El libro de Alain sobre Spinoza
Por Carlos Almira , 23 septiembre, 2014
Hay, creo, un antes y un después en los estudios y aproximaciones a la Filosofía de Spinoza, en el librito ya clásico de Alain. Modesto en apariencia, por su extensión y por su tono, encierra en mi opinión, algo más que un resumen o un estudio de esa Filosofía. Como se reconoce en la contraportada de la edición que he manejado, la originalidad (una de las originalidades) de este libro es que el autor expone su pensamiento como si fuera el propio filósofo de Leiden el que hablara, escribiera, allá en su taller de óptica, en la Holanda del siglo XVII. Y lo hace con la rara, difícil sencillez de expresión sólo alcanzable cuando se ha llegado al fondo de las cuestiones. Esto, la profundidad del contenido y la (aparente) sencillez de la forma, sumado a la brevedad y a la originalidad del enfoque, es lo que hace recomendable, imprescindible, la lectura de esta obra, tanto para quien quiera adentrarse en el pensamiento del gran filósofo holandés como para quien busque, sencillamente, el consuelo, la salvación, en el pensamiento, que preconizaba el raro filósofo.
libro de Alain sobre el filósofo Spinoza
El punto de partida (que hunde sus raíces, como todo el pensamiento moderno racionalista en la estela de Descartes, en la escolástica medieval tardía, en asuntos como la cuidadosa distinción entre esencia y existencia), es aparentemente, la filosofía del conocimiento, pero en realidad es el problema que todo ser humano se ha planteado alguna vez: el sentido de la vida, entendida como el devenir de acontecimientos que nos arrastra, como una fuerza ciega, hacia la destrucción. Con un lenguaje límpido y en un tono casi escolar, el Spinoza de Alain nos plantea el problema esencial, ya desde las primeras líneas: los seres humanos, como todos los seres (dejando aparte a Dios) están sometidos desde su nacimiento a la fuerza de todo el Universo; por eso su vida y su muerte, la nuestra, no obedecen nunca a lo que ellos son sino a las vicisitudes del mundo. De tal modo que, al igual que un reloj es un instrumento cuya esencia es medir el paso de las horas, pero cuyo devenir (existencia) rara vez estará de acuerdo con esa definición (y podrá servir de mero adorno, de juguete, de pisapapeles, de madera para el fuego, de casi todo menos de “reloj”, si le contraponemos la fuerza entera del mundo, esto es, el hecho de existir); del mismo modo un niño excepcionalmente dotado para la música podrá llevar una vida de soldado; un gato, ser el muñeco de compañía de una solterona retirada; como el fiero león acabar sus días haciendo temblar y reir como el payaso del circo.
A partir de aquí, ya no se trata para el Spinoza de Alain sólo de encontrar la verdadera fuente del conocimiento (que nunca pueden ser los hechos, ya que estos vienen y van con una fuerza ciega, en su pura contingencia), sino una tabla de salvación para los seres humanos. Esta salvación nunca nos la brindará el existir, que rara vez se ajusta a lo que somos, sino la Razón: esto es, una forma de conocimiento que no esté expuesta al vaivén de la existencia. Por ejemplo: el conocimiento adecuado de lo que es un círculo o una esfera, será siempre independiente de que existan círculos y esferas en el mundo, y por lo tanto, de que yo tenga que toparme por azar, con ellos para llegar a saber lo que son. El saber por la Razón es siempre el contacto con algo eterno, independiente del existir. Frente a él, toda la Ciencia Moderna, nuestra vida moderna y posmoderna, es un canto y una descripción de la servidumbre humana ante los puros hechos. Y sin embargo, el Spinoza de Alain no llama a un retirarse (imposible y absurdo) del mundo, del existir, sino a una comprensión más elevada de éste desde el cuerpo, que es nuestra única fuente de saber, de toda nuestra posibilidad del actuar y padecer; de nuestra posibilidad de acrecer nuestra alegría o abandonarnos a la tristeza que nos viene siempre de lo que está fuera, como la muerte. Todo lo que nos ofrece el hecho mismo de existir, esto es, el mundo mismo, lo inabarcable: Dios.
Esta obra, escrita en un momento difícil de la Historia de Europa y del mundo, el periodo de entreguerras, en pleno ascenso del fascismo, el nazismo, el comunismo soviético, frutos entre otros de la irracionalidad ya anticipada por Niestzche, puede leerse aún como una advertencia y una guía ante los tiempos oscuros que acaso nos tocará vivir, en los que habremos de abandonarnos una vez más a la fuerza de los hechos y darle la espalda a la Razón. ¿O no? Os la recomiendo.
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