En el adiós de Ana Botella y Alberto Ruiz Gallardón
Por Agustín Ramírez , 26 septiembre, 2014
La alcaldesa de Madrid Ana Botella, esposa del que fuera presidente del gobierno de España, José María Aznar, ha comunicado que renuncia a presentar su candidatura para la alcaldía de Madrid. Quizás sea uno de los pocos actos decentes que haya podido hacer en su corta etapa como alcaldesa, nunca electa y siempre con la impronta de ser la esposa de aquel presidente de gobierno que mintió, como sus compañeros de la foto de las Azores, sobre la existencia de las armas de destrucción masiva y llevó a término la guerra contra Irak, sin mandato alguno de la ONU y en contra de la opinión mayoritaria de la sociedad española.
Curiosamente, Ana Botella era la número dos de la lista del PP al ayuntamiento de Madrid, tras el cabeza de lista, Alberto Ruiz Gallardón, quien acaba de presentar su dimisión como ministro de Justicia ante la falta de apoyo del presidente Mariano Rajoy a su proyecto de ley del aborto derogando la actual ley de plazos; situación curiosa ésta, porque, aunque los principios morales le pidan al señor Rajoy apoyar una modificación regresiva de la actual ley, los cálculos político-electorales le llevan a tomar la decisión contraria a estos principios. ¡Qué razón tenía Marx –Groucho en este caso- cuando decía aquello de “estos son mis principios, si no le gustan tengo otros”!
Las calles de Madrid, así como sus árboles, deberían sentirse esperanzadas de que el nuevo regidor, al no poder hacerlo peor, les devuelva algo de la dignidad perdida. Si usted camina por las calles de Madrid, salvo por la selectísima zona de la “Milla de Oro”, podrá observar que las baldosas han comenzado a adquirir vida propia y están levantadas, tantas y tanto, que el dar un paseo por la calle es más bien un ejercicio de equilibrista para evitar tropezarse y besar el suelo, a la vez que hay que mirar hacia arriba para prevenir la caída de las ramas de los árboles por la falta de mantenimiento, achacable, según esta señora, a la crisis económica. Aunque curiosamente esta crisis, que sí ha servido para subir las tasas municipales y el coste de los parquímetros, no ha tenido ninguna repercusión en el derroche que supone el mantenimiento de la flota de coches a su servicio, ni en el crecimiento de los asesores nombrados a dedo -¿Cuántos Carromeros tiene a su servicio?- con sueldos muy generosos y, prácticamente, sin competencia laboral alguna; y, puestos a recordar, recordemos el fracaso olímpico, por tercera vez, aunque este fracaso sí evitó que hubiese más despilfarro de dinero para unos fastos que solo son un negocio para unos pocos poderosos. Y no nos podemos olvidar de la pésima y negra gestión de las muertes en el caso Madrid Arena.
Y los tiempos se invirtieron, primero dimitió la número dos de la lista y, a los pocos días, el número uno; el señor Ruiz Gallardón ha presentado su renuncia al ministerio, y anunciado el abandono de la vida política tras sentirse abandonado por su presidente de gobierno, Mariano Rajoy, quien primero le encarga sacar adelante una ley para derogar, endureciendo la actual ley de plazos y, posteriormente, decirle que esa ley no tiene el suficiente apoyo social y que debe abandonar el proyecto de ley; no obstante al señor Gallardón, durante su mandato ministerial, sí le dio tiempo a ponerse frente a jueces, fiscales y abogados por su ley de tasas judiciales, por la reforma de la ley orgánica del Poder Judicial o del Consejo General del Poder Judicial, ¡toda una hazaña, sí señor!.
Vamos por el buen camino, en el Partido Popular ya pueden ver la salida, pero a la mismísima calle para todos aquellos que comulgan con la idea de que ya no hay brotes verdes sino raíces vigorosas (Rajoy dixit), para todos aquellos que hacen de esta sociedad un negocio que enriquece, aún más, a una pequeña minoría a costa de empobrecer a la inmensa mayoría.
El impulso mostrado por tanta gente que en las pasadas elecciones europeas dijo basta a unas políticas perniciosas, debe seguir creciendo y exigiendo que otra política tiene que ser posible y a ello debemos ponernos; ahora vienen elecciones municipales y autonómicas y, poco después, elecciones generales.
Si al final de todo este proceso, no ha habido cambios relevantes que permitan otra forma de hacer y vivir la cosa pública es que estaremos dando la razón al productor de cine y presidente del Atlético de Madrid, Enrique Cerezo, cuando afirma que sí, que es cierto que los clubes de futbol deben más de 500 millones de euros a Hacienda, pero que no hay que olvidar que el futbol, de septiembre a mayo, tiene entretenida a muchísima gente. “Nosotros no pagamos porque entretenemos y adormilamos a la plebe”, ese es su mensaje. ¡Lástima de quienes estén de acuerdo con él!
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