Estamos tocando fondo
Por Oscar M. Prieto , 10 octubre, 2016
¿Estamos tocando fondo? Se ha extendido la costumbre de crear grupos de whatsapp de lo más variopinto como medio de comunicarse: para despedidas de soltero, para hablar de los deberes para casa de los hijos, para avisar de los radares de Tráfico, etc. Se forman con un objetivo, pero luego se dispersan y va cada loco con su tema y se confunde el culo con las témporas, cayendo en el error de hablar de cualquier cosa con cualquiera.
Uno de éstos grupos que conozco tiene como fin aglutinador y convergente sacar billetes de tren de Madrid a Orense, y también viceversa, más baratos. Sin embargo, tan loable intención se ve empañada cuando sus miembros, casi todos desconocidos entre ellos, se ponen a discutir de política mediante mensajes. Y es que, como decía Valle-Inclán, el español no puede irse a la cama sin soltar sus opiniones sobre todas las cosas y da igual a quien sea.
Estamos tocando fondo. Ahora no es una pregunta. Es un verso de Gabriel Celaya. Coincido con el poeta cuando dice maldecir “la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales, que, lavándose las manos, se desentienden y evaden”. Coincido en que hay que tomar partido.
Pero estamos llegando a extremos del fondo, de pelea en el barro. La política está generando demasiada violencia en el ambiente, en las barras de los bares, en las oficinas, sentados en familia a la mesa para el arroz de los domingos. Demasiado violencia y una violencia estéril, ayuna de política, de la que nada bueno puede salir. Sólo rencor y odio. Cuidado con el fondo de las pasiones, con el fondo del odio. Es peligroso.
Carl Schimitt sitúa en la relación “amigo-enemigo” la esencia de lo político. Pero también advierte de que ésta debe darse siempre en la esfera pública: “Sólo es enemigo el enemigo público”. Nunca debe rebasar este límite. Incluso sería deseable llevarse bien con el enemigo político en la esfera privada, íntima. De lo contrario, la sociedad, corre el grave riesgo de fracturarse.
Parafraseando a San Pablo: si sólo amásemos a quienes votan lo mismo que nosotros, a los que piensan igual sobre política, a los de nuestro partido, ¿qué mérito tendríamos? Ninguno. Seríamos unos perfectos necios, pues si la política es la posibilidad de convivencia, de esta manera sólo lograremos destruirla.
Salud.
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