Hollande, el amante furtivo
Por Miguel Angel Montanaro , 22 enero, 2014
Estamos amarrados a nuestras debilidades.
Los franceses más, porque ellos, en todo, son siempre más que los demás. Así que me temo, que el infernal trío amoroso en el que el presidente francés hace de Pepe l´amour terminará por pasarle factura política.
No en vano, el inquilino del Elíseo, ya se ha visto obligado a pedir respeto para su vida privada. Hace bien. Quiere dejar claro a la ciudadanía que una cosa es la cosa pública y otra, la cosa púbica.
Le espera a Hollande una tarea hercúlea. La prensa rosa no dudará en lanzarle a sus paparazzi más feroces con tal de arrancar cualquier exclusiva con la que inundar los revisteros de las peluquerías de toda Europa; y no faltarán tampoco, en las filas de la oposición, quienes intenten aprovechar electoralmente la carnaza del cuore, de hecho, ya se han alzado las primeras voces en la bancada conservadora tachándole de irresponsable y temerario.
De lo primero, por salir a la calle con un solo escolta para verse con la otra, la actriz Julie Gayet, y de lo segundo, porque parece ser, que los encuentros del amante furtivo se han producido en un piso, según otros medios, controlado por la mafia corsa.
Por otra parte, la pareja oficial del presidente, la periodista Valerie Trierweiler, bien podría cambiarse el apellido por el de Rottweiler, porque todo parece indicar que no está dispuesta a soltar a su presa. Tras el ataque de ansiedad que la llevó a estar ingresada en un hospital durante ocho días –soponcio producido a todas luces, por enterarse la última como suele pasar en estos casos, del affaire secreto de su pareja sentimental–, ya ha agradecido las muestras de cariño de los ciudadanos en su cuenta de Twitter y se rumorea que ha dicho, y perdonen la expresión hablando de lo que estamos hablando: «pelillos a la mar». Pero en francés.
Mala es para tenerla por enemiga a la tuitera Trierweiler, que en esa red social apoyó en las legislativas del año 2012, la candidatura de Olivier Farloni en contra de Ségolène Royal, la ex mujer del presidente. La Trierweiler bien podría guardársela al Casanova de Hollande para las próximas elecciones y los asesores presidenciales se temen lo peor visto el carácter imprevisible de la primera dama.
Pero había iniciado esta columna hablándoles de una factura política.
Es evidente que el presidente de la República Francesa no es el presidente de una comunidad de vecinos y por ello, no puede permitirse que sus líos de faldas interfieran en su política de estado. La oposición, además de cuestionar la seguridad presidencial, habla de rídiculo internacional por exponer a la más alta institución del Estado a la risión pública y es indudable, de que se teme que su actual pareja, esté eligiendo el momento adecuado para servirse su venganza, bien fría. Una venganza cuyo alcance puede ser indiscriminado, pues es difícil que en la alta política, una pieza importante, si cae, caiga sola.
De momento, el presidente ha anunciado un recorte del gasto público cercano a los 50.000 millones de euros, lo cual es una noticia que además de importante en sí en la siempre reivindicativa Francia, puede dejar en un segundo plano sus devaneos de alcoba, desactivando el susurrante chismorreo guasón instalado en los mercados y las esquinas, que quedará enmudecido por las consignas que se vocearán tras las pancartas de las manifestaciones por disolver.
Al mismo tiempo, Hollande viajará próximamente a Estados Unidos y dependiendo de si lo hace solo o acompañado, podremos hacernos una idea bastante aproximada de cómo se resolverá este asunto. Para los norteamericanos, que piensan que los franceses son los tipos más sofisticados del mundo –se nota que no veranean en Irún–, ésta va a ser una visita con bastante más charme que la protagonizada por Rajoy hace escasa fechas, que se limitó a dar novedades en lugar de procurarlas.
Para despedir este artículo, se me ocurre una banda sonora que podría ilustrar el desenlace de esta historia. Ne me quitte pass. Esa dolorida canción que habla de alguien que no se resiste a perder a la persona amada y que comienza así… «No me dejes/es necesario olvidar/Todo se puede olvidar/Quien se escapa ya/Olvidar el tiempo de los malentendidos…»
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