¿Fueron niños TDAH Einstein y Beethoven?
Por Armando B. Ginés , 14 noviembre, 2014
Tras las siglas TDAH se esconde el Trastorno por Déficit de Atención con o sin hiperactividad, una patología que según parece afecta al 5 por ciento de los niños, niñas y adolescentes del mundo, con abrumadora mayoría de infantes masculinos, unos 20 millones de pacientes en total. Pocos meses antes de morir, cuando nada tenía que perder ni que ganar, León Eisenberg, padre moderno del TDAH, declaró al semanario Der Spiegel en 2012 que la enfermedad era un invento, un gran negocio y una mentira absoluta. Sin embargo, la industria farmacéutica, EE.UU. y muchos psiquiatras, psicólogos y pediatras continúan diagnosticando casos sin bases objetivas para ello, simplemente atendiendo a síntomas difusos y confiándolo todo a sus apreciaciones subjetivas.
Los principales síntomas del TDAH son la desatención, la hiperactividad y la impulsividad de los sujetos estudiados. En EE.UU. había diagnosticados en 2011 más de 6 millones de chavales entre 4 y 17 años, un 11 por ciento de los niños y adolescentes comprendidos en ese tramo de edad. Y unos 100 pequeños de menos de 3 años estaban en tratamiento.
Más datos de EE.UU. Se estima que el 30 por ciento de universitarios y uno de cada diez estudiantes de Secundaria adquieren fármacos en el mercado ilegal. En Holanda las estadísticas dicen que se encuentran en tratamiento por TDAH el 34 por ciento de chavales entre 5 y 15 años.
Las cifras anteriores contrastan con la incidencia del TDAH en Francia y Suecia, donde es casi nula, de un 0,5 por ciento de la población infantil y adolescente en el primer país mencionado. Los expertos consideran que la forma de atacar el problema es radicalmente diferente en Washington y París. En EE.UU. trabajan con la idea preconcebida de que el TDAH es un trastorno con el que se nace por causas genéticas o biológicas mientras que en Francia consideran que obedece a motivos ambiéntales o psicosociales.
Metilfenidato
El principio activo más usado para el tratamiento del TDAH es el metilfenidato y los medicamentos más utilizados son Ritalin en América y Rubifen en Europa. Otras especialidades de gran presencia en el mercado son Concerta, Strattera, Equasym y Tradea.
El boom del TDAH se produjo en la década de los años 90. En Alemania se vendieron en 1993 34 kilogramos de metilfenidato y en 2001 subió su demanda hasta 1.760 kilogramos. En 2005, las ventas de Concerta alcanzaron la cantidad de casi 850 millones de dólares y, según la ONU, entre 2005 y 2009 el consumo de metilfenidato se incrementó un 30 por ciento hasta llegar a 40 toneladas, la mayor parte distribuida en EE.UU. Por trastornos psicopatológicos la industria farmacéutica obtuvo a escala internacional unos beneficios netos de 1.700 millones de dólares en 2002, volumen que ascendió a 9.000 millones en 2012.
El metilfenidato fue sintetizado en 1944 y patentado diez años después por el químico Leandro Parizzon, que lo bautizó como Ritalin en honor de su esposa Rita, gran aficionada al tenis que hacía uso del principio activo como estimulante antes de los partidos. Ritalin está encuadrada en EE.UU. dentro del grupo de los narcóticos junto a la cocaína, la morfina y las anfetaminas. Los efectos secundarios de las especialidades basadas en el metilfenidato son muchas y variadas: taquicardia, somnolencia diurna, conductas obsesivas, depresión, anorexia, alucinaciones, pensamientos suicidas, agresividad, psicosis…
El gran valedor científico de la TDAH como trastorno mental de la infancia es la poderosa APA, Asociación Estadounidense de Psiquiatría, con cerca de 150.000 asociados. APA publica el DSM, Manual de Diagnóstico y Estadística de las Enfermedades Mentales, que en 1996 vendió más de un millón de ejemplares en todo el mundo. La versión 5 publicada en 2013 ha tenido un coste de 25 millones de dólares y tiene un precio de 199 dólares para el público en general.
La obra, de 900 páginas, describe al detalle unas 300 enfermedades mentales, entre otras el Trastorno por Atracón, que puede detectarse después de haber comido abundantemente 12 veces en un periodo de 3 meses. Siguiendo sus síntomas y pautas al pie de la letra el 80 por ciento de la población entre 11 y 21 años podría ser considerada loca o enferma mental. La psicóloga Lisa Cosgrove asegura que más de la mitad de los redactores del DSM tienen o han tenido relaciones financieras con empresas punteras de la industria farmacéutica.
TDAH: dudas más que razonables
Allen Frances, catedrático en Psiquiatría y exdirector de la versión 4 del DSM, es muy crítico con la tendencia actual de convertir en enfermedad mental todo signo de inmadurez o resistencia a la realidad inmediata que nos circunda y de tratarla a golpe de fármacos. En opinión de Frances, “los seres humanos hemos sobrevivido millones de años gracias a la capacidad de afrontar la adversidad y sobreponernos a ella”, afirmando con rotundidad que la “industria farmacéutica está causando más muertes que los cárteles de la droga.”
El catedrático en Psicopatología español Marino Pérez tiene una opinión similar a la de Frances porque la TDAH no cuenta con entidad clínica ni criterios objetivos para su diagnóstico. “No existe ninguna condición neurobiológica ni genética identificadas ni biomarcadores ni pruebas clínicas ni neuroimagen” para poder diagnosticar con rigor.
Las autoridades médicas contrarias a la inclusión del TDAH en el repertorio oficial de enfermedades mentales piensan que el trastorno exime de responsabilidad a muchos padres, madres, maestros y profesores que no son capaces de educar como debieran a sus vástagos y alumnos. Desde estos sectores se apuntan asimismo conflictos de intereses entre defensores a ultranza del TDAH que perciben privilegios soterrados de los lobbys farmacéuticos y entre algunas asociaciones de padres y madres de niños afectados por el síndrome de hiperactividad que son financiadas bajo cuerda por importantes firmas del sector fabricante de los medicamentos neurológicos reseñados en líneas anteriores.
El único test que se utiliza ahora para detectar supuestos casos precoces de TDAH es la llamada escala de Conners, ideada en 1969 y revisada por última vez en 2010 y 2013. La realización de la prueba tiene un coste en EE.UU. de 500 dólares, habiendo versiones distintas para progenitores y profesorado. Algunas preguntas que incluye la escala son: ¿es llorón el niño?, ¿tiene aspecto enfadado o huraño?, ¿no termina las tareas que empieza? o, por ejemplo, ¿no puede estarse quieto? Las respuestas codificadas, con valores de 0 a 3, son nada, poco, bastante y mucho. En función de un baremo previo se cataloga a los niños o niñas como sospechosos de TDAH o no.
La LOMCE, la controvertida ley de Educación del PP y el ministro Wert, contempla expresamente por primera vez en la historia de España al alumnado con TDAH como “escolares con necesidades específicas” que merecen o precisan apoyo educativo especial. Un triunfo para la industria farmacéutica, según los detractores de considerar al denominado déficit de atención como un trastorno mental, y un hito de enorme importancia para las asociaciones pro TDAH.
A lo largo de la historia, la enfermedad mental ha sido caracterizada de muchas maneras. Se decía en la antigüedad que los locos eran prisioneros de posesiones diabólicas o tocados misteriosamente por castigos divinos. La cultura musulmana fue la primera en acoger en hospitales a los enfermos mentales y de tratarlos con sumo respeto, incluso venerando como santos a algunos de ellos. La elusiva normalidad marcaba la linde entre la locura y lo saludable o sano. Pero, ¿qué es la normalidad? Hay respuestas para todos los gustos. Todo lo que se sitúa extramuros de la norma o la conducta habitual es considerado desviado o nefando. Tal vez, enfermo mental, salvo casos extraordinarios y severos, es una categoría que siempre viene definida por la ideología y la hegemonía política. Y, evidentemente, por los intereses de las multinacionales del sector farmacéutico.
El TDAH provoca tres preguntas de especial relevancia. ¿Es sensato patologizar los problemas normales de la infancia? ¿Es síntoma de buena salud adaptarse sumisamente a la sociedad enferma de los mayores? ¿Cuál es el propósito de la industria farmacéutica: curar enfermedades o engancharnos de por vida desde la niñez a sus remedios, productos o especialidades? Si tomamos como verdad absoluta las enfermedades mentales incluidas en le DSM, hoy lo normal es estar loco. Todos portamos algún síntoma de neurosis, depresión o ansiedad como defensa personal ante el mundo complejo y agresivo que nos rodea.
Aunque la TDAH no existía como tal o no estaba extendida oficialmente en tiempos de Beethoven y Einstein, muchos entusiastas divulgadores del trastorno mencionan a ambos como posibles afectados por el síndrome de déficit de atención basando sus pesquisas en datos biográficos e interpretaciones casi esotéricas de los mismos, como el fracaso escolar entre otras causas o motivos. Lo cierto es que si padecieron TDAH, se curaron solos, sin medicamentos dopantes. Al igual que el general Patton y Churchill, otros ilustres candidatos a ser niños etiquetados bajo las siglas aludidas.
Armando B. Ginés, 2014.
Fuentes: Elaboración propia, Internet en general y, en concreto, El País y ABC.
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