El culto a lo feo
Por Jesús Cotta , 5 abril, 2014
¿De dónde nació la perniciosa idea de que el que señala lo feo y lo malo es más listo que el que señala lo bello y lo bueno? Nació del «piensa mal y acertarás», del «cuando el río suena, agua lleva», del niño que descubre que el mundo es más complejo de lo que le han contado y se cree, pues, que pensando siempre mal es ya un adulto; nace, en fin, de una concepción del mundo según la cual en la fealdad y en la maldad hay más verdad que en la belleza y en la bondad, como si un poema de destrucción y villanía describiese mejor el mundo que uno de creación y nobleza.
Por ejemplo, estamos en un bosque y mengano señala la belleza vertical de los árboles, el alboroto horizontal, festivo y espumoso del río y los rayos oblicuos del sol dorándolo todo y, entonces, fulano se ríe de su ingenuidad y señala con un rictus de superioridad la boñiga de una vaca y un polluelo de golondrina devorado por hormigas. ¡Oh cuán sabio es fulano, el fundador del feísmo!
Fulano es todos esos que dicen «caca culo pedo pis» y se creen por ello muy listos; es la enfermedad de considerar cursi todo lo que no sea grosero; es Miley Cyrus magreándose en escena para que todos veamos qué requetemala es, como si tales magreos fueran una proeza; es lady Gaga vistiéndose de filetes de ternera y haciendo que vomiten en ella durante una actuación; es el escritor al que, para no incurrir en el «tralarí tralará», no se le ocurre otra cosa que mostrar la parte más fea de sus personajes; son esos tatuajes de arañas y dragones que se lucen en las playas; son los que matan a los príncipes guapos de todos los cuentos, los que reivindican a las brujas frente a las hadas, a los demonios frente a los ángeles, los que nos invitan al asco, a la misantropía, al desencanto, al suicidio.
Sin embargo, aquí en el árbol desde el que os hablo los ángeles me han dicho que sí, que el universo es bello y que lo feo no es el polluelo devorado por hormigas, sino el sucio dedo que lo señala no para que la pena nos ennoblezca, sino para que el asco nos desespere y nos impida gozar de la luz de la belleza.
También me han hablado a veces los demonios, pero sus palabras son feas y reptiles, las dicen escupiendo saliva y blasfemando y nunca podrán salvar a la golondrina.
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