Entrevista al director Laurent Cantet: «Foxfire» o la continuidad de la lucha
Por Israel Paredes , 25 junio, 2014
Laurent Cantet, uno de los mejores cineastas europeos del momento, cuatro años después de su excelente La clase, tomó la novela de Joyce Carol Oates, y se marchó a Estados Unidos a rodar Foxfire, en apariencia un cambio en su carrera tanto temática como formalmente. Pero no es del todo así. Cantet ha realizado una película coherente con sus anteriores propuestas, brillante en su propuesta formal y estilística, abierta a diversas lecturas a partir de una narración clara y simple. Una obra muy política que habla de forma directa de nuestra actualidad, de las luchas que persisten en el tiempo.
–Con Foxfire desmantelas en gran medida la imagen mitológica del american dream que gran parte del cine norteamericano ha transmitido.
Si, fue uno de los puntos de partida de la puesta en escena, intentar escapar de esa forma mitológica de los años cincuenta en los Estados Unidos. Y aun así creo que no me escapo del todo. Es verdad que cuando filmas, ciertas cosas, como los grandes coches de la época o la cierto tipo de ropa, entras en esa mitología, pero intenté alejarme por ejemplo de las referencias de las películas más míticas de entonces, como Rebelde sin causa, viendo documentales de la época para contextualizar de otra manera. Creo que los americanos se inclinaron tan sólo por un lado de la historia. Hubo un libro que leí durante la preparación d ela película que me gustó mucho, La historia popular de EEUU. Uno se da cuenta de que los norteamericanos, en gran medida, narraron parte de su historia antes de las luchas, que existieron: la de los trabajadores y obreros, las luchas por los derechos civiles… Pero en realidad no hicieron en su momento un gran hincapié en esas grandes luchas. Quería rehabilitar esa parte de su historia y mostrar que dentro de ese sueño americano muchos se quedaron fuera.
–A este respecto, es una película muy política con no pocas conexiones con la actualidad.
En efecto, y fue una de las primeras cosas que me llamaron la atención de la novela. Esa sensación de que aunque transcurría en los cincuenta hablaba de hoy. Las opresiones son persistentes pero también lo es que estamos en una especie de continuidad de la lucha, por eso el personaje del cura que representa la lucha del comunismo, una parte de todas esas luchas. Y cuando se pasa a otra etapa el discurso se vuelve más complejo. Para el viejo comunista, en su época, el feminismo ni se planteaba, pero poco después aparece estas reivindicaciones y son luchas que se integran entre sí, que se alimenta. Son causas fuertes que se unen, se enriquecen las unas a las otras, y crean nuevas problemáticas.
-Foxfire plantea una pequeña revolución que acaba en una especie de dictadura, ¿es la imposibilidad de la utopía?
Es verdad…. Es un punto común a todas mis películas. Siempre intento mostrar personajes movidos por una utopía muy fuerte o una esperanza de cambio. Y quizá en lo que menos orgulloso estoy de mí mismo es en mi visión pesimista de las cosas… Sistemáticamente plasmo que el idealismo no se plasma cuando se enfrenta ante la dificultad de la vida. Pero Foxfire quizá sea la más optimista de todas mis obras gracias a esa foto del periódico al final… porque vemos que ella ha continuado la lucha y una forma de continuar, de postergar, lo que ha realizado con sus compañeras. Mostrar que nada de lo realizado, cuando se lucha, es en vano, que alguien cogerá el relevo y seguirá hacia delante.
-Al comienzo tiene un tono alegre, pero poco a poco va oscureciéndose…, este progreso hace que la película cambie las expectativas iniciales. Por otro lado, el dinero, su necesidad, su búsqueda, es una mirada dura hacia el capitalismo, cómo se va imponiendo en sus vidas hasta que la realidad se impone al sueño.
El tono es cierto que va oscureciéndose, porque sigue el recorrido natural de la vida, en cierto modo. El paso de la adolescencia a la edad adulta. El momento en que tienes que tomar en cuenta las cosas concretas de la vida. Para vivir su ideal, en esa comunidad que han creado, necesitan dinero para comer. Las jóvenes no deben tan sólo sobrevivir, sino vivir, vivir lo mejor posible. Y de pronto frente a esas cuestiones de adultos el mundo que les rodea se impone, por eso me gusta rodar la adolescencia: es un mundo en el todavía todo parece posible y luego viene lo trágico, cuando mucho de los deseado no se cumple.
-Es una película muy narrativa. Pero sólo vemos en pantalla lo que la protagonista lee en su diario y, por tanto, es la mirada de una adolescente, no la de una adulta narrando sus recuerdos. Y eso le da un tono casi onírico.
La novela me gustó mucho por eso mismo. Por esa doble temporalidad. La mirada del adulto que se pone en la postura de la adolescente, sin condenar, sin juzgar, igual que espero que la película no lo haya hecho. Si esos personajes me sedujeron mucho fue porque no pertenecían a un dogma, no estaban encajados en algo definido. Reaccionan ante el mundo como pueden, y no me sentía capaz de juzgar su comportamiento. Están sometidas a violencias terribles y se entiende que se enfrenten a todo. No comprenden muchas de las cosas que pasan, eso me interesa. Incluso su incoherencia, sus contradicciones, su incapacidad para definir lo que están haciendo. La película plasma esas incoherencias.
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