Extraños en la hierba
Por Salvador Gutiérrez Solís , 12 febrero, 2014
Hay un tipo de jugador que nunca he soportado: ese sin demarcación definida en el terreno de juego. Sin llegar a los extremos del futbolín, deliciosa la película de Campanella, que es un mundo inamovible, me gustan los equipos que muestran un dibujo coherente de sus jugadores en el campo. Es decir, portero, laterales, centrales, centrocampistas, delanteros, y todos ocupan su puesto y nosotros los aficionados sabemos a lo que se dedica cada cual. Ese va por la banda derecha, aquel organiza en el centro, ese otro es central… Sí, me gusta la definición en el fútbol, que todo parta de un supuesto organizativo, aunque luego la cosa se desmande. Esa ya es otra historia. También el caos puede ser hermoso y épico.
El Milan que siguió al glorioso de los holandeses también tuvo sus momentos de gloria, aunque no fueran de la intensidad y calidad del primero. En ese segundo Milan destacó, contaban que destacó, un croata al que yo jamás le descubrí ni su talento ni sus habilidades: Boban. Un centrocampista sin las obligaciones del centrocampista con intenciones de delantero pero sin el olfato del delantero. Cuando se retiró, aquí en España, en el Celta, nada que destacar de esa etapa, el Milan se encomendó a su nuevo Boban: Kaká. El Madrid tuvo la feliz idea de ficharlo y no creo que sea necesario comentar nada de su etapa blanca, mutis por el foro, acudamos a ese dicho de la leña y el árbol caído.
La santificación de este tipo de jugador extraño en la hierba la llevó a cabo Del Bosque cuando se inventó aquello del “falso nueve”. ¿Para qué alinear uno falso si cuentas con uno verdadero? Nadie bebería agua falsa si dispusiera de agua auténtica, natural. Tal vez fuera la excusa para justificar el arroyo seco y tener que tirar de trasvase por tubería. Hablemos de Cesc, fulgurante centrocampista en el Arsenal, ese equipo de élite que nunca ha ganado los títulos de un equipo de élite, que recaló en el Barcelona más por estrategia comercial y “nacional” que por carencias del puesto en la plantilla. Sin sitio, indestructibles en su perfección Xavi, Iniesta y Busquets, Cesc se reinventó en otra cosa, indefinible. Hasta que lo definió Del Bosque. ¿Dónde lo pondríamos en un futbolín?
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