Etapa reina: Passo Gavia, cima Coppi y Nairo Quintana
Por Fermín Caballero Bojart , 27 mayo, 2014
La tarde del 31 de mayo de 1953 Fausto Coppi, segundo en la general, renunciaba a la victoria del Giro de Italia. Faltaban dos etapas para que finalizara la ronda italiana. Al día siguiente se subía por primera vez el Stelvio. El suizo Koblet lideraba la clasificación con dos minutos de diferencia sobre il campionissimo. Fausto, en el hotel, envió a la habitación de Koblet a un gregario con el mensaje de su rendición. Los patrones de Bianchi quisieron convencerle de lo contrario pero ya había dado su palabra al suizo. La nieve helada, por encima de los quitanieves que trataban de despejar el asfalto días atrás, volvía a caer sobre el Stelvio. Y tal como sucediera entonces, hoy con una etapa de similar kilometraje, 60 kms de ascensión y una clasificación, liderada por Urán, apretada con siete hombres en torno a los 3 minutos, nadie se veía fuera de la lucha final en la víspera. Evans aguantaba a 1 minuto, Majka se resistía 1:50, Aru peleaba a 2:24 y Quintana andaba descolgado a 2:40 en el quinto puesto justo antes de la etapa reina.
Si la dirección de carrera no dudaba (habían preparado un plan B algo más largo y con menos ascensión) y el tiempo no lo impedía, la caravana pretendía alcanzar la meta de Val Martello atravesando el passo Gavia (2618 mts) y la cima Coppi (monte Stelvio -2758 mts-). Y en la salida de Ponte di Legno, a las 12:30 de la mañana, se garantizaba el tránsito a expensas del parte meteorológico que Radio Giro informase puntualmente. Los corredores y sus equipos decidieron, sin pensarlo más, dar por buenas las estrategias del plan A. De salida 18 kms de ascensión, pendiente media del 8 por ciento, rampas del 16, que llevaban a los corredores agrupados. Rebasaban Santa Apollonia, aldea de pastores y lobos y se adentraban en el bosque. Omega abría vereda, protegiendo la maglia rossa. Una señal de tráfico marcaba 14% de inclinación y el pelotón, cual rebaño temeroso, pedaleaba en filas de tres corredores. El precipicio advertía al lado de la carretera y las rampas ya obligaban a pedalear con plomo en las pestañas. Tres curvas de herradura que abocaban a una niebla regada por la llovizna dolomita y que apenas dejaba apreciar el lago Nero. Movistar había roto la tranquilidad de los Omega poniendo el cascabel al gato. Se partía el pelotón. Se destripaban los sprinters y se deshuesaban los gregarios por dibujar unas curvas medianamente dignas a sus jefes de filas. Y arriba en el altiplano del Lago Bianco, el primer escapado de la etapa, Robinson Chalapud hacía valer su condición de escarabajo del Team Colombia coronando el Passo Gavia. Y la niebla, de una bocanada, exhalaba tres fantasmas. Arredondo, azul líder de la montaña, Pantano (Team Colombia) y el español Alberto Losada (Katusha).
En el descenso, bien abrigados y con el freno entre los radios, grapaban el asfalto a cada curva. En el pelotón Evans, excelente bajador, trataba de imponer su experiencia volcándose a cada curva para no perder la estela en un pelotón partido por la velocidad del descenso y por el miedo a la carretera mojada. Llovía al llegar a Bormio, a los pies del mítico Stelvio, y una nueva cabeza de carrera quería hacer buena la fuga. Entre los 8 escapados destacaba el croata de Trek Factoy Racing, Robert Kiserlovski, el mejor colocado, noveno en la general a 5:44” de Urán.
Al mirar hacia arriba, entre los copos de nieve, se dejaban ver las curvas que tenían que sufrir los corredores. Una subida de 21 kms que atenazaba, que rompía bielas, que desarmaba la electrónica del ciclismo del siglo XXI y retrocedía 61 años. Con muros de hielo, historias de miedo y dudas donde el ciclismo se fundía con el alma de las bicicletas, renacía un deporte que quería devolver a la afición su verdadero significado, en forma de campeón de Giro de Italia. Fausto imprimió su ritmo y el Stelvio se encargó de medir las fuerzas. Koblet perdió tres minutos y el più grande ganó su quinto Giro de Italia. Desde entonces si la nieve lo permite es techo, cima Coppi, de la ronda italiana donde los que quieren ser campeones no deben de dudar nunca.
Y así lo había mamado el lancianesi Darío Cataldo que quiso retar al viento en las rampas más duras de Italia. Donde una ventaja le podría dar en la subida final a Val Martello el oxigeno que a muchos ya les faltaba. Cataldo hacía buena la ascensión y dejaba su pica. Se abrigaba sin detenerse para descender de los infiernos, cuando un motorista del Giro sacó la bandera roja. Se neutralizaba el descenso y se paraban los cronos. La noticia volaba por los coches deportivos, pero ni la RAI ni Radio Giro parecían entender el motivo. La confusión cogió al pelotón sin aliento. Solo el pajarillo de Twitter difundía por las redes lo que no era oficial. Desorden traducido en confusión que tras el lio reanudaba un carrera que jamás se había detenido. La brutal bajada era un manto gris de agua semi congelada a tramos que había sacado de sus casillas al motorista y a todo lo que iba sobre dos ruedas. Salvo a Darío que leía el trazado con templanza. La que da la épica, el arrojo del que siente como se graba su nombre en la leyenda. Rumbo a la meta.
Y en el purgatorio de los indecisos quedó atrapado el líder. Urán trataba de traducir el descenso del Stelvio como ajeno a su esencia. Solo quería que Nairo Quintana no se le despegara. El colombiano de Movistar acababa de dar con el momento propicio para emerger de entre sus flemas. De reivindicar su amor propio, poniendo precio a la renuncia forzosa al Tour de Francia. Solo si vencía valdría la pena morir a tumba abierta. Y de cobijarle se encargaban Gorka Izagirre y Andrey Amador, sus fieles aleros que en los pies del último ascenso ya soñaban con devorar a Cataldo y dejar a Urán rezando suspiros hasta el anochecer.
En Val Martello con 22 kms de penitencia y pesadilla esperaban los tifosi la batalla de las batallas. Con un kilómetro final no apto para cojos. Pantano se alía en relevos con Movistar y con un grupo de donde saldrá el ganador de la etapa reina. Donde no figuraban ni Evans, ni el líder. Y donde Hesjedal, Rolland quieren escribir las líneas de su palmarés. Por detrás entre el grupo del líder y el trío cabeza de carrera, van quedando los restos de la guerra. Sale el sol y no es un espejismo. Cataldo sucumbe. Majka salta y quiere llevarse su parte de gloria. 5 kms para meta. 14%. Le aguantan algunos supervivientes. Rolland por delante quiere pero no puede. Quintana le pesa. Calcula la fuerza de sus piernas. A las que solo resiste Hesjedal. Charlan, se dan relevos, craso error del canadiense vencedor del Giro 2012. Único hombre que espera la recompensa de ganar la etapa. Nairo quiere más, quiere todo, y en un ataque explosivo el colombiano parte rumbo hacia la victoria, ¿épica? Sí, pero con la carreta asfaltada.
Y Quintana, con la fuerza de un boomerang, sobrevuela en los últimos giros de Val Martello. Hesjedal llega segundo y tercero entró Rolland. Por detrás como podían llegaban los deportistas (no lo olvidemos), hombres sufridores y valientes. Todos. Los que quisieron pero no pudieron; los que aún pueden ganar el Giro; los que tuvieron coraje bajando; los que merecieron más; los que pelearon bravos; los que se ahogaban subiendo; los que quedaron fuera de control. Y después la siempre cómoda caravana del Giro y un motorista bajo sospecha.
La general da un vuelco total. Urán cae a más de minuto y medio, tan lejos como Coppi. Desde Evans, segundo a 3 minutos y 20 segundos, hasta el séptimo (Pozzovivo) todos los corredores pueden optar a pódium ya que se encuentran en el mismo minuto y quedan 3 jornadas con final en alto. Entre ellas una cronoescalada y el temible Zoncolan. Mañana etapa de 208 kms entre Sarnonico y Vittorio Veneto, propicia para posibles emboscadas.
Clasificación etapa:
Clasificación General:
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