Felices los felices
Por Oscar M. Prieto , 10 noviembre, 2015
La felicidad, ese objetivo escurridizo al que parece que estamos abocados desde la intimidad de nuestro código genético, o al menos esto es de lo que pretenden convencernos los anunciantes de cremas depilatorias unisex, de limpiabaños o de coches que convierten cada atasco matutino en un viaje al paraíso. Personalmente, no creo en la felicidad y sospecho de todo aquel que me habla de ella. Me ocurre con ella lo mismo que le ocurría a mi buen amigo Juan, en paz descanse, con la amistad, en la que tampoco creía.
No creo en la amistad, me dijo una tarde tomando un beefeater con ginebra en la Cúpula del Palace. Pretendía, con esta afirmación tan negativa, sorprenderme y sin duda la consiguió. Una vez sorprendido me expuso su razonamiento.
No, no creo en la amistad. Insistía. Pero Juan, ¡cómo no vas a creer en la amistad! Le increpaba yo, como si acabara de escuchar la mayor de las herejías o blasfemia. No, de verdad que no creo en la amistad. Sin embargo, te diré en que creo, creo en mis amigos. No creo en la amistad porque es un concepto, abstracto, hueco. Yo creo en mi amigo, al que puedo coger del brazo, con quien puedo pasear y brindar.
Comprendí perfectamente la lección que mi amigo me dio aquella tarde. Desde entonces suelo aplicar la misma regla a casi todas esas palabra grandes, tan grandes que tenemos que abrir demasiado la boca para pronunciarlas, con voz solemne: libertad, igualdad, fraternidad, bla bla bla. Todos conceptos, vaguedades. Prefiero a las personas de las que se pueden predicar estos adjetivos: las libres, las iguales, los hermanos.
Y lo mismo con la felicidad. ¿Qué es la felicidad? ¿Comer un yogurt con no sé qué producto y tener un buen tránsito? Probablemente sí, un buen tránsito sea un momento feliz. Pero ya veis, en un ir y venir al baño, hemos pasado del sustantivo etéreo al adjetivo terrenal. Y es que más que felicidad, hay momentos felices y personas felices, y no creo que lo sean por poseer algo a lo que llamamos felicidad. Lo feliz es una cualidad de algunas circunstancias. Yo no creo que exista la felicidad y perseguirla como tal, nos hará infelices.
En esto, como en tanto, sigo a Borges: felices los felices.
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