Portada » Deportes » Helena Costa: una pionera en un mundo de hombres

Helena Costa: una pionera en un mundo de hombres

Por paco , 7 mayo, 2014
Helena Costa dirigiendo al equipo femenino de Qatar

Helena Costa dando indicaciones a las jugadoras de la selección femenina de Qatar

Hay mujeres árbitros, jueces de línea, directoras de selecciones nacionales (como la española María José Claramunt) o incluso tesoreras, como Susana Monje, encargada de una de las mayores tesorerías del fútbol, la del Barça. También médicos, masajistas, jefas de prensa e incluso presidentas, cómo olvidar a Teresa Rivero. Siempre en minoría, todas ellas tienen funciones clave en los clubes, pero ninguna manda sobre lo más importante: lo del balón y los once que le dan patadas.

Nunca una mujer ha estado al frente de un equipo profesional de fútbol masculino, por lo menos en ninguna de las ligas más importantes. La estructura social ha dictado, hasta el momento, que a ese cargo ellas no pueden llegar. Pueden ser presidentas de Alemania, pero no entrenadoras del Bayern. Ni siquiera del Wolfsburgo o del Mainz. Hasta los equipos profesionales femeninos están dirigidos, en su mayoría, por hombres.

El fútbol sufre una tremenda masculinización. Futbolistas, entrenadores, árbitros, presidentes, recogepelotas, delegados de campo, el chico de la taquilla, el que corta las entradas, el del bar o los periodistas son hombres. En lo que envuelve al fútbol hay mujeres a cuenta gotas, como en los cargos directivos de las empresas. Hagan el ejercicio de fijarse.

Pero como la sociedad tiende a evolucionar, en ciertos aspectos muy a trompicones, hoy se ha conocido que la portuguesa Helena Costa será la entrenadora del Clermont Foot Auvergne, un equipo de la segunda división francesa, y será una pionera en el cargo.

En teoría lo puede hacer bien, o mal. Igual que cualquier otro (u otra) en su posición. Está muy extendido pensar que las mujeres no pueden jugar al fútbol como los hombres, por no tener la misma habilidad y fuerza física. Pero sería estúpido pensar que una mujer puede dirigir un Gobierno, un ministerio, una empresa, y no un equipo de fútbol. Sobre todo si esa mujer sabe de fútbol como cualquier hombre, o más.

Algunos jugadores cuelgan las botas y acto seguido cogen el rotulador y la pizarra y se ponen a dirigir. Si eres mujer la cosa es muy distinta. Tienes que tirar por lo académico: primero formarte y luego esperar la oportunidad. Costa tiene estudios y títulos deportivos para empapelar la pared de su despacho y que no enumeraré aquí (por no aburrir al lector). Muchos de ellos conseguidos con distinciones, incluso siendo la mejor de su promoción, donde, por supuesto, habitualmente era la única mujer. Es una entrenadora con un curriculum brillante,  pero sin la oportunidad de haberlo llevado a la práctica, al menos frente al gran público.

A sus 36 años solo ha tenido cargos en equipos masculinos de categorías inferiores, un periodo de “prácticas” con Mourinho y trabajos de ojeadora para el Benfica y el Celtic. Se marchó a Qatar e Irán para ser seleccionadora de sus respectivos combinados femeninos y dar un empuje al fútbol entre las mujeres. Sus imágenes sobre el césped dirigiendo a jugadoras ataviadas con el velo islámico y pantalones largos son dignas de ver, por cierto.

El fútbol suele reproducir lo peor de la sociedad y llevarlo al extremo (¿o han visto a alguien tirarle un plátano a una persona de color en la calle o en el cine?).  Y si en las sociedades denominadas «modernas» bastante complicado es para las mujeres dejar de obedecer y ponerse a mandar, en el fútbol es todo un hito que una entrenadora pase a dirigir un equipo de la segunda división francesa. Si eres hombre y eres bueno, alfombra roja. Si eres mujer, por muy buena que seas, pelear y esperar a tener suerte. La sociedad es así. Y el fútbol, por supuesto, también.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.