Joe Biden ficha por Unidas Podemos
Por José Luis Muñoz , 3 mayo, 2021
Sí, lo han oído bien, periodistas de la caverna, Eduardo Inda, Alfonso Rojo, Federico Jiménez Losantos, Carlos Herrera y compañía: el presidente de Estados Unidos se cayó de la cama hace unas cuantas noches, se dio un mal golpe en la cabeza y se levantó comunista bolivariano diciendo que ya está bien eso de que los ricos paguen tan pocos impuestos, que hay que reducir la brecha social del país e invertir en sanidad y educación, que tienen que pagar las grandes fortunas de forma proporcional por lo que ganan, que las grandes corporaciones tributen y no se escaqueen en paraísos fiscales y demás barbaridades entre las que se cuentan un control de las armas de fuego y una reforma de la policía. Lo dice un presidente de Estados Unidos y ningún politólogo casposo del tres al cuarto de este país que es el nuestro le chista. Lo dice Pablo Iglesias y la caverna mediática y la derecha, que en este país, salvo en el País Vasco y en Cataluña, es extrema, y lo linchan por tierra, mar y aire.
Escuchaba el otro día en la noche en 24 horas, el único programa de tertulias que sigo conducido por el admirable Xabier Fortes, al melifluo Pedro Jota afirmar con su voz abacial que se alegraba por el pronóstico de las encuestas que vaticinaban un batacazo a los extremismos de todo tipo, de VOX y de Unidas Podemos, a los que metía en el mismo saco, lo que da fe de su ignorancia o su perversidad, o las dos cosas a la vez. Lo que el defenestrado exdirector de El Mundo dice con su voz suave, es lo que amplifica luego a gritos e insultos soeces ese hooligan del periodismo llamado Eduardo Inda, vergüenza de una profesión digna donde las haya, al que le dan cancha en La Sexta para que monte su show semanal.
El extremismo de Pablo Iglesias y sus peligrosos secuaces, entre ellos la comunista vicepresidenta tercera del gobierno Yolanda Díaz que da mucho miedo y lleva adoquines en su bolso, es subir el salario mínimo a los trabajadores a unos niveles de dignidad humana; regular los precios de los alquileres para dar cumplimiento a uno de los artículos de la Constitución, no al Libro Rojo de Mao, de garantizar una vivienda; limitar la avidez de los fondos buitre que están vaciando las ciudades de sus habitantes; perseguir el fraude fiscal (y a los defraudadores como el Emérito huído a Abu Dabi); acabar con la puertas giratorias y que todos los ex acaben en los consejos de administración de las eléctricas; crear una empresa pública de energía que haga asumibles los precios de la electricidad; apostar por una sanidad publica que los anteriores gobiernos han querido desmantelar; grabar a las grandes fortunas para que contribuyan al gasto publico de forma proporcional; acabar con las trampas de las grandes corporaciones que tributan fuera de los espacios en donde hacen sus negocios; dignificar el sistema judicial, que está hundido en el mayor de los desprestigios, con la renovación de la cúpula de sus altas instituciones que tienen su mandato caducado desde hace años; proteger a las mujeres maltratadas y al colectivo LGTBI de la violencia de los intolerantes; acoger a los emigrantes que huyen de la miseria y la violencia, etc. Una serie de medidas que solo se les ocurren a esos malditos bolcheviques a los que habría que fusilar con todas esas balas de cetme que se les envía por carta.
Estamos en un país singular en todo el mundo, sin parangón, en donde reina el más puro surrealismo y nos ha tocado, ya es mala suerte, la peor derecha posible a la altura de la del húngaro Viktor Orbán en la que una lideresa, que está moviendo la silla a su secretario general completamente eclipsado por ella, está a un paso de proclamar la independencia de Madrid (tomen nota los independentistas catalanes, unos nenazas que ya han sido sorpasados con creces por los madrileños identitarios que se toman cañas a la madrileña a la hora que les da la realísima gana y tienen la libertad de no encontrarse con su ex por ninguna calle, ni con su padre que ya ha muerto en una residencia desatentido), y me refiero a ese fenómeno sideral llamado Isabel Díaz Ayuso que supera con creces a la chulapona Esperanza Aguirre de la que es discípula. Alienta esta mujer singular, que en el único debate de Telemadrid se acodaba en su atril como si estuviera en la barra de un bar a punto de tomarse su cerveza a la madrileña y le chispeaban los ojitos, la insolidaridad extrema en su comunidad. Deben decir sus votantes, los que se lo pasan en grande hasta las once de la noche bebiendo cañas, que a ellos qué les importa que la gestión de la pandemia en Madrid haya sido horrorosa si no les toca de cerca.
Los números son objetivos, neutros, no tienen ideología. Los muertos en las residencias de Madrid fueron un 53%, si un 53%, repito, superiores a los del resto de España por la simple razón que desde la Comunidad se dio orden expresa de no derivar a los enfermos ancianos a los hospitales y se los dejó morir literalmente desatendidos. Y eso por el partido que rechazaba tajantemente la ley de eutanasia recientemente aprobada en el Congreso, a instancias del gobierno progresista de la nación, porque era dar vía libre al exterminio de ancianos. Paradojas.
Tal como están las cosas no se me ocurre otra cosa que hacer una colecta entre todos para que el rojo, comunista y bolivariano Joe Biden venga al Congreso de los Diputados a explicar sus planes a Abascal y a Pablo Casado, con visado especial para entrar en el reino independiente de Madrid, claro. Corderos, dejad de lamer la cuchilla del matarife que os va a degollar.
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