¿Hay que volver a pensar el terrorismo?
Por Carlos Almira , 1 abril, 2017
El ocho de noviembre de 1939, unas semanas después de la invasión de Polonia por los ejércitos de Hitler y de Stalin, una bomba casera, de relojería, hizo explosión en una cervecería de Munich, llamada Burgerbraukeller, hacia las nueve y veinticinco de la noche. Unos minutos antes, habían abandonado el local Adolfo Hitler y todo su «gobierno», los jerarcas del Tercer Reich, que acudían con él cada año, el mismo día, para celebrar el fracasado pucht de la cervecería, de noviembre de 1923. En esta ocasión, estaban todos con la excepción de Göring, que se había quedado en Berlín. La bomba había sido diseñada, construida, y colocada en el mismo pilar ante el que Hitler daba siempre su discurso, por un carpintero alemán, suabo, llamado Johan Georg Elser. Georg Elser lo había preparado todo él solo. Había concebido la idea aproximadamente un año antes (según consta en las actas de su interrogatorio por la Gestapo), y la había realizado sin contar con la ayuda de nadie. Tuvo muchas dudas, porque como consecuencia de su atentado, podrían morir y resultar heridos, como así fue, muchas víctimas inocentes. Por esas mismas fechas, algunos altos mandos del Ejército Alemán, que no querían una guerra con Inglaterra, conspiraban también para matar a Hitler y a la élite del Partido nazi, con el objeto de tomar el poder y firmar una paz por separado, con Inglaterra. De hecho, según el historiador alemán, Ian Kershaw, ya llevaban meses negociando en secreto con el gobierno de Churchill. El atentado del carpintero Georg Elser los cogió a todos desprevenidos, se les adelantó, y trastocó todos sus planes. Entre los conspiradores, había altos mandos del Ejército, como el General Halder y el Almirante Cannaris.
Elser era un hombre de costumbres sencillas, reservado, un excelente carpintero, un trabajador. Aunque simpatizaba con las ideas del Partido Comunista Alemán, entonces ya proscrito en el país, no estaba afiliado a ningún Partido ni Sindicato, y no actuó en connivencia con ningún grupo de izquierdas ni de la resistencia anti-nazi, que se sepa. Lo que sí es cierto es que, si su atentado hubiese tenido éxito, la Historia del mundo, y de la Segunda Guerra Mundial (que costó la vida a unos sesenta millones de personas), hubiera sido, es razonable pensarlo así, muy distinta. No se trata, sin embargo, de un problema de números. El valor de la vida no es una magnitud cuantificable. Se trata de terrorismo y de Derecho. El Tercer Reich, ¿hace falta decirlo?, era un régimen totalitario y criminal (como la URSS de Stalin), con sus leyes, con un orden jurídico caótico y repugnante, nefando, pero dentro del cual, siquiera formalmente, actos como los de Elser no podían sino ser calificados como terrorismo. ¿Fue Elser un terrorista o un héroe de la resistencia alemana contra Hitler?
Johan Georg Elser
La Historia, afortunadamente, por ahora parece decantarse por lo segundo. Hay un monumento y una calle al menos, hasta donde yo sé, en su honor, en Munich, que celebra su acto, fallido. Elser tuvo la mala suerte de que Hitler y los suyos aquella noche funesta, salieran antes de lo que acostumbraban hacer, de la conmemoración anual del golpe de la cervecería. En las últimas páginas de las actas del interrogatorio al que fue sometido pocas semanas después por la Gestapo de Himmler y Heydrich, al preguntarle si no sentía remordimientos por lo que había hecho, e informarle de las víctimas inocentes que había producido su atentado, Elser reconoció que no volvería a repetirlo, pero no por Hitler y los suyos, contra quien iba dirigido, sino precisamente por esas víctimas inocentes (entre las que había trabajadores de la cervecería y niños).
Con todo, la pregunta sigue sin respuesta. ¿Fue Elser un terrorista o un héroe de la resistencia alemana contra el Tercer Reich? La pregunta remite a otra, mucho más antigua. ¿Debe, es una obligación moral de todo ser humano libre, matar al Tirano? Hoy podría re-formularse en otros términos: ¿es el Estado, incluso el llamado Estado de Derecho, un orden sagrado e intocable siempre? ¿Es siempre compatible ponerse del lado de la Humanidad con ponerse del lado de las Leyes? ¡Ay de aquellos que escogen la Humanidad! ¿Puede darse a Dios lo que es de Dios y aceptar, al mismo tiempo, e incondicionalmente, el orden y la sociedad, con todas sus instituciones y sus leyes, siempre y en todos los casos, en los que a uno le ha tocado vivir? ¿No es vivir ya, siquiera en parte, un acto de violencia, siquiera porque uno no lo ha elegido?
Yo creo que Elser fue un héroe. En abril de 1945, pocos días antes del fin de la guerra, alguien llamó al campo de concentración donde estaba recluido, y dio la orden de que lo «ejecutaran». Así acabó todo. Su acto, sin embargo, fue desgraciado. Pero yo nunca lo calificaría de terrorismo. Me recuerda más a esas fuerzas ciegas de la naturaleza, a lo que los antiguos llamaban la ira de Dios, desatada contra la ceguera de los hombres. Nadie es quien para juzgar sobre el valor de la vida, y no seré yo quien lo haga aquí. Sin embargo, ojalá hubiera habido muchos como Elser en Alemania, en aquellos años oscuros, en que la mayoría, que no eran asesinos ni psicópatas, sino gente «normal y decente», miraban a otra parte, y no se metían en problemas. Larga vida y memoria al carpintero Elser.
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