Hablemos de series (o no).
Por Javier Moreno , 28 febrero, 2016
Todo el mundo habla de series. No hay conversación que no derive, al cabo del tiempo, en las virtudes o defectos de tal o cual serie. Porque series hay infinitas, o eso me lo parece a mí, que no veo series. Me imagino que hasta los congresos de cardiólogos acabarán en capillitas donde se hablará de series (de series con mucha sangre y vísceras, pongan aquí el título que quieran). Yo, idiota en esos temas, siempre me hago la misma pregunta. ¿Qué podría hacer la gente, los millones y millones de personas que ven series, con ese tiempo que dedican a las intrigas y a las tramas? O, su variante: ¿Qué hacían con su tiempo antes de las series? Yo es que soy idiota, ya digo, y me hago ese tipo de preguntas que seguramente tienen una respuesta obvia. Pudiera ser que alguno de ellos se dedicara a leer algún libro, el que fuera, o a ver la tele, lo que le pusieran, el rancho televisivo. Entonces tal vez sea mejor ver series, una serie que uno elige porque le interesa el tema o los personajes; porque, como ya dije, parece haber una serie para cada persona y tal vez alguien me ha hecho una serie y yo no me he dado cuenta. Así que si no ves series entonces tus temas de conversación son más bien minúsculos y sociológicamente intrascendentes. Ahora está la política, de acuerdo, pero esperen a que se forme gobierno o haya otras elecciones, y entonces ya solo quedarán, de nuevo, las series como aglutinante social, como tema recurrente. Las series son la nueva koiné, son mejores que el tiempo y el fútbol (el tiempo da para poco, un viaje en ascensor, y el fútbol deja de lado a buena parte de las mujeres). Nos identificamos con nuestras series como los griegos, pese a sus diferencias, se identificaban con sus mitos. A los que no vemos series nos gustaría hablar de la educación y de literatura, por ejemplo. Pero es que ahora cada cual quiere una educación, al igual que cada cual quiere una serie, distinta de la de los demás; y la literatura… mejor no hablemos. Porque quién tiene tiempo para leer si perentoriamente necesito mi dosis serial, mi chute de intriga. Por supuesto que me hago también la pregunta que ya se estarán haciendo la mayoría a estas alturas y es por qué demonios a mí no me gustan las series, que ese será si acaso mi problema. Y para eso tengo una respuesta elemental a la que podría colmar de matices: porque no, porque no le encuentro la gracia a eso de engancharme con una trama, porque soy cortoplacista y busco solo la intensidad que me da una buena película o una buena página, porque las series son como la publicidad de la narrativa donde todo se ajusta para vendernos el próximo capítulo, la próxima temporada; y que todo eso me repatea. Y tal vez ese sea mi problema. O no. Quién sabe.
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