El niño: segunda película más taquillera de 2014
Por Jordi Junca , 10 octubre, 2014
Justo detrás de 8 apellidos vascos, la última película de Daniel Monzón se ha consumado como una de las películas más taquilleras del presente año. Hasta la fecha, ha conseguido recaudar más de 13 millones de euros, arrastrando hasta las salas de los cines más de 2 millones de espectadores. Además, se trata del mejor estreno de una película española: casi 3 millones de personas fueron a verla el primer fin de semana que se proyectó.
El niño se sitúa en el siempre conflictivo estrecho de Gibraltar, ese lugar donde África y Europa tienden su mano. Un lugar, donde además, la corona inglesa también hace acto de presencia. Parece un sitio adecuado si lo que uno quiere es ganar mucho dinero a costa de los inmigrantes y las drogas. Atraídos por la promesa de millones de euros, El Niño y El Compi se embarcan en el peligroso mundo del narcotráfico. Al mismo tiempo, la policía local hace los últimos esfuerzos por desactivar una red de traficantes de la Europa del este. Todo parece listo para que empiece la acción.
La fuerza del film de Monzón reside en la constatación de que las vidas de los hombres son como hilos que se entrecruzan. En efecto, comprobamos como nunca el poder de la casualidad, la importancia de estar en el lugar adecuado y en el momento adecuado. La historia se nutre de varios personajes que, tal como ocurre en la vida real, tienen sus propios miedos y sus propias motivaciones. Como en la vida misma, los sucesos ocurren paralelamente hasta que, por avatares del destino, terminan por encontrarse. Eso es lo que sucede con El Niño: podríamos seccionar la película en tres trozos distintos y, aunque obtendríamos tres narraciones mucho más cortas, podrían funcionar cada una por su cuenta. Por un lado, la vida desenfrenada de El Niño y El Compi. En segundo lugar, la obsesión de Jesús (el policía local interpretado por Luis Tosar) por desarbolar la red de narcotráfico. Por último, y aunque tal vez sepamos menos cosas, las idas y venidas de los delincuentes albano-kosovares. No obstante, si finalmente las separáramos, el resultado final perdería gran parte de su riqueza. En efecto, la película necesita las tres historias. Necesita que vayan entrelazándose y que la cámara vaya posicionándose donde más le convenga. De este modo, la pantalla nos muestra la información que necesitamos saber y, al mismo tiempo, nos esconde aquellos detalles que podrían ser demasiado reveladores. Ese es el equilibrio que mantiene la tensión narrativa. Por supuesto, estamos hablando de un argumento que nace de la imaginación de uno o varios hombres. Y, sin embargo (y esa es la desgracia), la película nos cuenta una historia muy real. La historia de como el narcotráfico mueve millones de euros y quita miles de vidas. Descubrimos como la corrupción no es cosa del gobierno español, si no probablemente de todos los gobiernos del mundo en mayor o menor medida. Por ejemplo, vemos como la policía marroquí permite la partida de embarcaciones llenas de hachís siempre y cuando reciba su parte. Cuidado, al menos ellos no esconden sus corruptas manos. Más de uno prefiere hacerlo a hurtadillas.
En resumidas cuentas, la película nos ofrece la posibilidad de entender qué es lo que ocurre detrás de las noticias. Qué significa realmente traspasar la frontera que separa Marruecos de Ceuta. Qué implica traficar con drogas, qué ocurre cuando no cumples el trabajo. Comprendemos que eso está ocurriendo, que hay personas reales detrás de la pantalla. No digo que existan precisamente esos personajes, sino que son en realidad la conceptualización de hombres de carne y hueso. Ese es otro de los logros de El Niño: la naturalidad de sus protagonistas. Lejos de los tópicos, los policías bromean mientras trabajan. Los traficantes son hombres jóvenes con sus proyectos y sus ambiciones. Los grandes capos de la droga juegan al padel.
Tal vez este sea el mensaje: nunca se sabe qué te puede llevar a una situación límite. Eso es algo que está ahí. Hombres y mujeres arrastrados por las circunstancias, todos ellos seres humanos al fin y al cabo.
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