escritor ha sabido captar, modelar y poetizar la materia de los domingos? Cuanto digan será inútil. Horacio, en su Arte Poética, escribió: “In vitium ducit culpae fuga, si caret arte”. ¿Serán los domingos días vacuos, inasequibles para los poetas, días que deben ser llenados con nuestra voz?

Eduardo Zeind Palafox

http://donpalafox.blogspot.mx/


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