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EN EL CAMINO DE LAS TERCERAS ELECCIONES

Por Agustín Ramírez , 24 septiembre, 2016

Cada vez tengo más la sensación de que a los dirigentes de los partidos políticos parlamentarios la ciudadanía les importa un bledo; nos ocultan la realidad de sus pensamientos y nos distraen con florituras verbales y filibusterismo parlamentario.

El señor Rajoy, líder del Partido Popular y Jefe de Gobierno en funciones desde hace casi un año, defiende, de manera numantina, que al ser el suyo el partido más votado debe de formar gobierno a toda costa y a él deben plegarse los demás; no obstante en un acto de generosidad sin límites ha sido capaz de alcanzar un acuerdo con Ciudadanos que supone el cenit de la generosidad y la  excelencia política.

El señor Rajoy no debería olvidar que el resto de partidos sienten que los acuerdos con su partido les señalarían como cómplices de la corrupción política, como cómplices de los recortes en derechos sociales y libertades públicas, como cómplices de una política económica que solo ha servido para maquillar las grandes cifras a costa de localidad del empleo, del recorte de salarios y del recorte y endurecimiento en el acceso a las pensiones y en las prestaciones por jubilación.

Quizás no estaría de más que el señor Rajoy diese un paso a un lado y permitiese que aire fresco entrase por las ventanas de Génova, por cuya reforma su partido está siendo investigado por la justicia.

Pero ¿y los demás? Ciudadanos ha sido infectado por el virus de los acuerdos, inútiles, dicho sea de paso; lo mismo acuerda con el PSOE que con el PP, de nada valen los acuerdos con los unos ni con los otros, nunca da para gobernar pero ellos defienden la imagen de que son los que trabajan para formar gobierno.

El señor Sánchez, tras su fracasada investidura en la pasada legislatura, ha asumido que debe ser el señor Rajoy quien forme gobierno y que él debe decir lo que piensa: “no es no”; tan cierto es que no puede votar otra cosa a la vista de las diferencias con el señor Rajoy –aunque creo que no recuerda lo que votaba en los últimos tiempos de diputado bajo la presidencia del señor Zapatero- como que no ha hecho el menor esfuerzo por aunar voluntades para formar más que un gobierno propio un gobierno contra el señor Rajoy.

Unidos Podemos sigue lamiéndose las heridas que le produjo la pérdida de 1 millón de votos y busca una respuesta que no encuentra; tal vez el pasar de tomar el cielo por asalto a defender la socialdemocracia sea un salto tan grande que solo se puede entender si se tratara de un atleta olímpico, que no es el caso. Las únicas noticias que de ellos se tienen son las de sus desavenencias internas que por otro lado no son mayores que las que existen en el PSOE entre los barones territoriales y los antiguos dirigentes contra los actuales.

Y luego, para embrollar más la situación, los partidos nacionalistas de antaño se han transformado en los independistas de hogaño y sus posturas tampoco ayudan, precisamente, a encontrar puntos de encuentro; la única coincidencia es que todos defienden sus “principios” con una actitud numantina y cerrada que, de seguir así, solo conduciría a unas vergonzosas terceras elecciones.

De todo lo anterior saco una sensación y es la de que los partidos actuales me transmiten la idea de que: señores ciudadanos ustedes se han equivocado en sus votos, no podemos hacer nada y vamos a tener que seguir votando hasta que ustedes rectifiquen y voten de manera tal que nosotros podamos formar gobierno; ¿qué gobierno? El que sea, da igual, pero que nosotros lo entendamos y formemos gobierno de manera sencilla. Ustedes ciudadanos son los responsables de esta situación irresponsable y son ustedes los que deben rectificar su voto equivocado; nosotros, los parlamentarios, no seremos quienes abandonemos posturas numantinas, dialoguemos y encontremos puntos de acuerdo para, al menos, rectificar las desastrosas políticas del señor Rajoy.

Otra hipótesis sería que hayan estado dejando pasar el tiempo, investiduras incluidas, y que en función de los resultados electorales de las elecciones autonómicas del País Vasco y Galicia y de los acuerdos que allí pudieran necesitarse, convirtieran  esos acuerdos en moneda de cambio para la gobernabilidad de España; si esta hipótesis resultase cierta, la conclusión es que nos habrían mentido como bellacos y demostrarían que nuestra opinión poco les importa, reafirmando la idea de que si votar sirviese para algo estaría prohibido.

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