¿Qué se debe de sentir cuando eres la primera persona en ver algo que nadie más ha contemplado? ¿Qué sensación se experimentará mientras se disfruta de algo único, colosal?
Satisfacción, orgullo. Quizás la íntima convicción de tener la gloria en la mano y abrir con ella las puertas de la eternidad, ganada a pulso tras duras semanas de camino. Debe de ser épico. Las sensaciones que debió de experimentar Vasco Núñez de Balboa, que hoy hace quinientos dos años se convirtió en la primera persona en contemplar un nuevo mar azul, inmenso y pacífico que llenaba todos sus sentidos. Y lo hizo desde la cumbre del Istmo de Panamá. Tras extasiarse de tanta belleza, miró hacia atrás e invitó a sus compañeros de aventura a contemplar aquel regalo de la naturaleza al que terminarían bautizando como ‘Mar del Sur’. Fue la mejor recompensa que se podía ofrecer a quienes durante semanas soportaron cataratas de lluvia y vientos que desgarraban hojas y ramas, y atravesaron infinitas selvas. Se trataba de avanzar, sólo avanzar, siempre avanzar sin importar las picadoras de los insectos, el sonido de las serpientes de cascabel, la algarabía de los monos aulladores… El premio no pudo ser más maravilloso. El inmenso mar azul del que Vasco de Balboa oyó hablar al cacique Careta. Un océano tan pacífico como nunca imaginó.
Sí, el repaso a este veinticinco de septiembre empieza épico. La efeméride lo requería. Aunque la fecha dio para más, especialmente en el imperio. Porque tal que hoy hace quinientos nueve años falleció Felipe I ‘el Hermoso’. El germen de la dinastía de los Austrias, que reinó en este país y todos sus territorios hasta 1700, la palmó tras caer enfermo pocos días atrás. Unas fiebres causadas por beber agua fría –Curioso. Su hijo Carlos también cayó enfermo tras lo mismo, aunque al I de España y V de Alemania lo que le mandó para el otro barrio fue el paludismo-, un cuadro de neumonía, y a criar malvas. Luego se ha dicho de todo: que si contrajo la peste, que si lo envenenó su suegro, el Católico Fernando… La que salió perdiendo y quedó tocada fue su esposa Juana, a la que tras el trance comenzaron a llamar ‘La loca’. Y mientras, el Cardenal Cisneros quedó como regente. Historia de este país. Siempre la mar de divertida.
Pero si la fecha también se recuerda por algo es por nueve estudiantes negros –pues ese era su color- que entraron tal que hoy hace cincuenta y ocho años en la escuela secundaria Central de Little Rock (Arkansas, EE.UU.) protegidos por soldados armados. Tres años atrás, en 1954, quedó declarada como inconstitucional la segregación racial en los medios educativos, pero eso el gobernador del momento del estado se lo pasó por el forro y mandó a la Guardia Nacional que rodeara la escuela e impidiera la entrada de los estudiantes negros. Y allí se lio parda. Al presidente Eisenhower se le hincharon las razones y al día siguiente ordenó el envío de mil soldados a Little Rock. Para narices, las suyas. El episodio marcaría el inicio de la integración racial en las escuelas de los EE.UU.
Y queda alguna cosilla por aquí antes de entrar a recordar los nacimientos y defunciones de la jornada. Por ejemplo: tal que hoy hace quinientos veintidós años, Cristóbal Colón inició su segundo viaje al Nuevo Mundo. En esta ocasión la expedición corrió a cargo del duque de Medina Sidonia, más una parte correspondiente a los bienes incautados a los judíos. Ahora que sabía lo que había al otro lado del océano, las cosas estaban más claras, y no menos las consignas: explorar, colonizar y predicar la fe católica en los territorios descubiertos en su primer viaje. Amén.
Ahora, capítulo criadero de malvas y primer llanto. En los segundos, dos de postín: un tipo que nació hoy hace ciento dieciocho años en New Albany (EE.UU.), que ganó el Nobel de Literatura en 1936 y que escribió una serie de novelas ambientadas en un condado ficticio de nombre Yoknapatawpha. Años después, William Faulkner también sería muy apreciado en cierto pueblo del sur de Albacete. Tanto, que su cabo de la Guardia Civil, el inolvidable Gutiérrez, hizo detener a un escritor latinoamericano por plagiar su obra. Y sin miramientos.
El otro nacimiento a destacar es el de un abogado que nació hoy hace ochenta y tres años, que decidió meterse en política, presidió el primer Gobierno de la Democracia y dimitió cuando vio que sobraba. Un hombre digno, ese Adolfo Suárez. Cuántos matarían ahora por recibir ese calificativo.
Y además de Felipe I ‘el Hermoso’, hoy hace ciento sesenta y seis años que Johann Strauss padre también se marchó para el otro barrio. Y nos dejó para el recuerdo su ‘Marcha Radetzky’, que cada día de Año Nuevo escuchamos según cómo se nos haya dado la noche anterior.
Víctor Fernández Correas nació en Saint Denis (Francia) en 1974. Hijo de la emigración, aunque reside en Getafe (Madrid), se siente extremeño por los cuatro costados. Y, más en concreto, Verato.
Como periodista colabora con distintos medios y consultoras relacionados con las Tecnologías de la Información y el mundo de la pequeña y mediana empresa.
Como escritor comenzó su andadura en el mundo de las letras en el año 2000, fecha en la que obtuvo el Primer Premio de Relato Corto de Valverde de la Vera (Cáceres) en su modalidad local. Galardón que repitió al año siguiente, en 2001, con un relato titulado ‘Epílogo Imperial’. También resultó ganador del Primer Certamen de Relato Corto Princesa Jariza, de Jaraíz de la Vera (Cáceres) en 2001. Siete años después, muy ampliado y desarrollado, ‘Epílogo Imperial’ se convirtió en su primera novela: La conspiración de Yuste, en la que narra los últimos meses de vida del emperador Carlos V. Más tarde, en 2012, publicó su segunda novela, La tribu maldita, en la que recrea la más que posible peripecia de los homínidos cuyos huesos son investigados y analizados cada año por el Equipo Investigador de Atapuerca en la sierra del mismo nombre.
Tiene por delante varios proyectos literarios que pretende desarrollar en los próximos años. Y sigue aspirando a escribir y a divertirse haciéndolo.
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