Elecciones Generales en España
Por Carlos Almira , 3 octubre, 2015
Al fin hay fecha para las Elecciones Generales en España. Los Partidos Políticos, viejos y nuevos, empiezan a afilar sus armas. El objeto, la razón de ser última de toda organización, es perdurar en el tiempo y, en tanto le sea posible, crecer: expandirse; desarrollarse; enriquecer sus medios, humanos y materiales; fortalecer su funcionamiento; afinar sus mecanismos; profundizar y hacer lo más atractivo posible su discurso. Los Partidos Políticos (a diferencia de las facciones) son organizaciones imprescindibles para el funcionamiento político de las sociedades industriales y pos-industriales. Todo esto es de sobra conocido.
Hay, sin embargo, creo yo, algo distinto ahora, fruto de un cambio sutil e importante en el juego político y acaso, en nuestra sociedad. Ha ocurrido algo en estos últimos años, algo sin lo cual no me explico el fenómeno que traslucen nuestras últimas elecciones (desde las europeas hasta las catalanas), a saber: no la irrupción de actores nuevos, sino la pérdida de peso, de atractivo electoral, de poder aglutinante, de lo que en otra época no lejana solía llamarse el centro político. Fenómeno nuevo del que, dicho sea de paso, corren el riesgo de convertirse en víctimas inesperadas nuestros profesores y becarios universitarios (muchos de ellos procedentes de las Ciencias Políticas y la Economía), metidos en política.
Tanto los resultados de Podemos y las candidaturas de confluencia de izquierdas en las elecciones en cuestión, como los de la CUP en las últimas Elecciones Catalanas, ponen de manifiesto que el Centro Político ya no es la Tierra Prometida del que aspira a una representación no residual en nuestros Parlamentos. Una porción no desdeñable y creciente del electorado ya no va a votar según el esquema clásico Izquierda /Centro/Derecha, sino según la oposición: Lo Establecido/lo que Rompe con lo Establecido, incluyendo aquí toda clase de discursos radicales e incluso extremistas (dicho sea esto último sin ninguna prevención en contra). Ser radical y presentarse como tal ya no es, o está en camino de no ser ya, contrariamente a lo que siguen calculando los dirigentes universitarios de Podemos, un inconveniente insalvable en términos electorales.
Por otra parte, y aquí veo yo una paradoja, los detentadores del Poder Social (aquellos que no necesitan presentarse a ningunas elecciones para seguir desempeñando su función dirigente en la sociedad y en las Instituciones políticas de ésta), no sólo no han cambiado sino que se han reforzado (como lo prueba el caso reciente de Grecia). Tal es la Realidad de los pragmáticos. Al mismo tiempo, los mecanismos que permiten remover en un sentido radical, a estos detentadores del Poder Social Real, siguen siendo los mismos que operaron en las grandes Revoluciones de la Edad Contemporánea: a saber, una combinación de una creciente presión externa sobre el sistema (una Guerra, una Catástrofe Natural), con un dislocamiento dentro del sistema (fundamentalmente por la vía de lo que los sociólogos han llamado, un proceso de debilitamiento e inconsistencia del Estatus Social).
Ninguno de estos dos factores depende, lógicamente, del resultado de unas Elecciones Generales. Cabe pensar que todos los actores políticos en España, viejos y nuevos, radicales o no en su discurso, son impotentes para provocar esta convulsión. Más aún: su objetivo es obtener un resultado electoral que les permita, no sacudir los cimientos del poder social vigente en España y en Europa, sino imponer su fórmula, o al menos una parte de ella, de adaptación práctica, ética, a las exigencias inmutables, y cada vez más fuertes, de los actuales detentadores de este poder real.
El radicalismo es hoy, más que nunca, pragmático, en la medida en que hoy, más que nunca, tiene opciones reales de obtener una representación no meramente testimonial en Instituciones, cuyos cimientos él sólo no puede (ni quiere) cambiar.
En cuanto a mí, como ciudadano-súbdito de Felipe VI-, mi mayor deseo y creo que mi interés real, es que estos Partidos Políticos no obtengan, ninguno de ellos, esta representación que tanto anhelan, suficiente para conseguir dicho objetivo pragmático. Que no gane ninguno y que pierdan todos. Que el resultado sea un Parlamento tan fragmentado, que la ineludible adaptación a la “Realidad” (la Realidad de los pragmáticos, de Tsipras, de Hollande, de Merkel, de Rajoy, de Pedro Sánchez, de Pablo Iglesias, de todos ellos, quizás con la excepción de los Varoufakis), obligue a los que realmente mandan a hacer encaje de bolillos para encontrar su también ineludible interlocutor. Así que votaré al Partido al que las encuestas den como tercero. Y que os aproveche la Revolución.
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