Enrique Villarreal Armendáriz… Simplemente, «El Drogas»
Por Adrián Magro de la Torre , 13 mayo, 2014
- “Demasiado tonto en la corteza” y “Tres puntadas”: los últimos proyectos que han tenido ocupado a este absoluto animal de la escena.
Aunque siempre esté intentando dar mi opinión –a veces de forma acertada, otras no–, en ocasiones no puedo inventarme todo aquello sobre lo que escribo. Hoy me gustaría pensar que este artículo es una de esas excepciones. Y aun no siendo una verdad universal, por culpa de los gustos y sus colores, ojalá sí pueda considerarse como una verdad de tantas otras, simple, directa, a secas. Para mí suelen ser las mejores, porque respiran, sudan, y emocionan, son tan reales como ese alimento tan necesitado llamado imaginación.
Una de ellas fue, es, y sigue siendo, “El Drogas”. A sus 54 años, el músico navarro sigue dando tanta guerra que muchos han olvidado lo que fue en su día Barricada… No, miento, esto lo estoy exagerando. Sin embargo, Enrique es dueño de una personalidad y energía arrolladoras: no hay escenario que pueda con su presencia; un culo inquieto por naturaleza (su último disco con la mítica banda fue “La tierra está sorda”, un trabajo de investigación donde, acompañado de un extenso libro escrito de su puño y letra, hacía memoria de lo que fue la Guerra Civil Española desde el lado republicano); una timidez que le sale sola en los malditos momentos en que el micrófono que tiene delante sirve, únicamente, para hablar; y, por supuesto, unas ganas de hacer música irrefrenables (de hecho, es, junto con otros músicos, uno de los colaboradores habituales del proyecto Motxila 21, un grupo navarro compuesto por jóvenes con síndrome de Down).
Otra realidad es que a “El Drogas” le van los tríos. De cualquier tipo. Algo que no digo yo, sino que le he escuchado decir a él en más de una ocasión. Tanto su disco, “Demasiado tonto en la corteza”, como su libro de poesía, “Tres puntadas”, están divididos por ese bonito número. Por un lado, en “Demasiado tonto en la corteza”, nos encontramos con “Alzheimer”, “Matxinada” e “Y glam”, cada uno compuesto de ocho cortes –8 + 8 + 8 = 24, no está mal–, que hablan de lo que tienen que hablar, o, mejor dicho, de lo que el propio Enrique quiere hablar, con un estilo, tanto en las letras como en el sonido, bien definido y diferenciado:
ALZHEIMER: como su propio nombre indica, esta primera parte trata sobre la enfermedad y los recuerdos que se lleva por delante, algo que, por desgracia, le pilla muy de cerca: su madre la padece desde hace años. En la canción Debajo de aquél árbol, por ejemplo, relata su infancia y adolescencia, por si acaso, algún día, tiene la mala suerte de sufrirla, y alguien tiene que contarle quién es. Qué mejor narrador que él mismo, ¿no?
MATXINADA: el CD más combativo, social y político de todos: llega hasta la mismísima médula. Es la parte que más puede recordar a los extintos Barricada. Aquí “El Drogas” se inventa un país imaginario, “Elrei Nodesp Haña”, gobernado por una serie de personajes igual, en principio, de imaginarios. (Ojo: cualquier parecido con la realidad es fruto de ésta.)
Y GLAM: una serie de canciones con la vista fija en el glam rock de los años 70 donde, especialmente, destacó la figura de Marc Bolan, cantante inglés líder de la banda T. Rex. Otros tragos es todo un himno. Preciosa.
“Tres puntadas”, a priori, parece ser otra historia. O la misma, según cómo se mire. (En la presentación del libro recuerdo que no lo dudó un segundo: dejó de lado la típica charleta/recital, se colgó la guitarra y la armónica, y junto con Txus Maraví, miembro de su actual banda, montó un pequeño gran concierto en acústico. Lo que indica que el Enrique poeta no puede vivir sin el Enrique músico, y viceversa.) Sus poemas, o textos, como él mismo prefiere llamarlos, tienen la piel que él quiere llevar en cada momento: o bajo las órdenes de Eva Zanroi en “…Y si la noche fuese mi cómplice…”, su álter ego cuando explora su lado más femenino, o ya con sus propios y definidos rasgos, con “El ojo de la aguja” (poemas ya publicados en el diario Gara) y “El rincón oscuro”. Imposible no sentirse agradecido con todo el buen material que nos brinda. Por ello, y con vuestro permiso de antemano, voy a rescatar uno de tantos, a ver si consigo que me deis la razón:
Por el camino más oscuro
las obligamos a correr
y después
recogemos sus trozos
esparcidos
y abandonados
en la alfombra del tiempo.
Ahora mira y no ve,
y se ha ido sin dar
una sola zancada
y nos hace sentir culpables
de nuestra impotencia.
Flores para nuestro hielo
mientras ellas
aguantan el fuego de la sinrazón
y el fuego tal como es,
con horror por dentro.
Como el corazón asustado de una piedra.
¿Cristina se llamaría?
¿O María? O Josefina…
¡Qué sé yo!… Qué lenta
es esta rapidez
y qué cerca tanta distancia.
Del frío cortante al calor del puño sólo un segundo.
Dar marcha atrás para seguir adelante
o seguir adelante marcha atrás.
La vida en una sola fotografía
de esa mirada
que ya no ve.
Sólo mira donde el aire da la vuelta.
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