Hugo Boss
Por José Luis Muñoz , 29 diciembre, 2016
Miren por donde les voy a aguar estas fiestas navideñas, que ya han pasado, las de fin de año, que ya llegan, y las de Reyes a la que llegarán los más fuertes que sobrevivan a esta carrera de fondo anual. No es una casualidad que en estas fechas la mortalidad se dispare, por atracones gastronómicos, que a muchos ya nos están vedados, o por atracones de compras compulsivas.
Fíjense en Hugo Boss, y me puedo meter con esa firma porque no paga ninguna publicidad en los medios en los que escribo y por ello voy a ser libre en lo que diga. Seguro que se han quedado extasiados ante alguno sus glamurosos anuncios, han comprado alguna vez un producto salido de sus factorías o se han sentido tentados por adquirir uno de esos perfumes que anuncian con maestría sirviéndose de cuerpos esculturales tanto femeninos como masculinos. Es chic comprar un producto Hugo Boss. Queda bien regalar un perfume Hugo Boss. Yo me visto con una prenda Hugo Boss. Y quizá hagan bien, porque objetivamente son productos bien confeccionados, de cuidado diseño, con el sello alemán que nunca decepciona y es una garantía de calidad. Pero les voy a decir el por qué yo nunca voy a comprar algo que lleve la etiqueta Hugo Boss encima.
Vayamos a la historia. La historia explica siempre el presente desde el pasado. La historia nos ilumina sobre esos errores que el ser humano comete una y otra vez y ante los que cierra los ojos. Hugo Boss fue fundada en 1924, cerca de Sttugart, por Hugo Ferdinand Boss. Durante la terrible depresión alemana, la empresa, como muchas otras, fue a la bancarrota, pero, cual Ave Fénix, renació durante el nazismo de sus cenizas. No es que Hugo Boss fuera simpatizante nazi, o mirara hacia otro lado, sino que era un nazi confeso, ortodoxo y entusiasta del nacionalsocialismo impulsado por un monstruo humano llamado Adolf Hitler, hasta el punto de que se convirtió en patrocinador de las SS, sí, de las SS, de los que mandaban a la cámara de gas a judíos, gitanos, izquierdistas, eslavos, homosexuales o deficientes, los que velaban por la pureza de la raza aria y asesinaron de manera sistemática a millones de seres humanos en los campos de exterminio durante la Solución Final. Hugo Boss fue el responsable de que esos nazis vistieran de forma tan elegante con esos impactantes uniformes oscuros en los que brillaba la calavera en las solapas y en la gorra, un detalle estético que no engañaba a nadie sobre su faceta de carniceros. El sastre de sastres alemán uniformaba elegantemente a los mayores asesinos en serie de la historia de la humanidad. Hugo Boss. El individuo se forró durante el nacionalsocialismo siendo el proveedor oficial del ejército hitleriano. El patriarca de la afamada firma alardeaba demás de su amistad con Adolf Hitler, a quien vestía, así es que exhibía con orgullo patriótico una foto en la que posaba con el Führer.
En los juicios de Nüremberg, el patriótico sastre fue multado con cien mil marcos, una minucia, y la empresa le sobrevivió cuando murió. Sus herederos podían haber tenido la delicadeza de cerrarla y crear otra nueva con un nuevo nombre, pero no, debían de estar orgullosos del apellido y nombre de su patriarca y siguieron produciendo bajo ese nombre y derivando sus productos hacia el ramo de la perfumería.
Ya saben por qué yo jamás voy a comprar un producto que se llame Hugo Boss y la razón por la que me repele ese perfume y sus glamurosos anuncios: no veo chicos y chicas 10 sino moribundos supervivientes de los campos de exterminio vigilados por los oficiales de las SS vestidos por Hugo Boss. Otro día podemos hablar de la relación de la farmacéutica Bayer con el gas Zyklon.
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