El gremio de los futbolistas
Por Jordi Junca , 28 abril, 2014
Tito Vilanova llevaba meses y tal vez años luchando contra esa enfermedad que finalmente le ha arrancado la vida cuarenta y cinco años después de que ésta empezara. Aunque no existe una muerte dulce – no al menos para los que se quedan – uno siempre espera que el fin de los días venga con la edad y el inevitable desgaste del tiempo. Ni Tito ni sus familiares y allegados han tenido esa suerte, y sin embargo el que fuera entrenador del Barcelona ha tenido la fortuna de dedicarse a un oficio que le mantendrá vivo en tanto que se le recuerde. En el fútbol, como en muchos otros ámbitos de la vida, la eternidad es un bien muy preciado y reservado solo para unos pocos. Solo el tiempo dirá qué lugar ocupará Tito dentro de esta historia, pero, por lo pronto, parece que el mundo no está dispuesto a olvidarlo, mucho menos sus compañeros de profesión.
Como no podía ser de otra manera, la muerte de Tito Vilanova ha sacado a relucir lo mejor de este deporte que para algunos es una profesión muy lucrativa y para otros una pasión por la que se sacrifican muchas cosas. En cualquier caso, todos ellos forman parte de un gremio con más de cien años de historia; un gremio cuyos componentes comparten una dedicación y unos valores, donde en el fondo, como en cualquier gremio que se precie, todos luchan por un mismo objetivo y trabajan por el bien común. Aunque puedan surgir y hayan surgido rivalidades que rozan la locura, es bueno saber que detrás de toda esa fachada construida a base de insultos, patadas y violencia en las gradas, existe algo mucho más firme y consistente: las leyes no escritas de un código de honor que se olvida demasiado a menudo y que sin embargo se mantiene en pie, ahí detrás, siempre oportuno, esperando el momento justo para aparecer entre los ladrillos.
En efecto, el fútbol ha demostrado este fin de semana que los resultados y las rivalidades juegan, por inverosímil que parezca, un papel secundario. La prematura muerte del que fuera protagonista por derecho propio de la mejor época del Barcelona no solo ha afectado al barcelonismo, sino que, muy al contrario, su estela se ha extendido hasta los rincones más recónditos del viejo continente. Muchos equipos fueron los que se acordaron de aquel hombre que, junto a Pep Guardiola, supo llevar la práctica del fútbol al siguiente nivel, recogiendo el testigo de la Naranja Mecánica, el Milan de Sacchi o el Dream Team de Cruyff. Un legado que costará de olvidar, una filosofía que ahora adopta el Bayern de Múnich y que al Barcelona se le escapa entre los dedos, una búsqueda de la excelencia futbolística que podría marcar el inicio de una nueva era. Seguramente por todo ello, un respetuoso minuto de silencio precedió la disputa de muchos partidos, y ya no solo hablamos de los encuentros televisados y de categorías altas, sino de muchos otros que se jugaron bajo la atenta mirada de apenas unas decenas de espectadores, a veces ni siquiera eso.
En este sentido, el Real Madrid merece una mención especial, teniendo en cuenta además el clima de crispación que se respiraba no hace tanto, apenas unos meses, cuando José Mourinho se empeñaba en derrumbar ese señorío que se suponía caracterizaba al club. Merece una mención especial, decíamos, la muestra de cariño y respeto que ofreció el Bernabéu este último sábado, donde se pudo escuchar un silencio que hablaba simplemente por su rotundidad. Nadie se acordaba entonces del eterno rival, nadie se extrañó de que la efigie del difunto apareciera imponente en los enormes marcadores del estadio enemigo. En realidad lloraban la muerte de un compañero. Lamentaban la pérdida de un camarada del gremio que, desgraciadamente, ya solo viviría en el recuerdo.
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