El principio del fin de la incertidumbre
Por María Molina , 9 noviembre, 2015
Un equipo de investigadores coordinados por la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M) -en el que también participan científicos de la universidades de Valencia y Zaragoza así como investigadores británicos, finlandeses y holandeses- coordina un proyecto que pretende desarrollar un simulador del comportamiento humano, con el fin de prever conductas en crisis socioeconómicas, crear robots “más humanos” o desarrollar avatares de Inteligencia Artificial prácticamente iguales a las personas que representan.
La meta del estudio -en el que participan economistas, físicos, informáticos, matemáticos y psicólogos sociales- es entender el comportamiento de las personas individualmente, especialmente cuando están conectadas mediante las nuevas tecnologías y las redes sociales, con el fin de “sentar las bases para poner en marcha una nueva forma de ciencia social para los problemas que surgen en una sociedad muy conectada científicamente”.
Esta especie de “base de datos de comportamientos humanos” supondría un importante fundamento para simulaciones socioeconómicas que cambiarían totalmente la forma de entender la robótica o la economía, generando nuevos conceptos en la formulación de políticas y toma de decisiones en cuestiones sociales de emergencia.
Es indiscutible que esta noticia se presenta con gran alborozo por parte de la comunidad científica, siempre tan llena de buenas intenciones, planteando las grandes ventajas que supondría tener siempre a mano una base de datos de reacciones humanas de cara a agilizar las acciones políticas en casos de urgencia social o a sobrellevar de la mejor manera posible una crisis económica. Sabemos todos, por otro lado, que no sería la primera vez que las grandes esperanzas de la ciencia se truncan en grandes desastres.
No hace falta caer en la conspiranoia para darse cuenta de que destruir la impredecibilidad del ser humano es prácticamente un sinónimo de control total y absoluto por parte de los organismos del poder, la publicidad y los medios de comunicación. Saber de antemano las reacciones de todo un país ante ciertas circunstancias reduce al mínimo la posibilidad de error en la política. Un mal uso de este inmenso poder podría hacernos retroceder varios siglos en el uso de nuestras libertades. Los gobernantes no tendrían mejor prueba de qué sería lo mejor para el pueblo, ni mejor justificación para llevarlo a cabo sin el pueblo. Seríamos (aún más) pasto del consumismo más salvaje: los creativos de marketing ya no tendrían que devanarse nunca más los sesos para saber qué es lo que el público quiere, ni cómo crear de manera definitivamente efectiva falsas necesidades a través de la publicidad.
Por otro lado, de manera mucho más devastadora, habrá quien se cuestione si realmente sería posible llegar a predecir de tal manera al ser humano, consiguiendo crear Inteligencias Artificiales prácticamente indistinguibles de una persona. En última instancia, la consecución de esta base de datos no haría más que arrebatarnos lo más preciado que tenemos: nuestra libertad e individualidad. No se lleven las manos a la cabeza: si nuestro comportamiento pudiera finalmente reducirse a una base de datos y ser reproducido fielmente por un robot, ¿quedaría alguien dispuesto a defender la existencia del libre albedrío o de cada ser humano es único? Está por ver.
Fuente de la noticia: http://www.eurekalert.org/pub_releases_ml/2015-10/aaft-icd102715.php
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