Ese estrafalario montón de hierro
Por Víctor F Correas , 28 enero, 2015
El anciano mira al hombre que tiene al lado con sonrisa socarrona mientras lo golpea con el codo. Un gesto cómplice.
Se conocen, y por eso se entienden a la primera. Tiene coullies la cosa. Vamos, cojones, le dice sin levantar la vista del espectáculo que presencian los dos. Mon dieu, responde el otro. La misma ácida sonrisa. Menean la cabeza, impertérritos, como si no se creyeran lo que están viendo, pero es cierto.
―Al final ese estrafalario se ha salido con la suya…
El tono irónico del anciano despierta la sonrisa en los que le rodean, que son unos cuantos. Ancianos, gastadores de tiempo, desocupados y los que pasaban por el lugar contemplan curiosos la escena: un buen número de hombres se afana en la apertura de un inmenso socavón en el Campo de Marte, un vasto parque situado en el séptimo distrito de Paris, y uno de cuyos extremos lamen las aguas del Sena. Pican y pican el suelo, sacan tierra, excavan las entrañas del predio con rapidez en los puntos donde se levantarán los pilares del monumento que se emplazará en dicho lugar. Unos siete metros de profundidad, que es lo que se ha previsto inicialmente.
―Menos mal que cuando todo termine lo echarán a bajo de nuevo. ¡Condenado adefesio! ―responde al anciano su compañero de diálogo y visión de los acontecimientos.
El estrafalario individuo al que se refirió el primero es Gustave Eiffel. Y el condenado adefesio que mentó el segundo es la suerte de torre metálica que ha ideado el mencionado ingeniero a partir de los planos de los arquitectos Maurice Koechlin y Émile Nouguier. La van a levantar allí, en un extremo de lo que en tiempos pretéritos fue un campo de hortalizas y después, un campo de maniobras militares. La idea es que se convierta en la atracción de los visitantes que acudirán a la próxima Exposición Universal de París, que tendrá lugar dentro de dos años. 300 metros de torre metálica apoyada en cuatro inmensos arcos y que adelgaza en volumen conforme asciende al cielo. Y eso allí, en medio del Campo de Marte.
―Absurdo, completamente absurdo ―se lamenta el primer anciano.
―Seremos el hazmerreír de todos los que vengan a ver esa exposición. Ya ve usted, la Francia en boca de todos.
―¡Qué cosas! ―maldice el primero chasqueando la lengua.
―¡Mon dieu! ―replica el otro meneando la cabeza.
Durante los siguientes cinco meses, los obreros excavarán unos cimientos sobre los que se asentarán cuatro pilares que ascenderán hasta una altura de 57 metros, tope del primer piso. El segundo se encontrará a 115 metros de altura, y así metro a metro, primero diez al mes, después treinta conforme se alcanzaba la altura definitiva, hasta los 300 definitivos; 7.300 toneladas de hierro repartidas en 18.038 piezas de cinco metros de longitud unidas por dos millones y medio de remaches.
Tal día como hoy hace 128 años se inició la construcción de la Torre Eiffel, que sería inaugurada el 31 de marzo de 1889. Sobrevivirá a la caída del interés por contemplar el monumento, a dos guerras mundiales y a un incendio, hasta que en la década de los 60 del pasado siglo se convirtió en el icono de París.
Hoy nadie se lo imagina sin ella.
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