El camino que nos llevaba a Belén
Por Jordi Junca , 23 abril, 2014
La semana santa conmemora cada año la muerte y resurrección del que ha sido considerado desde siempre el hijo de Dios nacido en la Tierra. Como es habitual, las cadenas televisivas han aprovechado la ocasión para ofrecer el visionado de clásicos relacionados con esta celebración. Además, esta última semana hemos tenido la oportunidad de consumir un número considerable de documentales que han sido el resultado de las investigaciones más recientes acerca de quién fue realmente Jesucristo.
Imagen de unos de los evangelios apócrifos encontrados en Qumrán
Parece inapelable que hace unos 2000 años nació en la región de Galilea un hombre que cambiaría la vida de sus contemporáneos y la de sus múltiples descendientes, siguiendo el mismo proceso generación tras generación. La imagen tradicional de este individuo consiste en un ser humano que anda a caballo entre el cielo y la Tierra, un ser al que conocemos básicamente a través del nuevo testamento, supuesto testigo de las hazañas e ideales que Jesús realizó e inculcó en un mundo convulso y dominado por el metal de las espadas romanas.
Sin embargo, la Biblia apenas nos ofrece datos de la parte humana de Jesús, haciendo especial hincapié en su lado más divino y sobrenatural. Como resultado de ese vacío, muchos arqueólogos y estudiosos bíblicos han dirigido sus esfuerzos en discernir las dos partes de la misma moneda o, en definitiva, han planteado diversas ecuaciones para despejar una incógnita que se esconde entre un espeso follaje. Dichas investigaciones se han traducido en productos audiovisuales que hemos podido ver en televisión esta última semana, en canales como Discovery Max, Canal Historia o National Geographic. Todos esos documentales coinciden en un mismo punto: Jesús existió, aunque su vida no fuera necesariamente la que establece la tradición.
Sea como fuere, y siempre según estas investigaciones, Cristo nació hace por lo menos dos milenios en la región de Judea (actual Israel), que por aquel entonces estaba gobernada por los romanos y que además constituía un punto estratégico para la dominación del Mediterráneo, por un lado, y el control de la frontera del imperio Parto, por otro. En cualquier caso, el pueblo judío se encontraba en una situación inestable y, es comprensible, surgieron diversas corrientes apocalípticas en el seno de la religión judía. Se especula, en este sentido, con que Jesús pudiera ser partícipe de este movimiento y que hubiera pertenecido desde una edad muy temprana a sectas apocalípticas judías tales como la de los esenios, conocidos por su ascetismo y ubicados entre las dunas del desierto. La influencia de sus ideales, por ende, habría sido decisiva en lo que se refiere a la concienciación del propio Jesús de su naturaleza mesiánica. Juan Bautista, supuesto familiar del propio Cristo, habría tenido especial importancia en este contexto; como prueba, por ejemplo, una muerte cruel también en manos de los romanos. En resumidas cuentas, si los estudios bíblicos más recientes están en lo cierto, ello supondría que Jesús podría haber sido en realidad un líder revolucionario en contra del sistema religioso y, cuidado, también dentro del panorama político.
Así pues, primero Juan Bautista y después el propio Jesús habrían liderado un movimiento que ponía en tela de juicio la religión judía tradicional y el sistema gubernamental romano a partes iguales. Llegados a este punto, y teniendo en cuenta que incluso en la Biblia se insinúa que ambos compartían parentesco, los expertos han coincidido en la posibilidad de que, en efecto, Jesucristo tuviera una familia con sus padres, hermanos y sobrinos. A través del nuevo testamento, complementado con la información extraída de los intrigantes evangelios apócrifos descubiertos en Qumrán, se ha llegado a la conclusión de que Jesucristo habría sido el miembro de una familia habitual judía. Se conocen incluso los nombres de algunos de los supuestos familiares antes desconocidos, el más importante el de su hermano mayor Santiago. Algunos señalan, en este sentido, que en realidad esta supuesta familia pertenecía a un enlace anterior de José y que, por tanto, a fin de cuentas, hablamos de hermanastros. Otros, no obstante, insinúan que esta concepción fue el resultado de una modificación a conciencia en los albores del cristianismo, en aras de proteger la imagen virginal (y primordial para la salud de la cristiandad) de María. Luego, como ocurre con todos los hombres, vino la muerte.
Efectivamente, la indudable influencia ejercida por Jesús sobre un gran número de seguidores obligó a los romanos a tomar medidas. En ojos de los gobernadores latinos, el Mesías era en realidad un alborotador que solo hacía que complicar las cosas en una Jerusalén ya de por si revolucionaria. Fue entonces cuando decidieron crucificarlo, como hacían regularmente con muchos otros hombres que no gozaban de la protección de la ciudadanía romana. Los últimos estudios, sin embargo, especulan con que Jesús no habría hallado la muerte entre los dos troncos de madera. Así las cosas, según el documental de Discovery Max El misterio de la crucifixión, y siguiendo las pautas establecidas por el relato bíblico, parece que en efecto Cristo no estuvo en la cruz el tiempo suficiente para morir, aunque tal vez sí para entrar en coma. Esta teoría explicaría la supuesta resurrección desde un punto de vista científico, que en ningún caso sería compatible con la visión que se sustenta en la fe.
A propósito de la muerte de Jesús, el documental Los secretos de la Biblia: las escrituras prohibidas explicaría qué ocurrió después de la crucifixión. Este producto audiovisual se centró sobre todo en el contenido de los evangelios apócrifos, escritos de procedencia cristiana y gnóstica que quisieron transmitir su propia visión de la figura del Mesías. Después de cientos de años, el hallazgo de estos textos supuso un gran avance dentro de la búsqueda del verdadero Jesús, teniendo en cuenta que el nuevo testamento es en realidad un producto humano. En efecto, este documental de canal historia adoptaba una postura conciliadora entre evangelios canónicos y apócrifos, y criticaba la criba que llevaron a cabo los padres de la Iglesia y que proclamó el carácter divino, y solo divino, de Jesús. Por el contrario, los estudiosos de estos escritos censurados desde tiempos inmemoriales, abogan por una visión del Mesías desde una perspectiva humana y sostienen que fue después, mediante figuras como la de San Pablo, cuando se configuró y estableció una nueva religión que giraba entorno un hombre divinizado, sí, pero un hombre al fin y al cabo. Dicho de otra manera, los expertos defienden que el cristianismo actual es en realidad el resultado final de unas reformas instauradas por lo menos trescientos años después de la muerte de Cristo, tiempo suficiente para que su imagen y vida fueran distorsionadas considerablemente. Lo cierto es que, sea como fuere, el debate sigue abierto y no parece que se vaya a llegar a un acuerdo. Quién sabe, pasados los años, dónde nos conducirá ese camino que hasta el momento nos llevaba a Belén.
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