Hombres de paz
Por José Luis Muñoz , 17 mayo, 2016
¿Puede un asesino confeso que ha purgado algo menos de veinte años de cárcel por 16 muertes presentarse como hombre de paz? Puede.
Joseba Urrusolo Sistiaga acaba de ser excarcelado después de acogerse, como otros miembros de la banda terrorista ETA, a un proceso de reinserción que pasa por reconocer el daño causado, irreparable (todo se puede reparar, menos quitar la vida a una persona), hacer una autocrítica constructiva de la etapa pasada y apostar con sinceridad por vías democráticas y pacíficas que excluyan para siempre la violencia.
Joseba Urrusolo Sistiaga, el hombre de las mil caras, era un pistolero atípico y escurridizo dentro de una banda monolítica poca propensa a las disensiones. Asesino implacable, especialista del tiro en la nuca y pieza clave en los comandos Barcelona y Madrid, siempre hizo ascos, sin embargo, a los atentados con coches bomba que podían causar daños no planificados y se oponía a los ataques contra las casas cuartel de la guardia civil que podían provocar matanzas entre los familiares de los guardias, como así sucedió en numerosas ocasiones. Individuo de difícil encaje por su personalidad solitaria y contestataria, solía, a veces, actuar por cuenta y riesgo al margen de la organización.
Hay gente que evoluciona, para bien, en la cárcel, y hay gente que empeora. Joseba Urrusolo Sistiaga es de los primeros y lo ha hecho por convicción propia, tras un largo proceso de análisis, reflexión y arrepentimiento en la soledad de su celda a lo largo de esos 16 años de encierro, enfrentándose a la presión de la banda cuando esta mantenía un control férreo de sus reclusos. Tomar esa decisión, que lo ha enfrentado a los suyos, que han dejado de serlo, no le debe de haber sido nada fácil; recapacitar sobre el terrible daño causado, tampoco.
Así es que sí, Joseba Urrusolo Sistiaga, que arrastra en su conciencia 16 vidas segadas que le perseguirán hasta la tumba, es ahora, realmente, un hombre de paz que aboga por la disolución de la banda terrorista ETA y que, tanto ella como Sortu, reconozcan todo el daño causado y pidan perdón a la sociedad, algo que alguien que no tiene muertos sobre su conciencia, como Arnaldo Otegui, es incapaz de hacer por cobardía, mezquindad, falta de empatía con las víctimas o porque no se arrepiente ni un ápice de haber jaleado desde la barrera los más de ochocientos asesinatos que cometieron los suyos. ¿Arnaldo Otegui hombre de paz? Jordi Evole, en una impecable entrevista en la Sexta, le quitó el antifaz y mostró al público su cara más miserable.
No sabe Joseba Urrusolo Sistiaga que me inspiré en él, en su personalidad rebelde, para crear el personaje principal de mi novela Tu corazón, Idoia, ni que la Idoia del libro y del título no era otra que Idoia López Riaño, la Tigresa, otro verso suelto de la brutal y monolítica banda que aterrorizó España y debió haberse disuelto cuando murió el dictador. Ya presumía, cuando escribí la novela, nada menos que en el año 2001, que era cuestión de tiempo que esos dos feroces terroristas se desmarcaran de la banda y reconocieran sus terribles errores.
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