El agua más allá del mundo
Por José Antonio Olmedo López-Amor , 6 mayo, 2014
Por: José Antonio Olmedo López-Amor
“Todos estamos condenados a un hechizo cósmico.
El universo es irremediablemente fugitivo.
Nadie puede detenerse”.
Alejandro Dolina
El agua en el Universo
El planeta Tierra está cubierto por agua líquida en más de un 70%, una persona adulta que pese 70 kilos puede estar compuesta por 49 litros de agua, es difícil de entender, pero así es, el agua es un ingrediente indispensable para la vida tal y como la conocemos. En descubrimientos científicos recientes, se ha constatado que el agua también está presente en distintas latitudes del Universo, por ejemplo, la materia de la que están compuestos los cometas es: agua, hielo seco, amoníaco, metano, hierro, magnesio, sodio y silicatos; grandes icebergs de hielo, piedra y polvo que recorren los sistemas solares sembrando partículas que van perdiendo en la erosión de su viaje. O también las Estrellas, hasta hace poco desconocíamos que una Estrella pudiese albergar agua en estado líquido, por sentido común, deducimos que de un astro en constante ebullición como nuestro Sol, sería imposible que emanase agua, pues la emana. En su proceso de formación, las Estrellas, “riegan” literalmente -con agua en estado líquido- una gigantesca zona alrededor suyo (la zona que puede convertirse en su sistema solar) mediante fuertes eyecciones que emiten en direcciones opuestas, se desconoce por completo ese proceso, pero se ha demostrado científicamente. El lugar escogido por las fuerzas de la naturaleza para nacimiento de la estrella, comienza a “enroscarse” a palpitar, toda materia colindante se siente atraída por una fuerza invisible que las fusiona y somete a condiciones extremas, es decir, que la estrella funciona como colisionador, se colapsa y forma una estrella que se desarrollará y producirá energía, morirá y volverá a renacer en un bucle cíclico de milenios. Además, el agua orbita en forma de vapor, en derredor de la joven estrella, formando curiosas composiciones, un hecho que a las mentes más fantásticas e inquietas ofrece mucho juego para elucubrar.
En el año 2011, la revista Astrophysical Journal Letters publicó el estudio de un grupo de científicos estadounidenses y japoneses que afirmaba, teniendo en cuenta que la edad del Cosmos es de 13.600 millones de años, que el agua había estado presente en los procesos de formación del Universo, más concretamente, cuando éste tenía la edad de 1.600 millones años. Llegaron a esta conclusión al realizar un asombroso descubrimiento, a 12.000 millones de años luz de la Tierra encontraron un cuásar (objeto celeste de apariencia estelar asociado generalmente a una radiofuente), que contenía la mayor cantidad de agua jamás encontrada en el Espacio, una cantidad equivalente a 34.000 veces la masa de nuestro planeta. Los astrónomos descubridores pertenecían al Jet Propulsion Laboratory (JPL) de la NASA y al California Institute of Technology (CALTECH).
La cantidad de vapor de agua que rodea al cuásar llamado (APM 08279+5255)es equivalente a 140 mil billones de veces la de toda el agua contenida en los océanos de nuestro planeta; su temperatura es de -53 grados Celsius y es 300 mil millones de veces menos denso que la atmósfera de la Tierra, pero de 10 a 100 veces más denso que lo típico en las galaxias como la Vía Láctea.
Una de las peculiaridades que tiene este cuásar, es que está ubicado en las inmediaciones de un supermasivo agujero negro, un fenómeno cósmico que es 20 mil millones de veces más masivo que el Sol y produce una energía mil billones de veces superior a la que genera nuestro astro.
“El vapor de agua es un gas que muestra la naturaleza de un cuásar. En este caso, el gas se distribuye alrededor del hoyo negro en una región gaseosa que abarca cientos de años luz“, explicó en un comunicado el JPL.
Medir la cantidad de vapor de agua y de otras moléculas, como el monóxido de carbono, sugieren que hay suficiente gas para alimentar al hoyo negro hasta que crezca seis veces su tamaño. Si esto pasa, gran parte del gas podría condensarse y formar estrellas, explicaron los astrónomos.
El descubrimiento en cuestión, fue propiciado por una “casualidad cósmica”, una galaxia, digamos cercana al citado cuásar, se alineó entre él y nosotros, magnificando y cambiando el curso de su luz y proyectando su formación hasta en cuatro imágenes, lo cual facilitó su avistamiento enormemente; dicha alineación, -que hizo el efecto de lente gravitatoria- redujo a 14 horas de observación lo que podría haber costado 580 días de observación continua utilizando radiotelescopios de 100 metros, todo un regalo de la Naturaleza.
Por si fuera poco, no es ni siquiera necesario salir de nuestro sistema solar para certificar que, en efecto, el agua alguna vez abundó por todas las latitudes. La geografía de Marte, el planeta rojo, evidencia que en el pasado hubieron corrientes de agua en su superficie, algo que ha sido una sospecha hasta hace muy poco, cuando el Curiosity confirmó tales indicios, aunque seguramente no se trate de mares.
En el año 2012, un orbitador de reconocimiento lunar de la NASA, emitió un informe afirmando que, al menos, una quinta parte del cráter llamado Shackleton (accidente ubicado en una franja oscura de dicho satélite) está formado por agua congelada. Y hablando de satélites, Europa (satélite del planeta Júpiter), tiene corrientes de agua líquida debajo de su superficie helada: Calixto (luna de Júpiter), está constituido por un 40% de hielo y Ganímedes (luna de Júpiter), posee un núcleo rocoso que está envuelto en un manto de agua y hielo. Eso si hablamos de las lunas de Júpiter, pero Encédalo (luna de Saturno), ha demostrado que expulsa agua de su interior en sus constantes géiseres.
La Naturaleza nunca hace las cosas gratuitamente, si ha determinado que el agua se libere de forma sistémica por muchísimas zonas del Universo y en cualquiera de sus estados, será que algo o alguien se afana -o afanó- por garantizar que la vida tuviese siempre una alta probabilidad de manifestarse. En la mecánica celeste, el agua es un factor importante, y estoy seguro de que a medida que la ciencia nos vaya descubriendo más y más regiones de las que ni teníamos constancia, los hallazgos irán revelando toda la grandeza del milagro de la vida.
En abril de 2008, la revista Nature publicó un estudio realizado en la Universidad de Turku (Finlandia). Según dicho estudio, un equipo de científicos con el doctor Mauri Valtonen a la cabeza, descubrió un sistema binario, un Blazar (una fuente de energía muy compacta y altamente variable, asociada a un agujero negro), llamado OJ 287, en la constelación de Cáncer. Generalmente el Blazar se constituye en el llamado (Disco de acreción) de un agujero negro, una región llena de materia que es susceptible de ser atraída por la fuerza del agujero, pero que todavía no ha atravesado su horizonte de sucesos. Dicho sistema binario descubierto por Valtonen, parece estar constituido por un agujero negro menor que orbita en torno a otro mayor, siendo la masa del mayor de 18.000 millones de veces superior a la de nuestro Sol, lo que lo convierte en el mayor agujero negro conocido hasta la fecha. Se supone que en cada intervalo de rotación el agujero negro de menor tamaño, que tiene una masa equivalente a 100 millones de soles, golpea la ergosfera del agujero negro de mayor tamaño, hasta dos veces, generando con ello un cuásar situado a 3500 millones de años luz de la Tierra. Sin duda, un espectáculo que si tuviésemos la dicha de contemplar, no podríamos evitar derramar lágrimas de emoción, unas lágrimas compuestas en un 98% por agua, quizá la misma agua que algún día y debido al proceso de transformación -y no destrucción- de la materia que lleva a cabo el Universo, formará parte de algún hermoso acontecimiento estelar.
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