Escobar: paraíso perdido
Por José Luis Muñoz , 20 noviembre, 2014
Escobar: paraíso perdido, una coproducción entre Francia, España y Bélgica dirigida por Andrea Di Stefano (Roma, 1972), un actor que debuta en la dirección, fue presentada en el último festival donostiarra y levantó pasiones contradictorias entre los que se sintieron estafados, creyendo que iban a ver un biopic sobre unos de los narcos más poderosos del mundo, y los que se dejaron llevar por un absorbente thriller que tiene a la figura de Escobar como fondo de su historia dramática.
Cuando dos canadienses aficionados al surf, Dylan (Brady Corbet, uno de los malévolos chicos del Funny Games americano de Michael Haneke) y Nick (Josh Hutcherson), descubren una playa virgen de Colombia creen descubrir su paraíso particular; cuando uno de ellos, Nick, se enamora de María (Claudia Traisac), la sobrina de Pablo Escobar, empieza el infierno. No es Escobar el protagonista de la película, sino ese canadiense Nick que se mete en la guarida del lobo y entra en un lugar del que no se puede salir. Andrea Di Stefano no profundiza en la personalidad de uno de los criminales más mitificados del mundo, y de los más desalmados y crueles, al que Benicio del Toro presta su impresionante presencia, y muestra, una vez más, el dualismo de esos grandes criminales mafiosos que actúan como verdaderos señores feudales: encantador con los suyos, benefactor de los pobres a los que dicen proteger; despiadado con cualquiera que le suponga el más mínimo problema, dios que da y quita la vida con una arbitrariedad escalofriante. Quizá le falte a la película hablar del trasfondo político del personaje, el entramado de corruptelas y sobornos que lo convirtieron en uno de los hombres más influyentes de su país, pero eso sería otra película, un biopic sobre Pablo Escobar que esta película no es.
Para quien quiera saber algo que no conozca de ese criminal que compró el coche en el que acribillaron a Bonnie y Clyde y tenía un zoológico privado en su hacienda, la película no le sirve, pero es buen ejemplo de cine negro de altísimo voltaje con más de una secuencia magistral: cuando Nick, el novio de la sobrina de Pablo Escobar, debe cumplir un encargo muy especial en Huitango, esconder un cargamento de diamantes en una mina, y todo se le viene encima; o cuando un entrañable Pablo Escobar habla con Nick, Nico como familiarmente lo llama, por una línea privada y hace una analogía entre su vida y el final de El libro de la selva que está leyendo el narco a sus hijos en esos momentos: Cuando Mowgli decide volver con los hombres deja a todos sus amigos de la selva, una forma gráfica de decirle que ya no lo protege y es, por tanto, un objetivo más. Y de nuevo un secundario de lujo, Carlos Bardem en el papel de Drago, un tipo que ya me da tanto miedo cuando sale en pantalla como Joe Pesci, en el papel de sanguinario sicario a las órdenes de su patrón, limpiándose, en una de las secuencias, la sangre del brazo después de una de sus faenas.
Pablo Escobar, el hombre que se creyó Dios en Colombia, que actuó por encima del bien y del mal, que rezaba todos los días con su madre por teléfono, causante directo de cientos, quizá miles, de muertes atroces, vivió como murió y es un icono histórico del asalto a los cielos de los delincuentes que chantajean al poder o simplemente lo ocupan.
En este thriller de ritmo endiablado, y con escenas angustiantes que mantienen una tensión dramática, el criminal más temido de Colombia es una fiera dispuesta a devorar hasta a los suyos con tal de sobrevivir: un malvado en toda regla.
Y un aviso: la película la dirige un europeo, y eso siempre se nota, sobre todo en los finales.
Título original: Escobar: Paradise Lost
País: Francia
Año de producción: 2014
Género: thriller
Duración: 120 minutos
Director: Andrea Di Stefano
Estreno en España: 13/11/2014
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