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Y allí estaba yo, sentada en un banco acompañada de un silencio roto, pensándote a gritos. Proponiendo a mi cabeza mil y un cierres posibles a una historia que había supuesto tanto en mí, en mi crecimiento, en mí forma de ver la vida y que había supuesto tanto en ti, en definitiva, en nosotros.

Un año desde que no despertamos bajo un mismo cielo, dos años desde que decidimos poner un punto en el camino. Gracias por tus palabras, por tus sentimientos, por tus aclaraciones, por haber sentido tanto y haber valorado tanto mi presencia en tus días. Gracias por creer en mí, por tus agradecimientos, por tus mil y un disculpas, por tus lágrimas y horas de conversación. Estoy feliz, feliz de no estar apresada sin pasar la hoja leyendo un mismo capítulo, sin ser capaz de pasar al siguiente párrafo centrándome tanto en algunos en concreto, como solía hacer, como solíamos hacer, estoy feliz de haber cerrado y quemado el libro.

Aquella tarde, una lágrima recorrió mi mejilla, no sabía si era felicidad o tristeza, pero si sabía que ya no podíamos querernos más de lo que lo habíamos hecho, no podíamos desearnos más bien al otro de lo que lo hacíamos, tu tan tú y yo tan yo. Creo que nunca volveré a sentir esa pureza y esa inocencia en nuestras miradas, esa lágrima era un adiós, un “nos ha costado pero aquí estamos”. Tus ojos se clavaron en mi diciéndome ¡por favor, no te vayas!, pero era ese, ése era el momento en el que todo cambiaba, en el que finalmente nos decíamos till the end of times se nos quedó corto y se convirtió en un vago recuerdo de aquellos días de helado por el boulevard en los que éramos tu y yo contra el mundo… ¿Cuántas cosas nos hubiera deparado la vida si el destino no hubiera unido nuestros caminos tantas veces? ¿Sentiría mi vida más llena de lo que la siento? ¿No sentiría ese vacío que me inunda los días de lluvia por dentro? ¿Qué situaciones hubiéramos vivido de no haber decidido cometer el acto revolucionario de querernos tanto?

No puedo desearte más bien del que hago, no puedo sentirme más orgullosa de que hayas sido tú… no puedo expresar en palabras lo que siente mi persona sabiendo lo que he significado para ti. Eres tan tan, que de momento nadie te ha llegado ni a la T.

Deseo que tengas una vida repleta de cosas bonitas, de felicidad y que cuando algún día nos veamos en la lejanía nos miremos recordando aquella primera mirada siendo unos niños, antes de saber todo lo que íbamos a ser, a significar y a suponer para el otro… yo en patines y tú en bombachos…

Ahora tengo que irme, pero espero que cuando vuelva seas muy feliz y hayas aprendido a dejarte querer. Te deseo todo lo bueno que abunda en el mundo.

Adiós fiel compañero de viaje, a pesar de las adversidades que bonito ha sido tenerte…

 

 

Fdo: Una madrileña de adopción que anda últimamente conmovida con tanta emoción…… 😉