Inapropiado con Mark Zuckerberg
Por José Luis Muñoz , 10 mayo, 2018
Voy a ser inapropiado y políticamente incorrecto. Hay que herir con la palabra para reivindicar una libertad de expresión que se va laminando día a día sin que nos demos cuenta de ello o quedaremos relegados a un silencio impuesto. Otros hieren a porrazos o a bombazos. Y denunciar a personajes universalmente detestables. El de la foto. Mark Zuckerberg. El inventor de Facebook. Ese niño de expresión repelente que anda subido en el dólar y es una fábrica de generar ganancias para su bolsillo.
Les confieso una cosa previamente relativa al personaje. No he salido de una sala de cine más que en una ocasión, en el biopic sobre este magnate que realizó el brillante David Fincher y se llamó La red social. Me fui a los quince minutos. No por David Fincher sino por Mark Zuckerberg, No me interesaba nada la vida de ese triunfador absolutamente plano. Debe de ser un tipo aburridísimo de esos que no saben qué hacer con el dinero que ganan. Ni se le ocurre montar una fundación ni habilitar una sala del Metropolitan neoyorquino como mecenas de arte. ¿Qué arte?
Mark Zuckerberg representa exactamente todo lo que detesto de Estados Unidos, es un icono de lo que me produce arcadas de un país admirable por otras muchas razones con el que mantengo una relación compleja. Reúne en su persona la voracidad por el dólar y la sacralización del éxito que es la única religión que hay en Estados Unidos. Es el icono de joven emprendedor exitoso aunque absolutamente vacío e insulso, lo que familiarmente conocemos por un niñato.
Zuckerberg tiene un enorme mérito empresarial por haber creado esa red social, Facebook, que en realidad es un enorme fichero en el que los usuarios se retratan por sus aficiones, tendencias e ideologías y él vende al mejor postor. Lo que George Orwell imaginaba en 1984 servido graciosamente por sus propias víctimas que arman una ficha más completa que la policial que podrá ser utilizada por el sistema a conveniencia. Los usuarios de Facebook somos Gran Hermano.
Mark Zuckerberg, a pesar de su juventud, es un reaccionario de tomo y lomo que gobierna su red social con unas reglas estrictas que a los que sufrimos durante el franquismo un despiadado recorte de libertades nos retrotraen a lo más rancio de ese periodo, así es que yo lo veo anticuado y casposo, en blanco y negro a pesar de su perenne sonrisa. Como todo puritano, abomina del cuerpo humano y de sus diversas manifestaciones estéticas. En realidad su espíritu censor, que ejerce a través de un verdadero ejército de vigías a sueldo que escudriña las fotos que cuelgan los usuarios en la red, es fruto de una mente enfermiza muy similar a la de los que ejercían semejante labor en tiempos del Generalísimo. Sexo igual a horror y pecado. La red de redes lo mismo censura a una madre que amamanta a su hijo, la niña que corre desnuda y despellejada después de haber sido alcanzada por el napalm en una carretera de Vietnam por incitación a la pederastia, los glúteos de la Venus del espejo de Velázquez o un pezón lejano que esos ávidos defensores de la moral amplían e iluminan con linterna para, a continuación, vetar. Mark Zuckerberg, el moderno, recupera la censura franquista del pasado siglo y va de moderno siendo anticuadísimo.
Pero Zuckerbeg no es anécdota sino síntoma. Lo peligroso es que todo lo que viene del otro lado del Atlántico (comida basura, trabajo basura, periodismo basura, redes basura, espíritu liberticida, pacatismo moral, fondos buitre y un largo etcétera que bascula entre el liberalismo económico y el recorte de libertades) se está exportando a Europa a marchas forzadas en lo que es una nada sutil laminación de derechos y libertades que está arrinconando al pensamiento progresista. Es una cuña que lleva años incrustada y va moldeándonos sin darnos cuenta y el joven empresario es una tuerca más del sistema. Mark Zuckerberg tiene derecho a establecer en su red toda la normativa carca de la América profunda a la que representa, ese país inculto fundado por pioneros que se abrían paso por las llanuras a base de darle al gatillo de su colt y comentaban luego la Biblia, su único libro de lectura, en establos; la que vota como presidente de la nación a un descerebrado que usa más maquillaje que su esposa y no juzga a otro que ha destrozado para siempre una zona y ha causado cuatrocientos mil muertos con informes falseados. Zuckerberg, y los muchos Zuckerberg que aparecen como esporas en el mundo globalizado, quieren taponar nuestros ojos y mentes con hojas de parra y mucho me temo que acabarán consiguiéndolo. Pero me queda el derecho al pataleo hasta que también éste me sea vetado.
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