Estereotipos sexuales
Por Jesús Cotta , 30 mayo, 2014
Leo con estupor un artículo de una revista de mujeres que trata sobre la supuesta ventaja que en asuntos eróticos llevan las francesas sobre las españolas.
Yo creo que en Francia y España cada mujer es un mundo y que los supuestos estereotipos de francesa y española están más en la cabeza de la gente que en la realidad y que en todos los sitios y épocas ha habido de todo y que el supuesto carácter de un pueblo lo único que hace es dar más o menos facilidades al talante erótico de cada cual, pero que no lo conforma.
Dicho esto, supongamos que el artículo tiene razón y que la mujer francesa es desinhibida y seductora, mientras que la española tiene una sexualidad más estandarizada, como afirma el artículo. En ese caso, pregunto por qué va a ser objetivamente peor la supuesta mujer española que aspira a un marido bueno y fiel para toda la vida y buen padre de sus hijos, que la supuesta francesa que quiere seducir a hombres y no comprometerse con ninguno.
Por lo visto, el prototipo de pareja al que las españolas han de aspirar no es el de sus madres ni el de las novelas y las canciones, la del amor que, al menos al principio, es para toda la vida, para la salud y la enfermedad. No, ese está obsoleto. Nuestras madres deberían haber seducido al vecino del quinto en vez de ser fieles esposas. Habrían sido pésimas madres, ¡pero la mar de afrancesadas!
Yo creo que ese artículo lo ha escrito no una mujer sino un hombre lampón que no se come una rosca entre las exigentes españolas y que quiere convencerlas de que no pongan el listón tan alto en asuntos eróticos, porque él está en lo más bajo.
Recuerdo en cierta ocasión una conversación en el trabajo. Una mujer soltera y muy guapa nos decía a un grupo de hombres que ella no echaba en falta el sexo, que vivía muy bien sin él. Y entonces uno de los que allí estaban, que estaba coladito por ella, le dijo:
-Pues, chica, tienes un problema.
Y yo pensé para mis adentros, aunque no me atreví a decírselo: «El problema lo tienes tú, que te la quieres llevar a la cama y no puedes. Ella vive la mar de feliz».
Pues eso.
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