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«El baño del diablo», de

Por José Luis Muñoz , 13 marzo, 2025

La que recibió el premio a la mejor película en el pasado festival de Sitges no es  ni fantástica ni terrorífica al uso, no hay sustos, ni subrayados sonoros, ni tormentas ni oscuridades amenazadoras, aunque sí inquietante, sino una reconstrucción dramática, más próxima al cine histórico, de determinados usos y costumbres del agro austriaco en el siglo XVII.

El film empieza, no es spoiler, con una mujer que arroja por una catarata a su bebé recién nacido, se acusa de su crimen, se confiesa ante la iglesia y es ajusticiada mediante decapitación. Al parecer era una práctica bastante común en esa época, hasta cuatrocientos casos documentados, entre las mujeres que querían suicidarse y creían que por su condición de suicidas estarían toda la eternidad vagando en el infierno, pero si asesinaban a niños, y a continuación pedían confesar su atroz crimen, conseguirían el perdón eterno.

El baño del diablo, codirigida por Severin Fiala (Horn, 1985) y Veronika Franz (Viena, 1965), que es la cuarta vez que codirigen una película —La cabaña siniestra, Kern y Buenas noches, mama—sigue los pasos de Agnes (una impactante interpretación de Anja Plaschg), una aldeana profundamente religiosa que se casa con el campesino Wolf (David Scheid) con la esperanza de tener un hijo varón pero no consigue que su marido consume el matrimonio, quizá porque su orientación sexual (hay un plano fugaz en el que tontea con otro hombre) sea otra. La muchacha, que tiene una tensa relación con la madre de su marido (Maria Hofstäter) entrará progresivamente en un proceso de melancolía aguda y enajenación mientras en la aldea un joven se cuelga en su granero y no recibe sepultura, y será tratada con unos métodos heterodoxos por el barbero del pueblo que también ejerce de curandero.

Los dos directores austriacos reconstruyen esa vida del agro que nada tiene de idílica y sí de una enorme dureza (las escenas de pesca en el lago). La vida miserable y paupérrima, la ignorancia y el fanatismo de unos habitantes profundamente supersticiosos es retratada con rigor en un film que convierte ese paisaje idílico de ríos en donde lavan la ropa las mujeres, bosques inmensos que parecen laberintos y prados en algo hostil al ser humano, salvaje y amenazador.

Hay alguna escena que impacta, por paradójica, como esa celebración a la vida con sus excesos gastronómicos y etílicos tras una ejecución con el cadáver presente como convidado de piedra a esa fiesta en su honor. Ulrich Seidi, uno de esos directores austriacos más provocadores, es uno de los productores del film y se nota su impronta ácida y su apuesta por el feísmo tras las bambalinas y, además, la codirectora Veronika Franz ha sido guionista del director austriaco y actualmente es su esposa. Quizá le sobren minutos a una larga película de casi dos horas y haya un cierto alargamiento de las escenas y el ritmo sea demasiado moroso, pero lo que sí consiguen los directores es envolvernos en un ambiente malsano y enfermizo que demoniza esa vida rural que tantas veces se idealiza. Un buen fresco histórico rigurosamente reconstruido ante nuestros ojos para que viajemos al siglo XVII y deseemos salir de él cuanto antes.

Título original: Des Teufels Bad
Año: 2024
Duración: 120 min.
País: Austria
Dirección: Severin Fiala, Veronika Franz
Guion: Severin Fiala, Veronika Franz
Música: Anja Plaschg
Fotografía: Martin Gschlacht
Compañías: Coproducción Austria-Alemania; Ulrich Seidl Film Produktion GmbH, ARTE, Bayerischer Rundfunk (BR), Heimfilm Gmbh, Österreichischer Rundfunk (ORF)
Género: Drama. Terror | Siglo XVIII. Folk Horror. Vida rural

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