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Impuesto de Sucesiones. Bandolerismo de Estado

Por Francisco Collado , 4 enero, 2019

Impuesto de sucesiones. Bandolerismo de Estado

 

Calculen ustedes mismos: Ciudadano que pasa toda una puñetera vida de sufridor; ahorrando unos pocos euros; agobiado por sangrantes impuestos, aclarando sus deudas con el fisco canalla. Al final de sus días no debe nada a nadie. Es suyo legalmente lo poco que posee. Ganado con sufrimiento y honradez; particular bastante complicado en este país de malandrines; cenutrios y picaresca varia. Continúa la fábula cuando sus herederos reciben una extraña notificación acerca de un impuesto que deben pagar. Debe tratarse de un error. “Estos buitres siempre acechando a los ciudadanos honrados” -piensan inocentemente-. Niet. Para nada. Este dislate es real. Ahora imaginen ustedes la cara a cuadros, la mandíbula desencajada y el estupor del ciudadano. Los fulanos a los que ha votado para que defiendan sus derechos, establecen una normativa por la cual le desvalijan de parte del patrimonio ganado por el esfuerzo de toda la vida de sus mayores. Y que se lo van a llevar por la patilla. Esta chorizada se denomina: Impuesto de Sucesiones. Aunque es difícil de creer, se estila en sociedades anímicamente tercermundistas. Este país, fértil en cantamañanas, ha consentido a las autonomías la capacidad de decidir sobre la aplicación de unas leyes, extraídas del mismísimo escroto. El ciudadano después de sopesar las posibilidades de adquirir un Kalashnikov y realizar una visita de cortesía a estos gestores de bienes ajenos, templa sus ánimos y piensa que la legalidad le dará la razón. Es el instante en que comienza una enmarañada senda de mareos legales, que le llevan al convencimiento de que está todo controlado para que pague por gónadas. Y no hay nada que hacer. Además ¡tatachan!, el tiempo que mantenga la reclamación le irán añadiendo intereses. Que no falte la guinda del pastel. Imaginen ahora que los mentecatos que les desgobiernan, tienen capacidad suficiente para eliminar esta felonía. No lo hacen porque no les sale del arco del triunfo. Vayan un poco más allá en este cuento de terror. Descubran que  las grandes fortunas se empadronan en otras comunidades, con la amable intención de que sus herederos no paguen este impuesto facineroso cuando llegue el, escasamente deseado, instante de su óbito. Descubran también con estupor que es posible pedir una subvención para crear una empresa en una Comunidad y tributar después en Villaprepucio de Arriba. Si esta pensando otra vez en el Kalashnikov o alguna modalidad de bomba casera, modérese. Usted es persona honrada y su función principal es la de alimentar a políticos corruptos, picaresca urbana y defraudadores varios. Sirvamos, pues, de sustento a toda esa panoplia de mafiosos, chorizacos electos y medradores que nos rodean. Es lo que hay. Además esta aportación involuntaria se aprovechará para mejorar las infraestructuras, que no hay más que mirar para ver las instalaciones tan acojonantes que tenemos y lo bien que funciona todo. Siéntase un ciudadano útil, alimentando a la cohorte de sanguijuelas que le corresponde como cupo. Llénese de gozos y albricias con la esperanza de que este tipo de bellaquerías desaparezca. Quizá algún día, podamos evolucionar desde nuestra Atapuerca particular, para entrar en un estado moderno de Derecho. Hasta entonces, esto es lo que hay.  Nosotros a pagar y ellos a trincar…

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