EL PINTOR, EL CUADRO, EL COMPRADOR Y EL COLECCIONISTA: LA HISTORIA SECRETA DE UN DESNUDO
Por Alfonso Vila , 6 octubre, 2018
El pudor es una cosa muy curiosa. Un cuadro al que nosotros, cualquiera de nosotros, no le encontrará nada impudoroso hoy en día, como “El Cristo en casa de sus padres”, un cuadro religioso pintado por el pintor prerrafaelita John Holman Hunt en 1868, en su momento resultó, en palabras del mismísimo Dickens, una obra “vil, odiosa, insultante y repugnante”. ¿Su pecado? El mismo pecado que ya le reprocharon a Caravaggio: Cristo (como la virgen Caravaggiana) era demasiado real, demasiado humano.
Pero un desnudo es un desnudo. Y un desnudo siempre será un desnudo… Pues no. Eso es lo que puede parecer a simple vista. Pero no. Nada de eso. Hay muchas maneras de representar a un desnudo. Incluso dentro de la misma época o dentro del mismo estilo.
“El mayor logro de Manet es haber pintado a la ramera”. Esas palabras, proclamadas solemnemente por K. J. Huysmans, no son una ofensa, son un gran halago. En 1865 el mundo ya había visto muchos desnudos enmarcados. Pero aún no había visto un cuadro de una prostituta desnuda.
Pero si Manet escandalizó a sus contemporáneos (de eso no se libra ni el apuntador, podemos pensar), el pintor que nos ocupa aquí se cuidó mucho de provocar reacción semejante. Su cuadro se pintó en secreto y se vendió en secreto. Pero ese sólo es el principio de su subterránea historia…
“El origen del mundo”, este es el cuadro del que les quiero hablar… ¿Les suena? Si ustedes son aficionados a la pintura seguro que sí.
De este cuadro se ha hablado mucho. Sobretodo en los últimos años. A mí no me interesa cuándo, por qué o cómo se pinto. ¿Pudo existir “El origen del mundo sin que antes no hubiera existido la “Olympia” de Manet? Posiblemente no. Miguel Dalmau, en su libro “El ocaso del pudor”, nos recuerda la teoría de Kenneth Clark: no es lo mismo un “desnudo” que un “cuerpo sin ropa”. Miguel Dalmau, como muchos otros, dedica unas palabras a analizar este cuadro. Recomiendo que las lean. Es muy interesante saber hasta qué punto el pintor conocía la anatomía y el comportamiento sexual femenino (y hasta qué punto era capaz de pintarlo, sobre todo). “Podemos ver un pezón erecto, se aprecia el color encendido de los labios vaginales: la modelo está excitada y anticipa el acto sexual”, nos dice Dalmau. Y bueno, saber eso está muy pero que muy bien, pero no es lo que más me interesa del asunto… No en estos momentos…
Dejemos pues su origen y sus implicaciones y centrémonos en su historia:
Este cuadro, pintado por Courbet en 1866, estuvo oculto durante cerca de 130 años. En 1977 se hizo una gran retrospectiva de este pintor en París. La exposición tuvo mucho éxito. Durante meses miles de personas desfilaron delante de los cuadros más famosos de Courbet. Y aún entonces, más de cien años después de su creación, la inmensa mayoría del público desconocía la existencia de este cuadro. Ni siquiera lo habían visto en fotografías. Incluso algunos entendidos en pintura, pese a ser de los pocos que habían tenido noticias acerca de su existencia y avatares, no daban crédito a estas noticias, tomándolas por una simple leyenda. ¿Y por qué estaba tan oculto? ¿Por qué su primer dueño, nada más tener el cuadro en sus manos, lo escondió cautelosamente? ¿Por qué pese a cambiar varias veces de dueño, el cuadro siguió siempre oculto? ¿En 1866 esté cuadro era arte o era pornografía? En 1866 el cine no existía y la fotografía estaba en fase experimental. La sociedad era muy puritana. En aquel momento no existía nada más provocador y obsceno. Pero… ¿Por qué en 1977 continuaba oculto? En 1977 un desnudo pintado no podía competir con las revistas y las películas, el sexo estaba por todas partes, nadie se escandalizaba por un cuadro. Se sabe que uno de sus dueños fue un pintor húngaro. Y el último dueño fue nada menos de Jaques Lacan, el famoso psicoanalista. Un pintor está habituado a ver desnudos, casi tanto como un médico. Un psicoanalista no debe sorprenderse y escandalizarse ante nada.
Creo que pintar a una mujer es otra forma de poseerla. Otra forma de posesión después de la posesión física. Al amante, al pintor, al coleccionista, al cliente, al enamorado, me le ha bastado con tocar su cuerpo desnudo, he querido atrapar ese cuerpo desnudo en una imagen. Pero no le ha valido una fotografía. Ha querido pintarla. Ha necesitado un cuadro, y no un cuadro pintado por un pintor cualquiera. Así ha poseído ambas cosas: el cuerpo de la mujer amada y el talento del pintor. Y luego, tacaño, fetichista, se lo ha guardado para él…
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