Entrevista a Javier Sánchez Menéndez: Por complacer a mis superiores
Por Redacción , 19 febrero, 2014
Javier Sánchez Menéndez (Puerto Real, Cádiz, 1964), poeta, ensayista y editor, hace recuento de su obra poética en la antología Por complacer a mis superiores, en Ediciones La Huida, 2014. Hablamos con el escritor sobre algunas claves de su espacio creador.
Acaba de salir al mercado la antología Por complacer a mis superiores – otra vez un verso de Nicanor Parra sugiere el título- en la que se integran poemas de más de tres décadas de escritura. No sé si en esa larga búsqueda ya hay respuestas sobre qué es la poesía…
La poesía es la búsqueda permanente del lector de literatura. Aún no he encontrado la esencia necesaria para definirla con claridad. La he visto en estos años, pero aún debo acercarme mucho más a ella. El respeto a la literatura a través de la poesía es el camino, el amor y la contemplación de la naturaleza también.
Qué mide la distancia entre Motivos (1983) y Una aproximación al desconcierto (2011).
Un simple milímetro podría servirnos. Toda mi poesía es un único poema que se va trabajando año tras año. No encuentro diferencias en los versos. Tengo muy claro aquello que deseo plasmar y lucho en la forma de hacerlo. Con motivo de la aparición de Faltan palabras en el diccionario (2011) y de Por complacer a mis superiores (2014) he tenido la oportunidad de confirmar la unidad existente entre los poemas de estas décadas.
En cada discurrir se ve reflejada una tradición, el amplio cauce de un conjunto de nombres propios. ¿Qué nombres están en ese cauce?
Y ese cauce es el cuerpo de lecturas, el acompañamiento que nos guía y nos bendice: Platón, Novalis, Hölderlin, Rilke, Eliot, Leopardi, Pound, Quevedo, Juan Ramón Jiménez, Claudio Rodríguez, Antonio Colinas, Luis Rosales, Nicanor Parra…
Tantos años de labor… ¿Ha cambiado tu percepción del quehacer poético?
Los años no modifican la percepción, el tiempo nos acerca a la perfección, a la lucha permanente por conseguirla. Podemos dejar de existir sin haberlo conseguido, pero el único camino posible es seguir, seguir haciendo algo. En el fondo la poesía se escribe porque no hay más remedio. Y este remedio es la causa del bien y del mal.
Toda antología hilvana una dialéctica entre memoria y olvido. En las páginas de Por complacer a mis superiores ¿Se ha diluido un poco el primer tramo escritural?
No, he disfrutado muchísimo acudiendo al origen, a esos Motivos (1983) que se leyeron en Roma en 1984 ante un extraño público, con Derrota y muerte a los héroes (1988) recordé los paseos con Pablo García Baena por El Baúl, las conversaciones con Antonio Colinas cuando vivía en Ibiza, la mirada de Claudio Rodríguez en Madrid, o la dulzura de la palabra y los gestos de María Victoria Atencia.
De cada libro hay recuerdos entrelazados. Cada uno sirve para completar el anterior. Todos parten de un origen mismo: la vida y la poesía como una Fábula.
En este nuevo encuentro con tu poesía, sigo pensando que los dos libros que más complicidad me deparan son El violín mojado y Una aproximación al desconcierto. ¿Compartes esta preferencia o tus criterios son otros?
Desde un punto de vista literario, desde luego. Desde un análisis lírico el justo acercamiento al centro indudable se encuentra en La muerte oculta.
He comentado ya que todos los libros de poemas son uno. Mi poesía se puede leer en cualquier momento de la historia y abriendo las páginas de los libros al azar, sin miedo.
Tras un largo silencio, los poemas de madurez integrados en Una aproximación al desconcierto definen la experiencia vivencial. ¿Serenidad, escepticismo o es inevitable una veta nihilista?
Es la veta nihilista como bien indicas, una automeditación en silencio y soledad. Pero además hay escepticismo.
La serenidad nunca está presente en mi poesía, no se puede crear en serenidad, es imposible.
Una triste verdad sobrevuela sobre los títulos de poesía: parecen moverse en la sombra, casi al tanteo. Tal situación, ¿es más optimista en otros géneros?
No, no soy más optimista en otros géneros. La literatura contemporánea es un claroscuro permanente y, en los últimos años, se ha intensificado mucho más. Creo que el motivo está en que se crea sin leer, y la lectura es el elemento primordial de la creación.
En la ventana un tiempo especulativo y utilitario. ¿Se imagina una sociedad sin poesía?
Para nada, si alejamos la poesía o la cultura en general de la sociedad creamos entornos globalizadores y erróneos. Mucho de la crisis que padecemos en estos últimos años, a nivel mundial, es un alejamiento de la cultura.
Hace años, en una entrevista, comenté que todas las empresas debían contratar a un filósofo y a un poeta. Las empresas funcionarían mucho mejor desde luego.
Una sociedad sin poesía es como un escritor sin libros en su biblioteca: vacío.
José Luis Morante
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