Emprendedores: ¿galgos o podencos?
Por Ramón Canle , 2 diciembre, 2014
No sé si son figuraciones mías pero observo que últimamente se viene empleando con frecuencia el término emprendedor como sinónimo de empresario. Además, tengo la impresión de que dentro del mismo concepto se están incluyendo todo tipo de perfiles; desde mi punto de vista creo que no son todos los que están ni están todos los que son.
Hay personas que viven inmersas en un proceso permanente de reinvención de todo lo que les rodea. Wild Minded, les llaman algunos…
Tengo un amigo, un tal Paco, que no puede ir por la calle sin evitar encontrar defectos en todo lo que ve. Da igual que se trate de un contenedor de basura, de un coche o de una farola; él siempre encuentra algo que falta, algo que sobra o directamente descarta todo el conjunto por ineficaz, impreciso, absurdo o peligroso. Caminar con él resulta al mismo tiempo revelador y agotador, aunque por lo general es esta segunda percepción la que gana la partida y acabas por mandarle callarse un rato antes de que te provoque profundas tendencias suicidas. O asesinas. Este buen hombre trabaja como comercial en una empresa y cada vez que participa en alguna reunión le sucede lo mismo: se granjea las antipatías de sus jefes y compañeros con la misma facilidad y naturalidad con la que se toma un café. Lo que sucede es que muy a menudo sus ideas descubren focos de mejora que acaban por dar frutos en forma de resultados positivos para la empresa, así que la admiración que despierta en lo profesional evita que la aversión que provoca en lo personal le haga dar con sus huesos en la cola del paro. O algo peor.
A menudo coincidimos los dos con un tercer colega, Alfredo, que se dedica desde muy joven al mundo de los negocios. Si la obsesión de Paco es definir la forma que debía tener una farola, la de Alfredo es estimar el margen con el que puede llegar a venderse. Es desesperante. Si pasamos por el escaparate de una zapatería no tarda ni dos segundos en deducir el origen del calzado y trazar mentalmente la logística de compras precisa para poder importar a menor coste, montar una tienda al lado de esta y establecer una agresiva política de precios en el lanzamiento para luego igualarlos, o incluso subirlos, una vez que la tienda original haya quebrado a consecuencia de verse obligada a competir con las ofertas agresivas de Alfredo, – ahora metido a zapatero -, sin capacidad financiera ni logística para ello. En apenas unos minutos ha montado un negocio de zapatería, ha arruinado otro y ha enviado a dos personas a la oficina de empleo (el dueño de la tienda y un empleado, ya que él sostiene que un solo dependiente puede atender el negocio frente a los dos que lo hacen actualmente).
Sinceramente, no sé cuál de los dos resulta más desesperante. Sin embargo sí sé quién goza de mayor reconocimiento: Alfredo. Es el típico al que desde que tenía 20 años y abrió su primer negocio, año sí, año no, la Cámara de Comercio le nombra emprendedor del año. A menudo ofrece conferencias, imparte seminarios y es invitado a todos los congresos de emprendedores que se celebran en la región. Esto me hace pensar en el término. Emprendedor. Tranquilos, no voy a tirar de diccionario etimológico pero es cierto que la expresión se ha popularizado tanto que se vienen utilizando indistintamente los términos emprendedor o empresario cuando en realidad no necesariamente son sinónimos. Conozco algunos empresarios que jamás me atrevería a tildar de emprendedores y gente de naturaleza emprendedora que cuenta con un don divino para descubrir e implantar mejoras en todo lo que les rodea pero demasiado altruistas como para pensar en ello como en un negocio. Es curioso, esto.
A mi humilde entender, se están metiendo en el mismo saco a:
- El oportunista:
- De carácter trapacero, está convencido de que vender más barato es la única forma de ser competitivo y sus objetivos corporativos suelen basarse en parasitar clientes a los demás. Es ese que abre un bar en la misma manzana en la que ya hay otros dos, convencido de que dónde comen dos comen tres, sin darse cuenta de que lo más probable es que acabe por lograr que no lo haga ninguno. Suele contar con músculo financiero (herencias, loterías, pelotazos, alguna buena inversión…) suficiente como para recoger sus bártulos y marcharse con la música a otra parte cuando pintan bastos. Nunca achacará el fracaso a su falta de visión.
- El innovador:
- Dice Jack V. Matson, a la sazón profesor en la Penn State University, asesor y autor de varias publicaciones en materia de innovación, creatividad y emprendimiento, que un innovador es una persona que vive en un estado de atención plena, buscando constantemente a su alrededor oportunidades de mejora y soluciones a todo tipo de problemas, que posee una gran capacidad para sorprenderse y dado a la serendipia. Matson recurre al término, – tomado de la meditación budista -, “Wild Mind”, para definir este estado mental sin el cual nos enfocaremos demasiado en el primer plano sin prestar atención a lo que hay alrededor; en otras palabras, nos perderemos lo que está pasando más allá de nosotros mismos. Por una u otra razón, o no piensan en términos de negocio o carecen de la motivación para hacerlo. Hacen un “maridaje” bárbaro con los antedichos “business angels”.
- El “business angel”:
- No podemos considerarlo un innovador y la creatividad no es su fuerte pero cuenta con una visión analítico-sintética de los negocios que hace que, cuando le proponen una inversión, sea capaz de descubrir mercados objetivo y estimar volúmenes de negocio y rendimientos con gran rapidez y precisión. Vamos, que tiene lo que solemos llamar “visión de negocio”.
- El emprendedor:
- Es un innovador que ve en sus ideas una oportunidad de negocio y decide ponerlo en marcha, bien con sus propios recursos o a través de terceros, ya sea en calidad de inversores o de patrones; en este último caso hablaríamos de intra-emprendedor.
Dejando a un lado el paradigma oportunista, una misma persona puede presentar los otros tres perfiles en diferentes grados.
En cualquiera de los casos sería de aplicación la ecuación siguiente:
Emprendimiento=F(Innovación+Inversión)→Negocio, donde
Innovación=Investigación+Desarrollo
Negocio=Beneficio/Riesgo
Beneficio= Σ Necesidades Cubiertas (Stakeholders) y
Riesgo=costes+obligaciones+cambios entorno
Entendiendo como negocio cualquier actividad destinada a obtener cualquier tipo de beneficio, no sólo monetario sino también cultural, social, etc.
El beneficio de una organización se mide en necesidades satisfechas, desde el incremento de los recursos de los inversores o patrocinadores hasta la solución de los problemas, la satisfacción de las expectativas y la mejora de las condiciones de vida de los usuarios, pasando por su aportación a la mejora global de la sociedad y la preservación del medioambiente. Cuánto mayores sean los valores en todos estos factores mayor será el beneficio (podríamos afirmar que la medición del progreso en una sociedad se ajusta a la misma fórmula). Del mismo modo que en la naturaleza una especie que no resulta benéfica para el entorno se ve menos favorecida por éste, la opción que sólo busca un valor positivo en sólo uno de los sumandos es la que menos progreso global aporta y, por tanto, la que con menos probabilidades de éxito a largo plazo cuenta.
Desde este enfoque se aprecia claramente que en estos tiempos que corren necesitamos emprendedores como agua de mayo. En las empresas, en la cultura, en la administración, en la política, en la educación… Sin embargo, las administraciones le están negando el pan y la sal a la investigación y el desarrollo, – madre y padre del emprendimiento, como acabamos de ver -, al tiempo que centran sus esfuerzos en extraer de la chistera conejos de color tipo de interés y palomas en tono fluidez de crédito, seguros de favorecer con ello una inversión que, huérfana de innovación, sólo funcionará especulativamente y a corto plazo, mientras haya peces en el río; ya buscaremos después otra burbuja que reventar, aquí o en Bulgaria, ya veremos. Así sólo favorecemos el pelotazo, no el emprendimiento. Mi querido amigo Alfredo estará contento pero será triste seguir viendo cómo los Pacos de este país se marchan a mejorar las vidas de los habitantes de otros lares.
De todos modos, con ayudas o sin ellas, el auténtico emprendedor mantendrá los ojos y la mente abiertos y será receptivo a las nuevas buenas ideas, vengan de donde vengan. Destinará su esfuerzo y sus recursos a descubrir problemas y necesidades y se implicará en proyectos que tengan como objetivo la solución de unos y la satisfacción de otras, ya sea como iniciativa independiente o formando parte de una organización ya establecida. Para mí, eso es lo que marca la diferencia.
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