El problema de la extrema izquierda
Por Jesús Cotta , 27 marzo, 2014
Mientras que en el norte de Europa la extrema derecha es tan poderosa como la extrema izquierda, en España la extrema derecha es minoritaria, inoperante, ridícula y solo sirve para justificar con su presencia el ataque organizado y mayor en número de los grupos radicales de izquierda, que siempre la han necesitado para disfrazar su violencia de lucha por la justicia. El problema de España no es la extrema derecha, sino la extrema izquierda, para quien todo lo anterior, contrario y ajeno a ella es fascista.
Y el problema mayor de los izquierdistas radicales no es que no sean demócratas, que por supuesto no lo son, sino que, a pesar de sus tácticas antidemocráticas, se creen los hipermegademócratas del mundo. Y tiene su lógica, porque para ellos la democracia no consiste en «No nos ponemos de acuerdo. Votemos, pues», sino en derribar a la derecha parlamentaria, que es la mala y la falsa, y sustituir a la izquierda parlamentaria, que está contaminada de la derecha.
Esa izquierda radical, igual que la extrema derecha, no cree en la libertad de expresión. En las universidades revientan actos y conferencias solo porque el que habla es Rosa Díez o Santiago Abascal o un manifiesto de apoyo a la mujer embarazada. Odian el ejército, aunque casi ninguno de ellos lo conoce ni hizo la mili; odian la Iglesia, aunque no conocen la labor de las parroquias ni han oído un sermón en su vida; odian la idea de España, ellos que son españoles; odian la monarquía, muchas tradiciones, creencias y costumbres, ciertos prototipos de mujer y varón… Odian muchas cosas y no las toleran. Su prototipo de español odiado es un padre de familia numerosa católico y tradicional que va a misa los domingos, a los toros y a la caza y que de joven fue tuno en la universidad. Ya puede ser ese señor el más demócrata del mundo, que para la extrema izquierda es el fascista número uno y es el primero que se cargarían si hubiera guerra.
Antimilitarismo, antipatriotismo, cristianofobia, democratofobia, en fin, eso es la extrema izquierda que, violenta, dio al traste con las justas reivindicaciones de la marcha del 22M. Y es tanta su capacidad de propaganda, que han conseguido que los demócratas sean considerados fascistas, mientras que ellos, los enemigos de la libertad, sean considerados sus adalides. Y, claro, con esa lógica del mundo al revés, la derecha tiene miedo a reprimir sus algaradas para que no la tachen de fascista, y la izquierda le sigue el juego para ganárselos, como si defender a las fuerzas del orden de un país democrático fuese antidemocrático.
Pero hay que dejar claro que oponerse a ellos no es de fascistas. Los fascistas, los estalinistas, los enemigos de la libertad y de los derechos de todos, son esos izquierdistas radicales que no toleran que otros no pensemos igual que ellos y que, con los mismos argumentos de los militares rebeldes en el 36, justifican su violencia y su rebeldía contra la democracia alegando que la situación social lo exige.
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