La semana pasada no escribí en la columna, no lo hice por abandono o por falta de temas si no por la necesidad de analizar cuidadosamente el tema “somos europeos”. Aún estoy recopilando información sobre el tema, que me gusaría tratar de la manera más objetiva y con una perspectiva múltiple. Mientras le dedico la columna de esta semana a un periodista, escritor y ciudadano europeo; Joseph Roth.
El Imperio Austro-húngaro en el que reinaron durante más de doscientos años los miembros de la dinastía Habsburgo es conocido por una de sus últimas Emperatrices, Sissí pero lo cierto es que bajo el Imperio se englobaron distintos pueblos, lenguas y culturas bajo una misma corona. Una situación que nos explica el contexto en el que Joseph Roth escribió sus obras.
Hombre y súbdito
Moses Joseph Roth nació en Brody una ciudad del antiguo Imperio Austro-húngaro en la región de Galitzia fronteriza con la Rusia de los zares (actualmente Galitzia se divide entre Polonia y Ucrania) el 2 de septiembre de 1894 y falleció en París el 27 de mayo de 1939. Como muchos escritores existen distintas versiones sobre sus datos biográficos más importantes, especialmente en lo que se refiere a su participación en la Primera Guerra Mundial.
Su vida es un conglomerado de circunstancias históricas y personales que explican la importancia de su obra. De familia judía su madre era hija de un comerciante y su padre les abandonó durante el embarazo cuando no habían pasado ni dos años desde su boda. Así que Joseph vivió largas temporadas con sus parientes, como el hermano de su madre Siegmund Grübel que le serviría como inspiración para Bloomfield uno de los personajes principales de Hotel Savoy.
Estudió filosofía y literatura en las Universidades de Lviv (Ucrania) y Viena. Participó en la Primera Guerra Mundial en las filas del ejército austríaco, ello y la posterior caída del Imperio de los Habsburgo en 1918 marcaron su vida y obra. A partir de ese momento en todas sus novelas hay referencias al sentimiento de pérdida de la patria que padecen muchos de sus personajes.
Escribiendo y sobreviviendo
A partir de este momento comenzó a trabajar como periodista para distintos medios en Viena y Berlín, donde se casó con Friederiche Reichler, también judía de Galitzia con la que formó un hogar en la capital alemana. Escribió artículos para Der Friede y Der Neue Tag, el Neue Berliner Zeitung, el Berliner Börsen-Courier y el Frankfurter Zeitung en el que fue corresponsal europeo lo que le llevó a viajar por todo el continente incluyendo la URSS en 1926.
Hasta la publicación de Job en 1930 y La marcha de Radetzky en 1932 Joseph Roth pasó apuros económicos, parte de ellos causados por la esquizofrenia de su esposa que la obligó a ingresar en distintos hospitales durante largos periodos.
La cripta de los Capuchinos – Portada – dtv Verlag
En la década de los treinta escribió para medios como Die Wahrheit, Pariser Tageblatt, Die christliche Ständestaat, Die Zukunft y Pariser Tageszeitung pero Roth sobrevivía gracias a los derechos de autor de sus novelas ya publicadas.
Pese a la caída del Imperio Austro-húngaro Roth decidió convertirse al catolicismo como signo de respeto hacia la religión oficial de aquel estado que dejó de existir en 1918.
Peripecias europeas
Tras la victoria de los nazis en las elecciones de 1933, Joseph Roth abandonó Berlín y se instaló en Viena pese a que un año después, tras el asesinato de Engelbert Dollfuss y el inicio del Anschluss (o la unificación de Austria y Alemania bajo el III Reich) le hicieron viajar por todo el continente europeo sin establecerse en ningún lugar en concreto.
Pasó largas épocas en París donde dejó su melancolía flotando entre las bebidas alcohólicas que acompañaban sus tardes. Una reacción que puede entenderse tras el exterminio de sus familiares en un campo de concentración y la eutanasia legal en favor de la pureza de la raza por la que su esposa fue ejecutada. Además su obra fue censurada y prohibida en todo el territorio del III Reich.
Tras un infarto en 1938 fue ingresado durante una temporada en un hospital en París donde fallecería en 1939 debido al delírium tremens causado por su dependencia del alcohol.
Herencia literaria
Dejando a un lado la biografía de Joseph Roth es indudable la calidad literaria de sus obras. Novelas como Fuga sin fin, La leyenda del santo bebedor o La rebelión son más que recomendables para disfrutar de una dosis de buena literatura en las tardes otoñales.
Más conocida es su novela La marcha Radetzky y su precursora La Cripta de los Capuchinos en las que narra los sucesos que padece una familia durante la caída de la monarquía austro-húngara. En vida Joseph Roth no fue tan valorado como tras su trágica muerte en París, momento en el que se descubrieron otras obras y escritos inéditos hasta entonces que al fin vieron la luz.
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