El abrazo contrario
Por Oscar M. Prieto , 30 octubre, 2017
Tarde de lunes. Cruzamos de la mano por la Plaza de Oriente. Dicen que el otoño ha llegado, pero que se ha quedado a vivir en los arrabales de la ciudad, del día. Caminando, lo vemos pasear sólo al atardecer y en las primeras horas de la mañana, que son los barrios periféricos, porque el centro del día sigue habitado por un verano de polvo, ocupa de azul extraño y de sequedad en las narices.
Vamos cogidos de la mano, nos cruzamos con cuellos que tienen anhelos de bufandas y con piernas que añoran las medias. Vamos camino de una librería. Los encuentros en las librerías tienen un halo clandestino, de reunión de revolucionarios subversivos quienes, como los anarquistas de “El hombre que fue Jueves” de Chesterton, se ocultan mostrándose a plena luz pública.
Subversivo, revolucionario, anarquista, sin duda hoy más que nunca calificativos que encajan perfectamente en la piel del lector, del lector que encuentra el lugar y el silencio en el que poder leer, escuchar, escucharse, pensar y quedarse a solas con el pensamiento. Libre, sin duda, el adjetivo que mejor define al lector, y por libre, sufrirá persecución, porque la libertad enfurece a los fanáticos.
Vivimos tiempos fanáticos, aunque la verdad nunca se colgó del brazo de un incondicional, como un paraguas. Y la belleza es un lugar al que sólo llegan los valientes. Así comienza Rafael Saravia la presentación de su nuevo poemario a la que acudimos: El abrazo contrario. Verdad, belleza y bien, eran uno con el sol para Sócrates, quien también nos advierte que hace falta valor para salir de la caverna de sombras e ilusiones, falsedades, y mirar directamente al sol. El valor de los héroes se necesita para regresar y avisar a los demás del engaño y señalarles la verdadera luz. Este es el empeño del poeta, su arrojo y su coraje. El abrazo contrario, nos advierte Saravia, es ese abrazo que no une, que desune. Un abrazo de no amor y sí egoísmo. Todo lo que representa la ausencia de fraternidad entre iguales. Y su libro, poemario, por tanto, es una denuncia y un anhelo de lo contrario. Yo recomiendo su lectura y ponernos también en el otro lado del abrazo, porque si sólo amamos a quienes nos aman ¿qué mérito tenemos?
Salud.
www.oscarmprieto.com
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