Felipe VI, coronado mañana.
Por Carlos Almira , 18 junio, 2014
-¡Oh, Sócrates: Felicítanos! Van a coronar a Camilo, perdón, Felipe VI como Rey de España.
-¡Mi enhorabuena, Alcibíades! Puesto que somos amigos, debo alegrarme con vosotros. Pero antes, permitidme que me informe de la causa de nuestra alegría. ¿Qué es un Rey?
-Un Rey, Sócrates, es un hombre (y si es Reina, una mujer), que por su nacimiento y su linaje está llamado (o llamada) a ocupar la Jefatura de un Estado.
-¿Quieres decir que, por haber nacido del vientre fecundado de una mujer determinada y no de otra, debe dirigir los asuntos del Estado?
-Sí y no, Sócrates: Por haber nacido en una Familia Real, tiene derecho a ocupar el Trono; pero luego, debe prepararse para desempeñar su función lo mejor posible. Nuestro Camilo, perdón, Felipe VI, nació ya con derecho a ocupar el Trono de España (ya lo tenía en el vientre de su madre), pero sólo ahora está verdaderamente preparado para ser nuestro Rey.
-Discúlpame, Alcibíades, si no estoy muy ducho en estas sutilezas de la Monarquía: Dices que vuestro Felipe ya nació, qué digo, ya fue concebido, con ese derecho; pero sólo ahora es verdaderamente Rey. ¿Es algo así como el galgo o el caballo de carreras, que nace ya con esa raza, pero sólo después, con el tiempo y el ejercicio, llega a ser lo que es? Si lo he entendido bien entonces, primero lo decide todo el azar, o una causa desconocida, la Naturaleza; y sólo después lo sancionan y lo hacen los hombres. ¿No es eso?
-Desde luego, Sócrates. Nuestro pueblo ama a Camilo, perdón, Felipe VI; antiguamente, todo lo decidía la Naturaleza, o como entonces se decía, Dios; cada hombre (o mujer) ocupaba su lugar en el mundo según su nacimiento; pero ahora el pueblo, la ciudadanía, lo sanciona y lo hace todo democráticamente. ¡Viva Camilo, perdón, Felipe VI!
Se oye un coro de voces entusiastas.
-¿Qué quieres decir, oh Alcibíades, con que vuestro nuevo Rey está muy preparado? ¿En qué consiste la preparación de un Rey?
-En servir a su País. ¿En qué si no? Desde muy pequeño, nuestro Felipe VI ha aprendido todo lo diligentemente que se puede esperar, lo necesario para desempeñar su función Real: idiomas, protocolo, Derecho; hasta ha aprendido a pilotar aviones de caza. Y se ha codeado de la mano de su padre, con todos los mandamases del país, del mundo, para defender mejor los intereses de España.
-Me tranquiliza mucho lo que dices, Alcibíades. Ya me estaba empezando a temer lo peor. Pues, como sabes, bien se dice que también el ladrón, el proxeneta, el criminal de toda laya aprende desde muy pequeño su oficio, de tal manera que cuando llega a la edad adulta está mejor preparado que nadie para desempeñarlo. Pero discúlpame el que insista en pedirte más aclaraciones sobre esto, Alcibíades: ¿En qué consiste el Bien de un País al que todo Rey debe entregarse sin reservas, con ahínco y una buena preparación?
-Me parece, oh Sócrates, percibir en tus palabras un cierto retintín de malevolencia y de burla, de republicanismo. Pero puesto que así lo quieres y somos amigos, te lo explicaré todo con mucho gusto: gracias a su posición y a sus excelente conocimientos y contactos, nuestro Rey recorre el mundo y recibe a su vez en Palacio, a toda clase de gentes poderosas; por ejemplo, se va a la China y allí consigue un contrato excelente para la Telefónica; o viaja a Venezuela y logra otro tanto para la Campsa; luego estas empresas, además de crear riqueza para todos, dan más y mejor trabajo sobre todo a los españoles. En cuanto a los empresarios y los políticos de aquí, él los concilia para que trabajen hombro con hombro por el bien del país, y eviten toda lucha estéril y fratricida. Pero eso no es todo, ¡qué va! Cada vez que un equipo español de fútbol o de balonmano, un tenista famoso, o un escritor de postín, tanto da si es español o sudamericano, obtiene un triunfo importante, nuestro Monarca canaliza, por así decirlo, el reconocimiento y la simpatía internacional hacia nuestro país, hacia la “Marca España”.
-Corrígeme entonces, Alcibíades, si me equivoco: si no te he entendido mal, vuestro Rey favorece a ciertas empresas e instituciones españolas y luego, éstas, revierten generosamente sus éxitos y triunfos al resto de los ciudadanos españoles. Reconocerás así que éstas son, en primer lugar, las que hoy deberían congratularse, y sólo en segundo lugar, todos nosotros.
-¡Oh, Sócrates, hablas, si es que no lo eres ya, como esos Republicanos y esos yayo flautas anti sistema que, de un tiempo a esta parte, llenan nuestras redes sociales y nuestras plazas! Además de todas estas razones y ventajas, debes saber que si hoy no tuviéramos un nuevo Rey en España, iríamos a la República. La sola palabra me eriza el vello, al evocarme las heridas aún no cicatrizadas de nuestra Historia reciente. Debes saber que una república nos saldría mucho más cara que nuestra Monarquía; y que sus titulares serían gentes votadas por tal o cual Partido, ayunas de la altura de miras y la neutralidad (por no hablar de la elegancia y la clase) que tiene un Rey.
-Dices bien, Alcibíades. Pero, ¿no sería más barata aún una Dictadura Militar como la de Franco, el Padrino de vuestro Rey saliente? ¿Cerrar el Congreso y el Senado, todas las Cámaras Legislativas regionales, qué digo, disolver los Ayuntamientos, las Diputaciones, las Subdelegaciones del Gobierno, los Tribunales Superiores de Justicia de las Comunidades Autónomas? Los gobernantes seguirían cobrando como cuando eran sólo militares, o un poco más. Por otra parte, ¿no crees, Alcibíades, que al no renovar nunca a un hombre en la Jefatura del Estado (como ocurre también con el Papa), hasta que éste muere, enloquece o renuncia, esas empresas e instituciones particulares de las que hablábamos hace un rato, y a las que la Monarquía favorece en primer lugar, no acabarán por conocerlo y controlarlo mejor que si cambiara por las urnas cada cuatro o cinco años; por saber, por así decirlo, de qué pie cojea y hasta la talla de sus calzoncillos? No veo, oh Alcibíades, cómo esto puede ser compatible con la neutralidad de un hombre de Estado.
Felipe VI (mañana)
-¡Oh, Sócrates! ¿Cómo hacer ver a quién no quiere ver? Es más fácil devolver la vista a un ciego. Un Rey nunca será un político, ni un hombre de Partido.
-Ya lo has explicado antes muy bien, oh Alcibíades: pues viene del vientre fecundado de una mujer determinada, de donde puede nacer tanto César como Calígula; viene del fondo ignoto de la Naturaleza, casi como si hubiese caído de la Luna.
-¡Como tú quieras, Sócrates! ¡Me rindo! ¡Renuncio a convencerte! ¡Únete entonces a nosotros y comparte nuestra alegría por pura amistad!
-¡Sea! Prevalezca la armonía sobre la Razón, siquiera por una vez, (levantando su copa): ¡Largos y felices años para el nuevo Rey de España!
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