El infantilismo de Enrique Krauze
Por Eduardo Zeind Palafox , 31 octubre, 2014
El señor Enrique Krauze, que se jacta de izquierdista, de liberal, olvidó que los artículos periodísticos escritos por marxistas no deben padecer el infantilismo. El sufijo “ismo”, dice la “Nueva gramática de la lengua española”, “forma derivados de base adjetivales”. Nuestra lengua, se sabe, es predicativa (adjetival), un “logos nominal constructo”, citando a un filósofo español.
Los adjetivos son derivados de la realidad, no la realidad (primero somos hombres y luego judíos, liberales o palestinos). La realidad, lo situacional, es anterior a la esencia, al ser, y a la existencia, a la identidad. El infante, que a fuerza de imaginación se hace actor, que a fuerza de actuación hace escenarios aquí y allá, no alcanza a comprender tal anterioridad.
Los hombres infantiles confunden la batología con la tautología y la contradicción con la paradoja. Batología y paradoja son instrumentos de todo autor que pretende poseer una “inteligencia sentiente”, que diría Zubiri. La “inteligencia sentiente” no es una inteligencia que ordene los estímulos o que sensualice los conceptos; no es, digámoslo lacónicamente, ni kantiana ni schopenhaureriana, ni idealista ni realista, ni intelectualista ni sensualista, sino fenomenológica.
Enrique Krauze, para demostrar que es un filósofo fenomenológico, esto es, bien conciente de su psique, empieza su texto “Toma de conciencia”, publicado en reciente número de “Letras Libres”, hablando de su abuelo, que fue judío, liberal, izquierdista, casi cosmopolita, según entendemos. ¿A qué viene la cita ancestral? A persuadirnos de que Krauze “intelige” y “siente” simultáneamente la cuestión judía.
Krauze, como cualquier lector de la prensa moderna, no distingue qué es lo cercano y qué lo lejano. Hoy, merced a los mágicos medios de comunicación, fácilmente nos enteramos de lo lejano y fácilmente ignoramos lo cercano. Todo lo lejano es mera sombra, situela, ícono; y todo lo que es icónico, digámoslo así, sólo puede ser interpretado a través del mito. El artículo de Krauze no hace sino hablar de los mitos que todos conocemos. Su texto, en fin, antes refuerza vulgares creencias que aclara las dudas del público lector.
Para hablar del pleito perenne que tienen palestinos e israelíes hay que “contrastar todo con los hechos, los acontecimientos y las enseñanzas de la historia universal”, citando una línea del “Informe sobre la guerra y la paz” que Lenin, filósofo de la praxis rico en intuiciones políticas, dio el 7 de marzo de 1918. ¿Qué hechos bélicos ha sentido en carne propia el señor Krauze? Sé que ninguno. ¿Qué enseñanzas de la historia universal esgrime para opinar sobre Israel? Unas suministradas por Scholem.
¿Qué es saber histórico sin experiencias históricas? Mero mito exornado con fechas. Los mitos crean “realidades estimulantes” y la realidad crea “estímulos”. Un artículo de revista o de prensa escrito por un vano lector de mitos como Krauze es una “realidad estimulante” y no un “estímulo”, no una reproducción de la realidad. Quien sólo conoce “realidades estimulantes”, mitos, es un historiógrafo; y todo historiógrafo, sepan cuantos leen, es un propagandista que sólo puede ver lo visible, justo la parte no científica de las cosas (Bachelard). Y todo propagandista es un creador de mitos. Goebbels no nos dejaría mentir.
Leamos un fragmento del citado artículo que habla del antisemitismo: “Su expresión más socorrida es la amalgama de maldad: la equiparación de la esvástica con la Estrella de David, que a su vez supone la equiparación de la tragedia de Gaza con el Holocausto”. El venerable abuelo de Krauze, leemos, era un estudioso de Spinoza, quien explica en su “Ética” que no existe el Mal, sino situaciones buenas o malas, ni el “antisemitismo”, pero sí antisemitas concretos. El antisemitismo, luego, no es una fuerza, ni un poder: es una realidad política. ¿Ya olvidó el señor Krauze las lecciones de su abuelo?
Krauze hace erudita “amalgama” con los mitos que oyó, “amalgama” o mitología que distorsiona los hechos. Engels, maestro espiritual de Lévi-Strauss, en famosa frase afirma que la materia se transforma con cada descubrimiento científico que se hace. ¿La ciencia humana no ha trastocado el antisemitismo en más de dos mil años? Los mitos no son pensamientos científicos, sino políticos, pues nunca se ajustan por completo a sus objetos, como comenta Lévi-Strauss en su libro “Lo crudo y lo cocido”.
El artículo de Krauze, como todos los que escribe, es un “Aparato Ideológico de Estado”, extensión vulgar de los medios de comunicación masiva, destinados “a minimizar o contrarrestar las disfunciones producidas por otra actividad, con el fin de evitar una ruptura en el sistema”, según comenta Charles R. Wright en su texto “Análisis funcional y comunicación de masas”.
La estirpe Krauze, pensamos, quiere enseñarnos mesura, prudencia, templanza, a ser gentes estoicas, fuertes, sin iniciativa, meras “inteligencias sentientes” incapaces de actuar o de tomar posición. La abstención en política, señor Krauze, es imposible. Quien se llama a sí mismo izquierdista y también pacifista, o quien piensa que política y religión son cosas distintas y separables, es actor sin postura, un retórico, derivador de naderías, orador que sólo gusta de triquiñuelas y fruslerías de erudición.
Profesor Eduardo Zeind Palafox
http://donpalafox.blogspot.mx/
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