Entrevista a Boris Rozas
Por David Acebes , 31 octubre, 2016
Boris Rozas (Buenos Aires, Argentina). Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Valladolid, ciudad en la que ha transcurrido la mayor parte de su vida, tanto personal como literaria. Su faceta poética abarca hasta la fecha nueve libros publicados: Bagajes del alma (2004), Lleno del mar (2005), Hemisferio Sur (2007), Huyendo de este jardín, me encontré con el viento (2009), Ragtime (2012), Invertebrados (2014), La senda de las espigas (antología poética del autor, 2016), La libertad de los girasoles (Plaquette, 2016) y Primeras impresiones de un hombre en la sala de autopsias (2016). Ha obtenido más de ochenta galardones literarios, de entre los que podemos destacar el Primer Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador (2013), o el Primer Premio de las XLII Justas Poéticas de Laguna de Duero (2013).
A propósito de La senda de las espigas.
D.A.- En alguno de tus poemas, en «South wedding» o en «Lo que dicen de mí las palabras», por ejemplo, he escuchado hermosos ecos nerudianos, tanto en la forma, que evoca al estilo partido de las Odas elementales, como en el fondo… («La piedra del espigón / lleva el perfil de tu nombre / envuelto»).
B.R.- Está claro que esos ecos de mis dos orillas literarias se superponen de una manera más o menos evidente en todos mis trabajos hasta la fecha, estoy muy de acuerdo contigo. No ha sido una elección, en todo caso quizás una necesidad derivada de una vía literaria riquísima cualitativa y cuantitativamente, como tú bien señalas. Un alter ego que se retroalimenta de los dos lados del charco literario, desde Neruda hasta Machado, de Blas de Otero a Cortázar, de Whitman a Lorca, con Dickinson o con Keats. De una boda sureña en South Beach a un primer intento de posado privado sin casi efectismos, seis libros de distancia, diez años de ejercicio poético cuasi íntimo.
D.A.- De hecho, tus poemas me han recordar un verso del gran poeta chileno que decía «Mi corazón que baila con espigas»; el tuyo, por lo que leo, parece que ha recorrido una larga y enmarañada «senda de espigas»…
B.R.- El título de esta antología se decidió antes incluso de que la selección de poemas se llevara a cabo. La poesía se convirtió en mi camino sin que yo lo supiera, en una senda difícil y solitaria, con pocos horizontes a imaginar para el que empieza, con la sombra de la intrascendencia como eterna compañera de viaje. Mi corazón se llenó de poesía sin que yo lo intuyera y los versos fueron alumbrando el camino hasta decidir por sí solos. “La senda de las espigas” era una parada obligatoria tras más de diez años de trabajo, un punto de inflexión y reflexión necesario. Como en toda selección de poemas, se intuyen distintos colores y tonalidades, distintos estados de ánimo, lugares y momentos preñados de sensaciones. Es una alegría para el poeta que se ve reflejado en su propio espejo, con la esperanza de retomar de nuevo su camino con la misma magia de todos los principios.
D.A.- Sin embargo, percibo cierto tono de desarraigo en tus versos. Como increpas en «Ya entonces nacemos de hinojos», ¿dirías que te encuentras perdido?
B.R.- Para nada, David. Tuve mis dudas como todos, al principio de esa senda que ahora recorremos juntos, pero no puedo sentirme más seguro de la certeza del ensayo poético y vital. Soy lo que escribo más que nunca, escribo de lo que soy y como siempre. Respiro en verso como tantos otros, celebro esa epifanía alcanzada en algún punto de esa senda. Tantos y tantos poetas que he conocido y que admiro, tanta buena poesía que me queda por leer y saludar. Sólo ese acontecimiento merece la pena al camino emprendido.
D.A.- Por otra parte, la infancia, esa patria del hombre, ese desván de los recuerdos, malos o buenos, se me antoja importante para ti. Pero no solo desde un punto de vista personal y nostálgico, sino desde la óptica de quien ha asumido la condición de padre… «De la madre viene el cántico, / con el hijo se apaga el vacío», dices en «Poemas para el niño gris».
B.R.- Totalmente de acuerdo. Invertebrados fue la prueba más pura y evidente de lo que dices, mi hijo y mi mejor poema, mi particular eterno retorno a una primera infancia que casi no recordaba, de la que albergaba mucho más de lo que yo pensaba. Mi particular y humilde homenaje a muchos clásicos de la literatura de todos los tiempos, que me acompañaron en mi adolescencia convulsa; cerrar heridas abiertas siempre reconforta a los poetas, yo no iba a ser menos. Muchos poemas de ese libro adornan las páginas de esta senda, por algo será.
D.A.- Y luego resta que hablemos del amor, del combate cuerpo a cuerpo, de «la idoneidad del cuerpo extendido». Seamos sinceros, no hay como la palabra poética para esconder nuestro yo más escondido y profundo…
B.R.- No he encontrado una manera mejor de expresar sentimientos tan íntimos, no he visto una mirada más humana y potencialmente catártica. Pero conviene no perder la perspectiva llegados a este punto de franqueza, la palabra poética requiere un mensaje trabajado, no escrito a contracorriente, un verso líricamente bien medido y conformado, una expresión hermosa y comprensible. Si pierdes eso, si nos perdemos en eso, podemos caer en la autocomplacencia literaria cercana al simple bufido, a la libertad formal malentendida en favor de la evasiva melancólica o trágica. No todo en la poesía actual nace del desarraigo, no todos los lectores buscan verdades absolutas, probablemente sólo referentes.
D.A.- Por lo tanto, antes o después, debemos aceptar nuestra verdadera condición, nuestro estigma animal, tenemos que ladrar, como tú dices, y no perder nuestra fe en la carne…
B.R.- La verdad para el poeta es reconocerse a sí mismo en un entorno hostil o desenfrenado como el nuestro, en efecto sin perder la fe o el sosiego. En el intento estamos.
D.A.- Para que conste, voy a rememorar en alto el verso que más me ha gustado de tu recopilación poética: «No me siento libre, soy bosque». Pues eso…
B.R.- Cercanos a ese semipanteísmo de todo lo que huele a whitmaniano, muchos de mis versos buscan la evasiva del hombre con la supuesta inmanencia de su entorno, la liberación del gigantesco escenario de la deshumanización salvaje. Frente a mi escritorio soy libre, David, más tarde que pronto, pero libre al fin.
D.A.- Y para terminar, ¿qué nos espera al final de tu senda de espigas? Diría que eres un poeta prolífico y siempre abierto a nuevas aventuras…
B.R.- Es cierto, quizás demasiado. Casi agotada la primera edición de “La senda”, se vienen enseguida dos nuevos proyectos, dos ediciones muy especiales para mí, pues llegan precedidas de sendos premios. “La libertad de los girasoles” se publica en Estados Unidos, un mes después de haber obtenido el Primer Lugar del II Premio Internacional “La palabra de mi voz”. Es una plaquette con 18 de mis últimos poemas que espero gusten a los lectores de ambos lados del charco. Lamentablemente, el libro no se editará físicamente en España, por lo que sólo se puede adquirir en portales como Amazon.
Y empezando el mes de Noviembre verá la luz mi noveno poemario, bajo el insinuante título de “Primeras impresiones de un hombre en la sala de autopsias”, premiado y editado en Barcelona, y que presentaré oficialmente en Valladolid el próximo martes 15 de noviembre en la Casa de Zorrilla, inmejorablemente acompañado por los poetas José María Muñoz Quirós (prologuista del libro) y Carlos Aganzo, dos amigos y dos grandes poetas. Es un buen libro, con algunos de mis mejores textos hasta la fecha. Estás invitado, David. Estáis todos invitados.
Título: La senda de las espigas
Autor: Boris Rozas
Género: Poesía
Editorial: al margen editorial
ISBN: 978-84-945550-0-8
Páginas: 95 págs.
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