El caos
Por José Luis Muñoz , 22 marzo, 2016
¿Es un oxímoron un caos organizado? Cada vez estoy más convencido de que el caos que parece dominar el mundo desde hace unas décadas no es algo casual, sino que hay una intencionalidad programada para que siga y se multiplique, porque detrás de él hay oscuros intereses para que así sea, o confluencias sospechosas. Será por deformación profesional, pero cuando se intenta descubrir quién está detrás de un crimen hay que buscar directamente al que sale beneficiado por él, que lo pueda haber perpetrado directamente o, si es más inteligente, a través de terceros a los que a lo mejor ni siquiera conoce e ignoran que son manipulados. El jugador de ajedrez que mueve sus piezas.
El terrorismo ha golpeado hoy, con toda su brutalidad, Bruselas, el centro de Europa, causando dolor irreparable en las víctimas directas y terror paralizante en la sociedad belga y europea. El terror ha cumplido con su objetivo. Meses atrás había sido París, golpeado por dos veces, y Londres, Madrid, Moscú, Marrakech, Mogadiscio, Bamako… Los atentados de Bruselas se producen, casi de forma simultánea, con las vergonzantes imágenes de la crisis de los refugiados, los nuevos judíos, a los que Occidente, una Unión Europea cada vez más inepta y pasiva, rechaza, expulsa, pone en su camino un sinfín de barreras y acaba pagando a Turquía para que actúe de gendarme y los detenga en una política que no dudo en calificar de criminal, porque mata a la gente. No se tardará en invertir en patrulleras que los intercepten en el mar y disparen contra las barcazas que crucen el Mediterráneo para que no lleguen. Y mueren niños, de frío, se amputan pies y piernas a los refugiados, que huyen de los que ponen bombas en Madrid, París y Bruselas, en esos campamentos de la vergüenza sumergidos en el fango, una imagen que recuerda lo que sufrió el éxodo republicano cuando buscó refugio en la Francia del Frente Popular (un hecho vergonzante que me viene a la cabeza ahora, porque seguimos repitiendo la historia, como si no hubiéramos aprendido nada de ella), se humilla y mortifica a esos millones de personas que no tienen país porque Occidente, con una política irresponsable, contribuyó activamente a que lo perdieran.
El caos está planificado. El caos está planificado para que el ideal de Europa, si lo hubo hace décadas, desaparezca dinamitado por las bombas y el tableteo de los kalashnikov. Ya ha desaparecido. Europa ya tiene fronteras y controles por todas partes. Europa pierde día a día las libertades que la caracterizaron. Gana el terrorismo. Gana quien está detrás de ese terrorismo.
Con la caída del muro de Berlín y el desmantelamiento del bloque soviético, era una necesidad crear un foco de tensión para justificar la industria armamentística y dar relevancia a las empresas de seguridad, otro de los grandes beneficiarios de este caos. La concatenación de sucesos tras el 11 S, con la invasión de Afganistán, la destrucción de Irak, una primavera árabe que derivó en otra cosa y la desaparición de Libia, parecen los movimientos de una jugada diabólica con dos objetivos muy claros: crear un movimiento yihadista de reacción en territorios en donde no había (Sadam Hussein, Muamar al Gadafi y Bashar al- Ásad, autócratas sanguinarios, eran laicos), que se ha conseguido con creces con el nacimiento del DAESH y las ramas de Al Qaeda, y agitar el avispero en el sur de Europa para perjudicarla directamente. El patético trío de las Azores fue el peón utilizado por Spectra (diría el desaparecido Manuel Vázquez Montalbán) para desestabilizar las dos orillas del Mediterráneo. Los valores europeos, de los que en estos momentos nadie se acuerda, no un simple mercado económico, podrían ser peligrosos para los que mueven los hilos del mundo a los que sólo les mueve el poder y el dinero. El terrorismo gana por goleada la partida. Hay pérdidas de libertades, control de las comunicaciones, restricciones a la libertad de expresión y movimiento. Nunca estuvimos tan controlados como lo estamos ahora: nuestra imagen la registran un sinfín de cámaras desde que salimos de nuestra casa; nuestras conversaciones son escuchadas y nuestros correos electrónicos han perdido su condición de privacidad. Y a ello hay que añadir un empobrecimiento progresivo de la población, debido a los recortes sociales, para redondear la situación.
En este momento de crisis de valores la izquierda europea es la gran desaparecida del escenario: está ausente de Europa, y en países como Grecia, con Syriza, ha sido absolutamente domesticada para que no suponga ningún riego y aplique obedientemente el dictat de la Troika. Paralelamente crecen en toda Europa, menos en España, los movimientos xenófobos, racistas, de extrema derecha y antiislamistas. Todo un caldo de cultivo social que recuerda al que hubo previo a la Segunda Guerra Mundial.
Da la sensación de que todo está descontrolado en el mundo en el que vivimos y que sufrimos, cuando todo, seguramente, está absolutamente controlado por los que planifican, desde sus despachos, ese descontrol rentable que cotiza en bolsa. Las dos guerras mundiales, la guerra fría y la guerra contra el terrorismo son, ante todo, oportunidades de negocio que juegan con las cartas de los nacionalismos y las religiones para arrastrar a las masas en uno u otro sentido y enfretarlas. Para ellos, los sin nombre, no somos más que una manada de ñus y nuestra sangre y nuestra carne no tiene ningún valor, porque somos los peones a sacrificar por los que juegan la partida. Siempre ha sido así.
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