El 1 de Mayo
Por Carlos Almira , 1 mayo, 2018
Las celebraciones históricas corren siempre el riesgo de convertirse en un ritual. El 1 de Mayo no es una excepción. Hoy, desde hace ya mucho tiempo, casi se podría definir como un día en que el Capitalismo celebra su asunción por parte de la sociedad, como el único orden político posible desde el fin de la Edad Media. ¿A qué entonces salir a la calle a manifestarse? Porque dentro de este orden es posible un mayor o menor nivel de bienestar y de democracia. Eso es todo.
Una de las razones de nuestra falta de imaginación para pensar un orden alternativo al capitalismo, ha sido el considerarlo erróneamente como un sistema económico y social, casi natural, basado en la libertad de mercado, la propiedad privada de los bienes económicos y los medios de producción, y la progresiva liberalización y subsidiariedad del Estado frente a la sociedad civil. Así, cualquiera que intentase imaginar un orden alternativo al Capitalismo, debía cuestionar todos estos puntos, y llegar al callejón sin salida de negar o limitar la propiedad privada, la competencia en el mercado, las diferencias sociales y, en último extremo, las mismas libertades políticas.
Sin embargo, el Capitalismo debería en mi opinión, definirse como una parte del orden político que sustituye al Feudalismo y alumbra el inicio de la Edad Moderna. Es decir, como un orden político que nace de la mano del Estado Moderno (frente al orden feudal de la Edad Media). El Capitalismo es ante todo, una forma política de dominación, en la que la riqueza y las leyes sustituyen a los castillos y a la caballería medievales, como instrumentos de poder de unas nuevas élites, renovadas y en continuo proceso de cambio histórico.
Imaginar una alternativa al Capitalismo es pues, imaginar un orden político nuevo. Pues al pasar de las armas y la guerra feudales (incluidas las armas del espíritu, la Religión), a las nuevas herramientas de poder: el orden territorial del Estado, con su aspiración al monopolio legítimo de la violencia y el Derecho; la riqueza económica; y el dominio técnico y científico sobre la Naturaleza y la misma sociedad, el Capitalismo no sólo se implanta contra el libre mercado (del trabajo, destruyendo el mundo artesanal, y de los bienes y servicios, imponiendo la lógica del monopolio desde arriba, primero en los llamados mercados nacionales, y después en el orden de la economía global), sino contra la libertad política misma, esto es, contra cualquier aspiración democrática real.
Por último, la propia evolución tecnológica y científica, la otra cara de la moneda de este orden político construido sobre el monopolio económico y la oligarquía política, enmascaradas por el mercado y el juego de los Partidos, tiende a devaluar y marginalizar el trabajo humano, frente a los procesos técnicos e inteligentes de producción protagonizados por las máquinas.
Decir hoy, uno de mayo, no al Capitalismo, es afirmar la posibilidad de un orden de cosas no sólo posible, sino mejor y necesario, y nuevo. Es apostar por el mercado y por la propiedad privada reales, vueltos a la escala humana, y por la democracia, frente a las risueñas élites de nuestro tiempo.
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