Historias de oficina 2. Capítulo VIII
Por Sonia Aldama , 20 julio, 2014
DESEMBARCO EN KALAUPAPA
– Tranquilo, Alipio, será una muerte rápida.- le susurró Sofía acercando el machete al cuello del treintañero.
– ¡No, por favor! No le toques.- gritó Irma. – El libro dice que si se sacrifican personas con las que hayamos tenido algún tipo de contacto físico, la maldición caerá sobre nosotros.
– ¿Te has liado con él?- preguntó Belén asomada al camarote.
– ¡Qué lengua tienes, tronca! ¡CON-TAC-TO FÍ-SI-CO! O sea, búscalo en el diccionario, chata, nada tiene que ver con relación sexual… – contestó Irma mientras tiraba el libro a la papelera.
Varios golpes se sucedieron en ese instante. Eran Belén y Juan Carlos rodando por las escaleras. Su curiosidad hizo que se precipitaran hasta la cocina.
– ¡Levantaos del suelo y dejad de hacer el tonto, que parece que estamos en la viñeta de un cómic! – exclamó Sofía, que seguía con el machete en la mano.
– Tía, pareces Jack el destripador. Suelta eso y larguémonos de aquí. Tengo hambre y ya estamos muy cerca de tierra. – dijo Belén después de pegarle un manotazo a Juan Carlos, que se había vuelto a caer y le estaba pisando un pie con el costado.
– ¡Estáis todos locos, yo me largo de aquí! – dijo Alipio que ya subía las escaleras – ¿Dónde está el bote salvavidas?
Alipio se agarraba la cabeza con las dos manos y cara de desconcierto.
– Venga, chaval, no hagas un drama, si la isla está ahí al lado, un par de brazadas y llegamos. – contestó Sofía apoyando la mano en la barandilla del yate mientras se fumaba su último cigarrillo. “¿Venderán tabaco en este lugar?”, pensaba cuando Juan Carlos ordenó:
– ¡Todos al agua!
Sorprendentemente todos le hicieron caso y después de un agónico recorrido de casi dos kilómetros, los cinco jóvenes llegaron a la Isla, deshidratados, tiritando, sin aliento, arrastrándose por la arena hasta llegar a un cartel que decía:
BIENVENIDOS A KALAUPAPA, COJA UN MAPA Y TRATE DE LLEGAR AL CAMPAMENTO BASE.
(Por supuesto, el cartel no estaba en castellano, pero Irma lo tradujo en menos que canta un gallináceo)
Saldama
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