Elecciones presidenciales en Panamá
Por Redacción , 4 mayo, 2014
Panamá celebrará este domingo las elecciones presidenciales más reñidas en una generación, con una lucha a tres bandas que se traducirá en la continuidad de las políticas del Gobierno de Ricardo Martinelli o en un leve giro a la izquierda que, en cualquier caso, permitirá seguir con el rumbo económico marcado por la actual administración.
Unos 2,4 millones de panameños están llamados a las urnas, de los cuales 315.000 votarán por primera vez, para elegir presidente, vicepresidente, 77 alcaldes, 71 diputados, 648 representantes de corregimiento, siete concejales y 20 miembros del Parlamento Centroamericano.
En la carrera por la Presidencia de Panamá, el último sondeo sobre intención de voto sitúa a la cabeza al candidato del opositor Partido Revolucionario Democrático (PRD), Juan Carlos Navarro, con un 34,2 por ciento, seguido de cerca por el aspirante oficialista, José Domingo Arias, con un 33,2 por ciento. Un poco más distanciado estaría el abanderado de Pueblo Primero, Juan Carlos Varela, con un 29,1 por ciento.
Aunque la verdadera competición estará entre estos tres candidatos, también aspiran a ocupar el Palacio de Las Garzas Genaro López, del izquierdista Frente Amplio por la Democracia (FAD); y los independientes Esteban Rodríguez, Juan Jované y Gerardo Barroso, aunque sin posibilidades reales de alzarse con la victoria.
El elevado número de candidatos presidenciales y, sobre todo, el empate técnico entre Navarro, Arias y Varela, indican que será una estrecha competición, quizá la más cerrada desde la invasión estadounidense para expulsar del poder al dictador panameño Manuel Noriega, en 1989.
A pesar de lo ajustado de estos comicios, nada augura un cambio real en los designios del país centroamericano, ya que los principales contrincantes han adelantado que mantendrán las políticas económicas de Martinelli, basadas en el desarrollo de las infraestructuras –como la problemática ampliación del Canal de Panamá, la Cinta Costera Tres y el Metro– y en una política fiscal más estricta.
Las transformaciones podrían producirse, no obstante, en política social, ya que, a pesar de que Martinelli ha conseguido un crecimiento económico medio del 8,2 por ciento anual, –uno de los más elevados de la región–, lejos de cerrar la brecha entre ricos y pobres, ha contribuido a aumentar las desigualdades.
El descontento social se ha hecho patente a los largo de estos cinco años en múltiples protestas, principalmente, por la elevada inflación, que se sitúa en un 44 por ciento en los productos de la canasta básica, y por mejoras laborales, entre las que destacan las manifestaciones sectoriales de profesores y trabajadores de la construcción.
Además, los principales candidatos se han comprometido a propiciar un giro radical en la política panameña: acabar con la corrupción. La gestión de Martinelli ha estado marcada por continuos escándalos que incluso podrían llevarle ante los tribunales de justicia a partir del próximo 1 de julio, cuando entregará la vara de mando.
El caso más grave es el que afecta a la empresa italiana Impreglio, a la que Martinelli habría presionado para que construyera un hospital en la provincia panameña de Veraguas a cambio de la adjudicación de las obras del Metro capitalino, una promesa que incluso habría llegado a realizar el ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi.
En el ámbito internacional, el principal reto del nuevo jefe de Estado será reconstruir las relaciones bilaterales con el Gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela, rotas recientemente a causa de la “injerencia” de Panamá en la crisis política que vive el país vecino desde hace casi tres meses.
También asumirá el reto de sumarse a la Alianza del Pacífico, una organización regional de corte económico creada por Colombia, México, Chile y Perú, que aspira a ser el contrapeso al potente Mercado Común del Sur (MERCOSUR) que el ala bolivariana ha fraguado en el extremo meridional del continente americano.
Arias, de Unidos por Más cambios, alianza formada por el gobernante Cambio Democrático y Molinera, se ha presentado a sí mismo como “una continuidad mejorada” del actual Ejecutivo, cuya obra, “solo puede ser perfeccionada”. “Vengo a hacer más y mejor”, dijo en el cierre de la campaña electoral.
La extensión del Gobierno de Martinelli se evidencia en su compañera de fórmula, la primera dama, Marta Linares, cuya candidatura a la Vicepresidencia ha generado una gran polémica en la nación interoceánica porque, según algunos analistas políticos, vulnera la prohibición de reelección que impone la Constitución.
A pesar de su adhesión a las políticas actuales, Arias ha marcado una diferencia fundamental prometiendo “combatir la corrupción a toda costa”, aunque “con el equilibrio armónico, respetuoso e independiente de los poderes del Estado y el respeto absoluto a la Constitución”.
El candidato oficialista también ha querido subrayar que será “el presidente de los más pobres y de la clase media”, admitiendo que, aunque “Panamá es la envidia de toda la región, el proceso de transformación debe profundizarse para que llegue a todos los hogares”.
Varela también es visto en gran medida como una reedición del Ejecutivo de Martinelli, ya que formó parte de él, como vicepresidente y ministro de Exteriores, hasta 2011, cuando abandonó después de que Arias le arrebatara la candidatura presidencial del oficialismo por una pugna interna entre los partidos políticos que forman la base aliada del Gobierno.
Tras su salida del Palacio de Las Garzas, Varela fue nombrado candidato presidencial por Pueblo Primero, una coalición formada por los derechistas Partido Panameñista y Partido Popular que cuenta, además, con el apoyo de Los Gallos de Verdad, integrado por disidentes de Molinera y varios independientes.
Varela se ha atribuido “los importantes logros alcanzados por el Gobierno”, de los que ha dicho sentirse “orgulloso”, pero ha subrayado la necesidad de corregir algunas políticas, haciendo énfasis en la mejora de la educación, la sanidad, el acceso al agua potable y las plantas de tratamiento de basuras.
“Anhelo ver a un país creciendo con igualdad, con equidad, ver un Gobierno honesto trabajando para el pueblo. y no un pueblo trabajando para la clase política”, dijo.
Así las cosas, el único que podría marcar un punto de inflexión respecto del actual Ejecutivo es Navarro, un viejo conocido del pueblo panameño, ya que fue alcalde de la capital desde 1999 a 2009, cuando dejó el cargo para concurrir a las elecciones presidenciales de ese año como candidato a la Vicepresidencia junto a Balbina Herrera.
Navarro es un líder ecologista que se ha marcado como prioridad revitalizar el sector agrario panameño. “Desde el primer día de Gobierno vamos a descentralizar para que haya mercados locales donde poder vender sus productos”, ha prometido. Asimismo, ha centrado su atención en el tratamiento de las aguas, un problema creciente en Panamá.
También ha fijado como eje de su eventual Gobierno las políticas sociales. Navarro ha confesado que está “obsesionado” con la educación, como forma de garantizar la igualdad de oportunidades, y ha prometido aumentar las pensiones de jubilación hasta equipararlas con el salario mínimo.
Sin embargo, el líder del centroizquierda ha augurado una tendencia continuista. “Todo lo que es bueno se aumenta y se mejora”, ha subrayado, en alusión al crecimiento económico panameño y a algunas políticas sociales, como las becas universitarias y los subsidios para mayores de 70 años.
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