El diálogo entre el texto y la imagen: un género en auge
Por Jordi Junca , 11 abril, 2014
Paula Bonet, ilustradora valenciana con gran reconocimiento, presentó recientemente su primer libro junto a la editorial Lunwerg: Qué hacer cuando en la pantalla aparece THE END. Después de apenas dos semanas, la publicación ha resultado ser un auténtico éxito de ventas.
Al principio, los hombres dibujaron entre las rocas lo que creían ver en ellas, después se dedicaron a copiar lo que la naturaleza ya había creado antes y, mucho más tarde, llegó el siglo XX. Fue entonces cuando surgieron las vanguardias y con ellas el nacimiento de una nueva era, diferente en todo caso, pues es harto difícil decidirse entre Miguel Ángel o Salvador Dalí. Sea como fuere, uno de los triunfos de aquellos hombres del siglo pasado es el abandono de la mímesis o arte de la imitación, en la que el artista era, en muchos sentidos, un artesano que solo se servía de sus propias manos. En cambio, las vanguardias lo concibieron como el individuo que conecta con el otro mundo, una suerte de chamán, capaz de ver cosas que no pertenecen al mundo sensible. En este contexto, el arte se define por la transmisión de un mensaje cifrado, cuyas reglas nada tienen que ver con la realidad tal y como la conocemos. El arte se convierte, en resumen, en la plasmación de lo metafísico en el plano físico, en el cristal del espejo que nos conecta con lo que se encuentra al otro lado. Es en estas circunstancias cuando todas las artes – a saber literatura, escultura, pintura, etc. – forman parte de un mismo proyecto y, en definitiva, constituyen diferentes lenguajes que transmiten en el fondo la misma información.
En esta misma dirección se sitúa el primer libro publicado por Paula Bonet, ilustradora de renombre y que ahora ya flirtea con la literatura de la mano de la editorial Lunwerg. Estas últimas semanas ha resultado ser un éxito de ventas, acompañado de una gran repercusión mediática fruto de las presentaciones en librerías y las multitudinarias firmas de libros que ya se han llevado cabo, además de otras que todavía quedan pendientes este mes de abril. La publicación y el éxito de este libro ya no son una novedad, sino la confirmación de un género que vive su momento más dulce.
En efecto, hablar de Qué hacer cuando en la pantalla aparece THE END es hablar del primer volumen en el cual la autora propone un diálogo entre texto e imagen, si bien es cierto que no se trata de un hecho aislado dentro del panorama literario. En un mundo que se define por la velocidad, y donde los seres humanos cada vez tienen más prisa, crece exponencialmente la demanda de mensajes cortos y directos. Así nació twitter y así nació la literatura de los instantes, haciendo bandera de la brevedad como su bien más preciado. Y eso es precisamente lo que nos ofrece Paula Bonet: instantes, ideas, tal vez pequeñas epifanías o certezas. Textos difíciles de clasificar por su naturaleza fugaz, que andan a caballo entre el relato, el microcuento o incluso la anotación. En resumidas cuentas, la autora nos hace partícipes de experiencias muy breves y concretas, a veces tiernas y a veces trágicas.
Por otro lado, acompañando a los textos (o viceversa) nos encontramos con las ilustraciones, que a decir verdad no suponen ninguna revolución dentro del estilo al que nos tiene acostumbrados la artista. A grandes rasgos, hablamos de ilustraciones que se ubican entre el dibujo realista y el esbozo, donde destaca la palidez del blanco y negro interrumpida por apariciones estelares de colores vivos. En cierto modo, el libro recuerda a los clásicos libros infantiles que estimulan la creatividad por encima de todo; libros donde, efectivamente, texto e imagen juegan exactamente el mismo papel. Quizás este parecido no sea tanto una casualidad, sino la muestra de que Picasso no mentía cuando decía que le hubiese gustado ser de nuevo el niño que fue, aquel niño cuya imaginación no tenía límites impuestos por la educación o la costumbre. La nueva obra de la ilustradora parece querer recuperar esa parte infantil que se esconde siempre en algún lugar, y lo hace mediante conexiones, metáforas y, por supuesto, dibujos. A través del lenguaje y la imagen, la ilustradora nos traslada a esos momentos fugaces y que están ya por terminar.
En cualquier caso, se trata de un libro que nos confirma lo que sospechábamos: la literatura debía reinventarse y ahora empiezan a verse los primeros resultados, y ya no solo nos referimos a Paula Bonet si no a otros artistas como Miguel Noguera o Juanjo Sáez. Aunque distintos entre ellos, todos tienen esa voluntad conciliadora entre el texto y la imagen. Miguel Noguera es un artista inclasificable, que según él mismo se define por el simple hecho de tener ideas y después contarlas. En sus libros (ya van cuatro con el último, Mejor que vivir) nos topamos de bruces con las situaciones más absurdas y surrealistas, a veces con una imagen, a veces con un texto, a veces ambas. Se trata en realidad de la conexión más directa con los productos de la mente, libre de filtros o muros, y que no necesariamente tienen un objetivo claro. Juanjo Sáez anda por la misma senda, sin embargo sus últimas obras han adquirido un carácter más reivindicativo y personal, acercándose cada vez más a una literatura-protesta en una de sus últimas publicaciones: Crisis (d’ansietat)
Es evidente que la cultura avanza a la misma velocidad que la tecnología, y es que no puede permitirse el lujo de acomodarse. Buena muestra de ello es la obra de Paula Bonet y, en general, la literatura que se adapta a este nuevo ritmo frenético, un ritmo que se sostiene entre la escritura y la ilustración. Una literatura que, al fin y al cabo, es fiel testigo de las vanguardias y que se siente más arte que nunca. Un género que está en auge y que promete haber venido para quedarse.
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