El teorema cero, de Terry Gilliam
Por José Luis Muñoz , 6 diciembre, 2014
Sucede muchas veces que los festivales ayudan a que una película llegue al gran público. Verbigracia: el último festival de cine de Gijón con respecto a un director inclasificable como es Terry Gilliam—Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores, La bestia del reino, Los héroes del tiempo, Brazil, El rey pescador, Doce monos, Las aventuras del Barón Munchausen, Miedo y asco en las Vegas, El secreto de los hermanos Grimm, Tideland, El imaginario del Dr. Parnasus—que recibió el premio honorífico del festival por toda su labor como director. Estuvo presentando el más incombustible de los Monty Python su última película El teorema cero, que data de 2013, y encontró distribución en España rápidamente gracias a verse en Gijón, tanto que ya se ha estrenado.
Los caminos por los que un hombre como Terry Gilliam (Minneapolis, 1940), un yanqui que parece inglés y que se apoda, con mucho sentido común, Mr. Caos, obsesionado por la arquitectura en sus películas, con mucho de El Bosco, Gustave Doré y surrealismo en su imaginario, llega a la dirección cinematográfica son inescrutables. Empezó como dibujante de comics, pasó luego a diseñar títulos de crédito para películas, hasta que se cruzó en su camino Terry Jones y se les ocurrió filmar Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores.
El miembro más irreductible del iconoclasta grupo humorístico inglés suele dar las gracias a Quentin Tarantino por haber descubierto a Christopher Waltz, sin cuyo entusiasmo esta película no sería posible. Es Terry Gilliam un director que ya no ve películas, porque le aburren, y se dedica a leer: “Las películas son obras de comités, grandes comités corporativos, creados por grandes empresas, y cuanto más grandes son las películas más son los compromisos de esos comités”. Y es que levantar una película cuesta mucho. Siete años estuvo Terry Gilliam con ese proyecto de estudio en estudio hasta que consiguió llevarlo a cabo rebajando los veinte millones iniciales que costaba a los ocho con que finalmente se hizo aunque parezcan veinte, y eso gracias a que los actores y todos los que colaboraron en el film lo hicieron por un precio simbólico, en coproducción entre el Reino Unido, Francia y Rumanía, país que puso gran parte del equipo técnico de este film de 107 minutos.
Vista la película da la sensación de que Terry Gilliam vuelve a sus orígenes, al de Brazil, de la que El teorema cero es una nueva versión con pocas cosas que añadir, o al de Los héroes del tiempo. Confieso que me he aburrido de forma soberana en los primeros minutos de la proyección, algo cansado de su rebuscado diseño de producción, al que no quito mérito, y de la arquitectura del propio escenario en el que transcurre casi toda la claustrofóbica película, una iglesia gótica cruzada con la cibernética en la que una cámara, incrustada en una escultura de Cristo crucificado en uno de los altares, espía día y noche a Qohem Leth (Christopher Waltz con el cráneo rasurado), el programador informático designado por Dirección (Matt Damon), que es el poder absoluto, Dios, o Google, como ironiza el propio Terry Gilliam, para que descifre el teorema cero: que 100% es cero, poco menos que el sentido de la vida, si es que vivir tiene algún sentido. Como en casi toda su filmografía el ser humano es una hormiguita que actúa bajo los designios de un ser superior, y la libertad es una ilusión que nos inyectan en la vena para que así nos lo creamos, algo en lo que estoy al cien por cien con el director británico.
“El final de El teorema cero es muy triste. Es realmente el final más triste que he filmado nunca. El mundo virtual es un mundo fantástico, pero no ha sido creado por el protagonista, sino por otros. Y aun así, él tiene un poco de poder en este mundo. Es como la gente jugando con videjuegos todo el tiempo: ellos no han creado el mundo en el que están metidos, pero fingen que tienen el control sobre él”, dice Terry Gilliam acerca de su última película.
Es más interesante el debate que provoca la película, la distopía de una sociedad 1984 dominada por la tecnología que controla y observa todo, que el film en sí, lento, retorcido y confuso. El director de El rey pescador se declara pesimista a ultranza e imagina una vez más un futuro distópico en el que las únicas alegrías son las ficticias. Soportamos el tránsito por la vida con felicidad virtual, que en El teorema cero se circunscribe a ese programa en el que Qohem Leth entra cada noche para vivir una realidad utópica en una falsa playa, con un falso mar, un falso cielo en el que el sol nunca se pone y una falsa mujer hermosa y sexual que interpreta la carnal actriz francesa Melanie Thierry, lo opuesto al papel censor que interpreta, desde la pantalla de un ordenador, Tilda Swinton; sobrevivimos en este breve tránsito por un mundo absurdo que tendemos a complicar, a base de buena comida, buena bebida, buen sexo y con todas las expresiones artísticas, literatura, cine, música y bellas artes, en las que el hombre se refugia para poder seguir viviendo y no tirar la toalla antes de que sea la naturaleza la que nos retire.
Título original: The Zero Theorem.
País: R.U., Francia y Rumanía
Año de producción: 2013
Género: fantasía distópica
Duración: 107 minutos
Director: Terry Gilliam
Estreno en España: 28/11/2014
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